jueves, 31 de marzo de 2011

Doble ración



Cada cual a su modo, El discurso del rey y Los chicos están bien cuentan historias bienintencionadas, de ésas que tanto gustan a los académicos, una historia de superación personal, con defensa de la amistad incluida, en el primer caso, y un refuerzo de los valores familiares, aunque ésta venga representada por una familia moderna -dos madres lesbianas con sus respectivos vástagos fruto de la inseminación artificial-, en el segundo. Pero dejando de lado lo que pueden significar en el plano más ideológico, sus valores puramente cinematográficos están fuera de toda duda. Desde su magistral partitura compuesta por Alexandre Desplat -incomprensible que no se hiciera con la estatuilla- al duelo interpretativo de Colin Firth y Geoffrey Rush, El discurso del rey abandona la apariencia épica del género histórico para narrarnos una historia tan íntima como la del monarca Jorge VI y sus esfuerzos para superar un problema de tartamudez que convierte cada uno de sus discursos en un problema "de estado". La realización de Tom Hooper elude el abuso del sentimentalismo y apuesta, en cambio, por confiar en la impresionante capacidad gestual de sus dos actores principales -no olvidemos tampoco al gran elenco de secundarios encabezado por Helena Bonham-Carter- para transmitir emoción en cada plano y lograr algunas escenas memorables. El objetivo está plenamente conseguido: la persona es lo primero; de ahí que rey y logopeda adquieran al final de la cinta el mismo estatus moral y se hablen de tú a tú, como dos amigos en busca de una meta lejana y costosa. Para calibrar en su justa medida la película, recomiendo su visión en versión original.
Los chicos están bien navega por territorios argumentales un tanto atípicos: hijo e hija de una pareja de madres lesbianas deciden conocer al donante de esperma que hizo posible su nacimiento, su "padre" anónimo en definitiva. Este es un treintañero atractivo sin ataduras sentimentales y emprendedor, cuya intromisión en el cerrado círculo familiar distorsiona por momentos la feliz convivencia hogareña al convertirse en una figura paterna y amigo de carne y hueso para los dos hijos, y en fogoso amante de la madre interpretada por Julianne Moore. Sin grandes alardes de estilo, la película funciona alternando los episodios dramáticos y cómicos apoyada en un gran reparto. El happy end resulta quizá demasiado previsible, pero teniendo en cuenta la calidad media de la producción norteamericana, tampoco podemos quejarnos demasiado.

lunes, 28 de marzo de 2011

Entrevista y reseña

En la web La biblioteca imaginaria, Cristina Monteoliva me realiza una entrevista con motivo de Bancos de niebla y publica también una reseña de la novela. Le agradezco el dos en uno y su atenta lectura.

http://www.labibliotecaimaginaria.es/page10.php?category=17

miércoles, 23 de marzo de 2011


A falta de leer Reconstrucción, sobre la vida de Lutero, las otras tres novelas publicadas hasta la fecha por Antonio Orejudo me parecen de una calidad asombrosa, sugerentes, insuperables. Orejudo es de los que gustan imbricar en el relato realidad y ficción hasta hacerlas indistinguibles, creando en el lector cierta sensación de zozobra al pensar que lo que está leyendo pudo suceder realmente de ese modo, y si no fuera así, ¿tiene realmente tanta importancia? A Orejudo le gusta meditar las historias que se fraguan en su cabeza, y reposarlas hasta que cristalicen en la forma narrativa adecuada. Cómo explicar si no que sólo haya escrito cuatro novelas en quince años, amén de algún ensayo sobre la última narrativa, relatos en alguna antología colectiva y un encargo sobre su tierra natal, Almería. Debutar con unas Fabulosas narraciones por historias (Lengua de Trapo, 1996) que se atrevieran con la sacrosanta pero también gamberra generación del 27, era, sin duda, un gesto de valentía literaria, de respeto a las ideas personales. Ventajas de viajar en tren (Alfaguara, 2000), contra lo que podía esperarse teniendo en cuenta la alargada sombra de sus credenciales, sorprendió a propios y extraños con un relato más íntimo, más de estar por casa, pero no por ello menos atractivo.
Un momento de descanso (Tusquets) gravita también en la difusa frontera antes citada, aunque de una forma más ostensible, pues el narrador que cuenta la historia, y que relata el proceso de investigación de la misma, es el propio Orejudo con nombre y apellidos, un recurso ya utilizado por otros novelistas -recuerdo ahora mismo Las esquinas del aire de Juan Manuel de Prada-, pero que cobra aquí una fuerza inusual por la propia densidad de las narraciones que aquí se entrelazan: no sólo la principal, una investigación sobre el proceloso mundillo universitario -me acuerdo ahora también de Javier Cercas y su Vientre de la ballena- donde el encubrimiento y el disparate caminan de la mano, sino también apasionantes líneas colaterales, como la incursión en el mundo de las películas porno o la degradación de la vida matrimonial. Orejudo, que incluso se ha permitido reproducir fotos reales para crear aún más confusión, maneja con soberana maestría un relato prodigioso que nos gana desde la primera página y ya es imposible soltar. Aviso para navegantes: no se pierdan la escena que transcurre en la Biblioteca Nacional, que debería figurar por derecho propio en los anales de la literatura humorística española contemporánea.

