jueves, 30 de mayo de 2019

Porfiria Sanchiz dibujada (I)

"Queríamos, asimismo, recordar su interesante máscara escénica, la maravilla de sus inmensos ojos oblicuos, su esbelta y elegante figura, cenceña y mórbida a la par (...) brillos de llamarada o resplandor de luna clara en sus inmensos ojos, algo egipcios -cleopatrescos-, según el rencor y la desesperación o la fascinación amorosa se asomaban a ellos". Así describía a Porfiria Sanchiz el periodista José D. De Quijano en las páginas del ABC. Sin duda, los ojos de la actriz eran uno de sus rasgos más característicos y, con el paso de los años, a la par que se fueron endureciendo como su rostro, la acabaron relegando casi sin solución en papeles malvados, turbios, cuando no siniestros y cercanos a lo grotesco. Y así lo hace la revista Primer Plano con uno de los personajes más famosos que incorporó Porfiria en la pantalla y que, a la larga, acabarían condicionando su carrera, el de Gregoria en El Escándalo (José Luis Saénz de Heredia, 1943): "Y la maldad que cabrillea en los ojos de Gregoria y en su voz apagada (...) Y hasta Gregoria, ese ángel de alas negras, encuentra en nosotros más piedad que odio. Le abrimos el agujero de nuestra compasión ante el espanto de su alma torturada, convulsa (...) o en Porfiria Sanchiz, que mide con el gesto una vida interior insuperable" (Primer Plano, nº 158, 24-10-1943).

Esa mirada tan especial de Porfiria, su extraña belleza, fueron desde sus inicios teatrales muy bien recibidos por los caricaturistas de la prensa, un gremio indispensable en las reseñas de los estrenos de los principales teatros, y cuya importantísima labor recogió Jesús Rubio Jiménez en Retratos en blanco y negro: la caricatura de teatro en la prensa (1939-1965) (Madrid, Centro de Documentación Teatral, 2008). A lo largo de su extensa carrera Porfiria será dibujada con trazo grueso en composiciones que destacan los rasgos más sobresalientes de su fisonomía. Como veremos en diferentes entregas, sucederá en ocasiones que su personaje tome forma en tres o cuatro pinceladas muy definidas y llamativas.


jueves, 23 de mayo de 2019

Porfiria en el Conservatorio

Aunque asiste como oyente en el curso 1928-29 Porfiria Sanchiz ingresa en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación al año siguiente permaneciendo los tres cursos académicos y asistiendo a las asignaturas obligatorias en el reglamento del centro: Indumentaria, Historia de la literatura dramática, Historia antigua y moderna de la esgrima y su práctica, y, por supuesto, declamación, que era la que más interesaba a los futuros profesionales.

Como complemento a las enseñanzas impartidas en el Conservatorio, los alumnos realizaban ejercicios escolares consistentes en funciones públicas en las que demostraban sus aptitudes sobre las tablas, ya fuera recitando poemas o interpretando piezas breves o pasajes de conocidas obras teatrales. Eso les permitía también perder el miedo escénico y foguearse ante la futura exigencia de público y crítica.

Porfiria, que solo había tenido breves incursiones anteriores sobre las tablas durante su estancia familiar en Tenerife, debuta en los escenarios madrileños, concretamente en el Teatro Cómico, el 11 de abril de 1930 merced a una de las prácticas llevadas a cabo por el profesor de Declamación Práctica del centro, Enrique Chicote. Presentada en los periódicos de la época como Porfirita Sanchís, la actriz leyó un poema de Chamizo e interpretó junto a Luis Campanario el entremés de los hermanos Álvarez Quintero Ganas de reñir. 

Al año siguiente, y aunque ya formaba parte como meritoria de la compañía de Margarita Xirgu, Porfiria siguió participando en estos ejercicios escolares. De nuevo a las órdenes de Chicote, interpretaría el 20 de marzo en el Teatro de la Princesa el epílogo de la obra Nena Teruel de los Álvarez Quintero.

Integrada en la compañía de Irene López Heredia, el 22 de marzo de 1932 Porfiria participa por última vez en una práctica escolar, esta vez en el Teatro María Guerrero, recitando la obra de Eduardo Marquina En Flandes se ha puesto el sol. 





miércoles, 15 de mayo de 2019

Películas desaparecidas o no localizadas (II)

Noche de celos fue la cuarta y última película como director del pintor, escenógrafo y guionista Fernando Mignoni (1884-1971). Conocida también durante su tortuoso rodaje -interrumpido en varias ocasiones por falta de película virgen- como Volver a vivir o La silla de la muerte, está considerada como una película maldita en la historia del cine español, ya que, una vez terminada a principios de 1950, su estreno se retrasó más de un año después, recibiendo los varapalos de la crítica: "Argumento absurdo que lleva a remolque todo lo demás. Situaciones falsas. Vulgaridad" (Dígame); "No hay ni un destello de arte en toda la película. Todo es rematadamente malo" (El Alcázar).



