sábado, 8 de diciembre de 2012

Cervantes en Sanlúcar

La consecución del último Premio Cervantes por parte de José Manuel Caballero Bonald ha sido una satisfacción para muchos de los que los conocemos desde hace años. Sabido es que Pepe es un enamorado del paisaje sanluqueño y de la inigualable visión que ofrece de Doñana. En su día tuve oportunidad de entrevistarle en su chalé de Montijo para el suplemento cultural Mosaico que entonces capitaneaba junto a mi hermano Félix J. Meses después lo hice de nuevo para La Ronda del Libro, el periódico literario de la Feria del Libro de Cádiz que dirigió mientras fue posible el bueno de José Manuel Benítez Ariza. Caballero Bonald estaba en plena efervescencia literaria. Acababa de publicar Diario de Argónida y estaba metido de lleno en la redacción de su segundo tomo de memorias, La costumbre de vivir; por si fuera poco, su Fundación en Jerez era casi una realidad. Permitidme retroceder en el tiempo y transcribir algunos fragmentos de ambas conversaciones:

"Las primeras novelas de García Márquez y de Vargas Llosa eran ejemplares y poco a poco -sobre todo Vargas Llosa a partir de La tía Julia y el escribidor- han ido en decadencia franca: Los cuadernos de don Rigoberto no me gusta nada y tampoco Noticia de un secuestro. Creo que esos novelistas han ido decreciendo, desmereciendo de su obra anterior, y otros no existieron nunca. Pero estas son opiniones personales: yo ya tengo mucha edad para callarme. Por ejemplo, Ernesto Sábato me parece un escritor hinchado por no sé qué razones en España: alguna vez he dicho que me parece un apocalíptico en versión rioplatense. No me interesa, como tampoco Cabrera Infante, que es un especialista en juegos de palabras. Los grandes maestros novelísticos para mí han sido Rulfo, Carpentier y Onetti, y los tres, incomparables en el siglo XX español, que enlazan con Valle Inclán, ya están muertos. Los novelistas del ´boom´ o han muerto o van declinando".

"Sigo siendo crítico con Jerez. Lo que pasa es que yo criticaba un Jerez que ya no existe: el Jerez de mis novelas es el de hace treinta o cuarenta años, el del franquismo, donde las grandes familias bodegueras eran todavía omnipotentes. La propia dinámica de la historia ha hecho cambiar estas familias. Pero cuando hay cosas que no me gustan en Jerez, lo sigo diciendo tanto en mi obra como en las conversaciones. Lo de la Fundación me halaga, porque tendré un sitio para depositar mi archivo documental: fotografías, papeles, correspondencia... Además, a través de ellas se canalizará toda la actividad cultural de Jerez, tanto en el terreno de exposiciones de pintura como en conciertos de música o ciclos de conferencias y seminarios. Además me han dicho indirectamente que van a comprar la casa donde nací -el nº 17 de la calle Caballeros, que derribaron para construir un banco y que hoy es una oficina de agricultura de la Junta- para que sea la sede de la Fundación, y eso me parece casi un sueño".

"A lo mejor me he excedido en ciertas cosas, y esos excesos hoy no los hubiera cometido. Pero son cosas muy íntimas. En general, estoy contento con lo que he hecho y volvería a hacer muchas cosas otra vez. Uno se equivoca y tropieza con la misma piedra muchas veces. Además, es mejor que se equivoque solo a que lo haga a través de consejos ajenos".


"Hay gente joven que viene muy bien dispuesta, que escribe bien, y que si se olvida de ciertos manejos e incitaciones comerciales impuestas por la moda (hacer una novela realista de éxito fácil, directo e inmediato) y de la desmedida ambición de ingresar de inmediato en las nóminas de los libros más vendidos, y recapacitan, saldrán adelante con éxito. Citaría a Felipe Benítez Reyes, Juan Manuel de Prada, Antonio Soler, Juan Bonilla o a ese gran prosista que es Luis García Montero, siempre oculto por su poesía. Pero también he dicho que para mí los grandes artistas del idioma actual son prácticamente desconocidos para el gran público y la gente casi no habla de ellos. Siempre pongo el máximo ejemplo de Manuel de Lope".

viernes, 30 de noviembre de 2012

A una amiga



Niña de cristal, ¿Dónde te metiste
en estos días negros de silencio atroz?,
¿dónde escondiste las alas
que no pudieron salvarte,
las trenzas rojas de Rapunzel herida?
Te rompiste como una marioneta vieja
olvidada por su creador.

Niña de luto, eterna fugada
de una prisión que sólo tú veías
y a la que volvías cuando parecías escapar.
Pintora de sueños imposibles,
que ahora juegas con las estrellas
por pensar que ya no pintabas nada.
Ahora falta luz en el lienzo
que nunca terminaste.
Sólo se escucha un ruido sordo, opaco,
tan frágil y breve como fue tu vida,
llena de aristas y cortes transversales.