viernes, 18 de marzo de 2011

En la capital del reino


Un poco a destiempo -pero es que hasta ayer no regresé de Madrid, buscando documentación para mi nuevo proyecto (doble)- publico una foto de la presentación del pasado 11 de marzo en la Casa del Libro de Madrid de la calle Hermosilla. La asistencia no estuvo nada mal para la tarde tan lluviosa -siempre que los organizadores tienen que sacar más sillas de las previstas se puede considerar un éxito, creo-, mi hermano Félix J. estuvo muy emotivo penetrando en el corazón de una novela, cuyos sucesos que la originaron, él, en cierto modo, también compartió, y todos los allí reunidos nos fuimos con la sensación de que la infancia es una sombra huidiza que siempre nos perseguirá, una niebla que siempre nos envolverá.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Arte menor


El presente libro cumple las dos máximas para ser considerado un libro clandestino o directamente invisible. Por un lado, aborda un género tan escasamente popular como el aforismo, y por otro, está publicado por una editorial, La Veleta, que suele pasar casi siempre de puntillas por las librerías, en ese tercer escalón donde también pernoctan los Pre-Textos, los Candaya, los Caballo de Troya o Periférica, casi todas, como se observa, titulares de un nombre bastante apropiado para empresas imposibles o para pasar desapercibido en el magma de novedades de editoriales de relumbrón. Y ya no incluyo en el mismo grupo a las Impedimenta, Acantilado, Salto de Página o Libros del Asteroide, porque sus ventas y su acrecentado prestigio las han aupado poco a poco a ese segundo escalón que el librero, incluso a veces el de las grandes superficies, se encarga de mimar con un espacio propio en las estanterías.
Minoría absoluta connota en su ocurrente juego de palabras un doble sentido: aborda un género menor -el más minúsculo posible, de hecho, en cuanto a extensión- y va dirigido a una minoría, aún más menor que la de los lectores de poesía, que se mostrará henchida de alegría al enterarse de su existencia y, sobre todo, al comprobar tras su lectura que estamos ante un libro que, definitivamente, no debería pasar desapercibido por mucho que nazca sentenciado.
No voy a trazar aquí una historia del aforismo, que Gómez de la Serna afincó para sí como greguería, y que el autor de este libro, Enrique Baltanás, prefiere llamar volatería; pero sí mostrar mi entusiasmo por uno de los géneros más difíciles de llevar a la práctica -contar una historia, aunque las más una ocurrencia, en el breve espacio de una línea, cinco a lo sumo- y que ha contado en su amplia trayectoria con ejercitantes tan ilustres como Canetti, Schopenhauer o Leopardi.
Baltanás pasa a engrosar con honores la nómina de escritores que ocasionalmente abrillantan con su talento este arte decididamente menor, como Andrés Neuman, Lorenzo Oliván -en mi cabecera siempre estará El mundo hecho pedazos (Pre-Textos, 1999)-, Hipólito G. Navarro o Luis Manuel Ruiz en su nuevo y excelente proyecto bloggero. Dividido por temas, que oscilan entre lo filosófico y lo más prosaico, Minoría absoluta es un derroche de talento en pinceladas sueltas, brochazos de genialidad disueltos sin prisa pero sin pausa en el collage de la vida diaria. Aunque no todas las piezas estén a la misma altura -es imposible pedirle eso a un libro de aforismos-, el nivel es elevado y, a lo largo de este viaje de volaterías y ocurrencias varias, nos encontramos con perlas tan afortunadas como estas: "El segundero va por delante. Pero sin dejar de ser segundo", "Las máximas poseen la propiedad de preservar el pensamiento bajo mínimos", o "Desde la ventanilla del tren, no nos extraña que el mundo huya de nosotros". Y no desvelo más para no escatimar el hallazgo a esa minoría que sepa apreciar -después de encontrarlo en la librería, claro está- el trabajo que hay detrás de esa "sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte" (R.A.E. dixit).

lunes, 7 de marzo de 2011

Breverías Pámies


Cada libro de Sergi Pàmies es una demostración palpable de que la brevedad es, en su caso, necesariamente buena. Pàmies es un orfebre de las distancias cortas, un maestro, valga la expresión, de la delgadez bibliográfica. En este sentido, me recuerda mucho a otro poeta de la micronarración, el francés Philippe Delerm. Si en libros anteriores como Si te comes un limón sin hacer muecas el autor de origen parisino se inclinaba más por el tono humorístico, aquí la balanza se decanta por lo agridulce, por un poso de melancolía y tristeza indefinida plasmadas en casi una veintena de piezas a cual más original, y exponentes de un virtuosismo estilístico donde ninguna palabra parece escogida al azar. Se hace difícil encontrar en el panorama literario actual relatos tan redondos como Voluntarios, una maravillosa vuelta de tuerca al universo de los cuentos infantiles, o Supervivencia, o cómo reflexionar sobre la condición humana a través de la ironía más descarnada.
Sin duda, el valor de las narraciones de Pàmies estriba sobre todo en saber trascender una anécdota aparentemente vulgar -ese hombre que nunca ha aprendido a hacerse el nudo de la corbata- para convertirla en una pequeña poesía sobre el arte de vivir. Sí, el quehacer de Pàmies está muy cerca de la poesía, pero también de la música. Recuerdo que en un momento del film el personaje de escritor interpretado por Ethan Hawke en Antes de atardecer confesaba a los periodistas sun intención de escribir una historia que transcurriera en el tiempo que -3, 4 minutos-que dura una canción. A veces los relatos de Pàmies se aproximan a este deseo, no sólo por su duración sino por su musicalidad, por su estructura interna netamente melódica. La bicicleta estática lo vuelve a refrendar en su mágina combinación de continente y contenido. Este libro, como otros anteriores, debería ser de lectura obligatoria en los talleres literarios.