La acción se desarrolla en una casa donde viven un juez y su esposa paralítica. Para asistir a esta el matrimonio contrata a una dama de compañía, que tiene un turbio pasado que se va desvelando poco a poco. Porfiria Sanchiz incorpora a Vicenta, una criada del servicio doméstico. En dos de las escasas fotos que se conservan de la película se la identifica al fondo de la escena, en un plano secundario como era habitual en sus apariciones, pero haciendo gala de esa mirada intrigante suya tan característica. Los papeles principales del reparto fueron para José María Seoane, María Jesús Valdés, Gina Montes, Montserrat Blanch y Rafael Bardem, varios de los cuales ya habían coincidido con Porfiria sobre las tablas. El misterio en torno a Noche de celos se extiende a su argumento, escrito por Ángel A. Álvarez a partir de un cuento de José Castedo nunca localizado y de quien no se sabe absolutamente nada.














jueves, 9 de mayo de 2019

Las casas de Porfiria Sanchiz

La vida de Porfiria Sanchiz, sobre todo en su infancia, adolescencia y juventud, estuvo condicionada por el empleo de su padre Francisco, ingeniero de profesión, reclamado por buena parte de las compañías de electricidad que implantaban entonces la red a lo largo y ancho de la península y en los territorios insulares. De ahí el carácter nómada de esos primeros años de la futura actriz, cambiando de domicilio con bastante asiduidad, sin asentarse en ningún sitio. Me queda aún la tarea pendiente de concretar fechas y lugares de residencia para ir cerrando el círculo sobre ese itinerario que discurre por Barcelona, Puertollano, Málaga, Sevilla o Tenerife.

Me centraré ahora en las tres viviendas quizá más significativas de su vida. Porfiria nace en la madrugada del 15 de junio de 1909 en el número 13 de la céntrica calle Bolsa, entonces llamada Infanta Doña Eulalia. Por su cercanía con el corazón de la ciudad, la plaza del Cabildo y la calle Ancha, este primer tramo de la calle lo ocupaba la clase media, profesionales del sector del comercio, médicos, corredores, cosecheros, militares... mientras que el segundo tramo, que se extendía hasta el barrio marinero, lo componían las casas de las familias más humildes.

Mis investigaciones para localizar la casa natal en el archivo del catastro municipal fueron infructuosas, ya que la principal dificultad estribaba en saber, en caso de seguir en pie, qué número ocupaba en la numeración actual de la calle. La respuesta la encontré por pura casualidad en el libro Arquitectura del veraneo y su época en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), 1900-1950, de la investigadora Ana Mª Gómez Díaz-Franzón. En el capítulo 5.9 titulado "Otros edificios singulares en el casco urbano", y, en concreto, en el apartado "Casas en calle Bolsa y Trasbolsa", al hablar de la Casa Argüeso (actual Bolsa, 29), dice lo siguiente: "Un año después -1899-, el mismo Juan de Argüeso reformará la casa aledaña, entonces Bolsa, 13, que aún conserva las molduras de los huecos superiores decoradas con frisos de palmetas de carácter modernista". El azar depara a veces estas sorpresas. De ahí el agradecimiento que le dedico a Ana en mi libro.

Más dudas plantea el número 19 de la calle Gaztambide, en el barrio madrileño de Chamberí, donde Francisco instala su despacho y la familia su nueva residencia en 1929. Según la referencia catastral localizada en la sede electrónica del catastro del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, el edificio de viviendas del número 19 se construye en 1932, por lo que las hipótesis plausibles son que se edificara sobre el anterior o que la numeración cambiara como en el caso de Sanlúcar.




La tercera casa, posiblemente donde Porfiria residiera más tiempo, se corresponde con el número 2 del pasaje General Mola, llamado anteriormente Sud-América, perpendicular con la actual calle Príncipe de Vergara. Gracias al anuario editado por el Sindicato Nacional del Espectáculo tenemos constancia de que Porfiria vivió allí al menos desde 1955 hasta su fallecimiento en 1983.

jueves, 2 de mayo de 2019

Películas desaparecidas o no localizadas (I)

Son varias las películas desaparecidas de Porfiria Sanchiz o de las que no he podido localizar ninguna copia. También se ha dado el caso de no poder visionarla por encontrarse muy deteriorado el negativo, como me ocurrió con Hamelín (1968), localizada en la Filmoteca Española. Los claveles (1936) pertenece a ese escaso veinte por ciento de títulos invisibles en una filmografía que abarca 48 películas.
Realizada por Santiago Ontañón a partir de la zarzuela homónima escrita por Anselmo C. Carreño y Luis Fernández de Sevilla, con música de José Serrano, estrenada en 1929, se rueda entre noviembre y diciembre de 1935 en Barcelona, y, al estar producida por una empresa valenciana, la PCE (Productora Cinematográfica Española), se estrena en la capital levantina el 7 de enero, retrasándose el estreno nacional en Madrid al 3 de febrero.
Los claveles se inserta en el que podríamos llamar subgénero "zarzuelero" que consistió, sobre todo en los años dorados del cine mudo y en los primeros del sonoro, en filmar zarzuelas que habían cosechado gran éxito de público. Porfiria interpreta en la película a Paca, amiga y compañera de trabajo de Rosa, maestra de obreras de la fábrica de perfumes Los Claveles. Su actuación sería reconocida en algunos medios: "La interpretación revela el entusiasmo existente entre nuestros artistas por incorporarse al cinema. Muchos de ellos hay ya que han irrumpido en el lugar acotado a los triunfadores, llevando como primordial cualidad su sinceridad en la labor. Sinceridad que, a veces, tiene una vitalidad tan extraordinaria, que llega a suplir y aún a aventajar al genio. En Los claveles realizan un cometido de resultado alentador Amparo Bosch, María Arias, Porfiria Sanchiz, Mario Gabarrón y Ramón Cebrián" (El Liberal de Murcia, 7-4-1936).