Niña perdida, ¿adónde irás
si no sabes el camino de vuelta?

sábado, 24 de noviembre de 2012

Por menos de 4 euros

Para los que no hayáis tenido todavía ocasión de leer Bancos de niebla, la editorial Paréntesis ofrece ahora la oportunidad de conseguirlo en e-book por la irrisoria cantidad de 3,99 euros. Todos los títulos de la editorial estará a ese precio en una oferta limitada. ¡Aprovechad la oferta!

http://www.parentesiseditorial.com/index.aspx

sábado, 17 de noviembre de 2012

The reader´s diary (XIII)

Una opinión generalizada contenida en el imaginario común dice que la vida de los artistas de cine suele tener argumentos suficientes para su propia película o para una novela. Tendemos a pensar que los actores y actrices están obligados a vivir una vida desenfrenada y pródiga en relaciones amorosas, accidentes, depresiones, pasajes oscuros, cocktails y mansiones fastuosas. La vida de Adolph Marx -Harpo habla (Seix Barral, 2010)-, conocido para la posteridad con el apodo de Harpo, responde como un guante a ese concepto. Nacido en una humilde familia numerosa en la que la fuerza vital de los padres era el bastión que sostenía los muchos reveses, Harpo se permite por fin poner voz a una trayectoria vital asombrosa, en la que se codeó con las mayores personalidades culturales de su época tras sufrir un largo y poco agradecido peregrinaje por teatros de mala muerte o incluso clubs de alterne de dudosa reputación tocando al piano las pocas piezas que sabía. Haciendo gala de una sencillez y una humanidad asombrosas, Harpo nunca tuerce el gesto para contar historias a cual más hilarante y episodios románticos como el largo noviazgo con la que sería su mujer. Una coda de su propio hijo y un entrañable prólogo de Elvira Lindo completan un volumen imprescindible para añadir a la bibliografía sobre los hermanos más "marxianos" de la historia del séptimo arte.
Creo que en algún momento Harpo menciona su trabajo en un circo, aunque éste no fuera el Barnum. Aparece ahora en castellano uno de los primeros -si no el primero- libros sobre el empresario circense Phineas Taylor Barnum (1810-1891), promotor de una de las aventuras más curiosas del mundo del espectáculo: un circo itinerante que reunía los llamados "fenómenos de feria" o seres que por su deformidad o rareza connatural actuaban como reclamo comercial para asombro de miles de espectadores. Precursor de muchas técnicas publicitarias y de un primitivo merchandising, Barnum trató de ofrecer al público lo que pedía, lo que nunca imaginó poder ver sobre una pista de circo. Muchos artistas de diferentes disciplinas se inspiraron en sus creaciones para dar a luz algunas de sus obras maestras, caso de Freaks (La parada de los monstruos) (Tod Browning, 1932) o El hombre elefante (David Lynch, 1980). Con una concepción muy básica, destinada a cubrir una laguna bibliográfica con los principales acontecimientos de su vida, Marc-Pierre Dylan -Freaks. La historia del circo Barnum (Nowtilus, 201)- se aproxima a una figura que ya es un icono en la cultura estadounidense.

Figura de sombra alargada fue también la de nuestro poeta Ángel González. A él le dedicó Luis García Montero su primera y conmovedora novela, Mañana no será lo que dios quiera (Alfaguara, 2009) y, aunque con otro nombre, Ángel vuelve a aparecer a ráfagas en No me cuentes tu vida (Planeta, 2012), como protagonista de un libro en el que trabaja el narrador, trasunto del propio escritor granadino. Sin embargo, el asunto principal es aquí bien distinto, pues la linealidad de la historia pierde fuerza en favor de la reflexión sobre los problemas generacionales entre padres e hijos, la dificultad de asumir las culpas y errores, y la confrontación entre pasado y presente. Con el telón de fondo de la historia de una relación que acaba en boda, García Montero ejecuta en la novela digresiones de diverso calado amueblando esa casa vacía que siempre deja un hijo que crece. La autobiografía y el ensayo se funden de este modo en un intenso retrato de familia.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Semana de cine y vídeo

Mucho se ha hablado de la ópera prima del actor y showman Paco León. Sin embargo, Carmina o revienta, al parecer, inspirada en la vida real de su familia, con su madre como protagonista principal, peca de la inconsistencia del realizador novato, aunque esté sobrada de buenas intenciones, quizá hasta demasiadas. De hecho, la matriz de la película es su afán bienintencionado, volcado aquí en una madre coraje cuyo itinerario nos viene a decir que en esta vida hay que ser más listo que el hambre para salir adelante, y si para eso hay que engañar, delinquir o pasar por encima del que sea, pues adelante. Dicho de otra forma: ante los palos que nos da la vida, mejor tomarnos la justicia por nuestra mano. Pero las buenas intenciones no bastan para lograr una buena película. Paco León parece no saber decidirse por el docudrama o la ficción con base real y se queda a medias de todo, decantándose por una realización plana sin ningún atisbo de creatividad. La brillantez de algunas escenas como la del accidente del coche chocan con algunas demasiado alargadas y otras que se extralimitan al recargar lo soez -si la han visto, saben a cuál me refiero-, resultando un conjunto algo deslavazado que pide cohesión a gritos. Nada que reprochar, en cambio, al equipo actoral, magnífico hasta en los más pequeños papeles.

Corta se queda también El erizo (2009), adaptación de la exitosa novela francesa de Muriel Barbery. Mona Achache, que ha sabido visualizar espléndidamente el bloque de apartamentos del libro y utiliza con astucia la habilidad como dibujante de la pequeña protagonista, se precipita en el desarrollo de la historia principal, narrando la intensa relación que se fragua entre la portera y la niña con exceso de velocidad, sin dar tiempo al espectador a que se encariñe con ambas y sienta, como sucede en la novela, el mazazo final como una verdadera tragedia y no como un efecto sorpresa desproporcionado. Es habitual que se diga de una película que le sobra la última media hora, pero en el caso de El erizo ocurre todo lo contrario: le falta suficiente metraje como para que echemos de menos continuamente la novela.
Y, para que no penséis que a todo lo pongo pegas, redonda sí me ha parecido Looper, extraordinario híbrido de géneros con guiños al primer Terminator, capaz de ensamblar los viajes en el tiempo con el mejor cine negro, el de los perdedores capaces de sacrificarse por una causa mayor. Rian Johnson, autor de dos títulos estimables aunque poco difundidos como Brick y Los hermanos Bloom, así como de algunos episodios de series televisivas, ha bordado su primera película para un público mayoritario trenzando un argumento de tiralíneas que tiene en la sorpresa, las elipsis narrativas y la originalidad sus mejores bazas. El ritmo visual, del que se contagian unos estupendos Bruce Willis y Joseph Gordon-Levitt, es imparable, manteniendo al espectador en tensión en todo momento. La ambientación, muy lograda, y el montaje celebran la inteligencia del espectador. En definitiva, una perfecta muestra de que aún se puede ser original sin necesidad de recurrir a consabidos remakes o adaptaciones testimoniales.

martes, 30 de octubre de 2012

Segundo aniversario

Casi dos años después de su publicación, siguen apareciendo reseñas de Bancos de niebla, mi tercera novela. La última se la debo a Jorge Andreu, infatigable lector, quien la ha colgado en su blog del mismo nombre. La puedo considerar casi como un regalo de aniversario:

http://jorge-andreu.blogspot.com.es/2012/10/juan-carlos-palma-bancos-de-niebla.html

martes, 16 de octubre de 2012

La frontera azul

Después de esa obra maestra inclasificable que fue Anatomía de un instante y tras su última y fallida experiencia puramente narrativa, La velocidad de la luz, Javier Cercas necesitaba una novela que volviera a confirmarle como uno de los grandes de la narrativa española actual. Las leyes de la frontera (Mondadori, 2012) es esa novela. Escrita de modo aparantemente impersonal y distante, recurriendo a la entrevista periodística de un investigador-escritor que bien podría ser un trasunto del propio Cercas, la estructura de la novela es herméticamente perfecta. La narración de las andanzas del Zarco y un grupo de jóvenes delincuentes en los años de la transición española se nos ofrecen a través de las voces de uno de sus ex compañeros de fatigas y de uno de los policías que intervinieron en su captura, dejando Cercas que sean ellos los que expresen sus opiniones sobre el protagonista, aunque obviamente todos sepamos que detrás de ese calculado entramado se encuentre el propio autor. La confrontación de ambos testigos, a los que se une la esporádica intervención de algún personaje episódico, le sirve a Cercas para enriquecer el paisaje humano y social en torno al Zarco y aportar además diferentes puntos de vista sobre algunos acontecimientos claves de su espinoso itinerario. De este modo, la novela se redimensiona, creando una tupida red que envuelve al lector sumergiéndole desde el principio en una historia aparentemente poco original -todos recordamos al Vaquilla y a otros célebres jóvenes delincuentes retratados en algunas películas que aquí también se citan- pero trenzada con ese dinamismo feroz tan característico de Cercas, que aquí se imbuye en el lenguaje callejero y delictivo volviéndolo cercano, eliminando los adornos y ramalazos estilísticos que hubieran desentonado en la narración. Sin embargo, como ya dije antes, esta aparente frialdad esconde un trabajo de campo laborioso para evitar que se vean las costuras, y ése es uno de los grandes aciertos de la novela, su aparente sencillez; sencillez que podemos llevar incluso al título, también aparentemente facilón, pero cuyo reverso esconde una alusión clave a una célebre serie de televisión que los protagonistas, y muchos lectores entre los que me incluyo, considerábamos algo más que una serie. De eso se trata, y Cercas lo sabe bien, de trascender la realidad.