miércoles, 15 de febrero de 2012

El templo del cinéfilo




Ubicado en pleno centro de Málaga, muy cerca de los Museos Carmen Thyssen y Picasso, el apetito y el paladar cinéfilo quedan colmados de sobra. Un regalo para los cinco sentidos.

miércoles, 8 de febrero de 2012

El mapa, en la calle

¡Pasen y lean! El mayor espectáculo del mundo, a un precio módico. Hoy, 9 de febrero, llega a su ciudad El mapa del cielo, con su farándula de acrobacias literarias, escritores resucitados, marcianos enjaulados, artistas de la cuerda floja y leones amaestrados. Un prodigio de imaginación, una espiral de emociones desenfrenadas cuya gira anterior despertó la locura en más de treinta países de toda Europa, América, Asia y Oceanía. Es tal el furor que ha despertado su llegada en nuestro país que los promotores de lugares tan dispares como Japón, Italia, Alemania o Estados Unidos ya se han adelantado colocando su alfombra roja y voceando su inminente estreno en aquellos lares. No pierdan la oportunidad de asistir a este impresionante catálogo de aventuras imposibles, un carrusel de sorpresas que le harán vibrar en su butaca, como si estuviera en el cine. Compren ya su entrada. No les defraudará. Se lo aseguro.

domingo, 5 de febrero de 2012

Giacometti vs. Browning

En su escrupuloso y sentido estudio sobre el realizador norteamericano Tod Browning (Cátedra, 2010), José Manuel Serrano Cueto no elude las referencias en la obra del cineasta a las pinturas negras de Goya. No se trata de ninguna información baladí, ya que el insólito universo del autor de Drácula o Freaks (La parada de los monstruos) se nutrió de numerosas influencias pictóricas y artísticas para gestar un mundo donde cabían el expresionismo alemán, el barroco, el surrealismo y, por supuesto, la deformidad, el gusto por lo antinatural, lo diferente. Realizadores posteriores que, a su vez, han bebido del caudal dejado por Browning -por ejemplo, Cronenberg o Lynch- y que pueden presumir de haber desarrollado ese cosmos propio tan caro a la célebre autoría acuñada por los integrantes de Cahiers du cinema, sin duda lo habrían tenido mucho más difícil en las décadas de los 20 y 30, años en los que, todavía cuesta creerlo, Browning se amparó en el respaldo de productores que asumían un gran riesgo -Thalberg, Laemmle Jr.- para vencer las reticencias de una censura aún imberbe y un público poco acostumbrado a tal desfile de atrocidades. Sólo cuando se instauró el famoso código Hays para establecer con rigidez lo que se podía o no ver en la pantalla, Browning se doblegó ante la industria logrando, aún así, algunas imágenes sugerentes en films como La marca del vampiro o Muñecos infernales. El director del célebre ciclo de películas con Lon Chaney -en su mayoría hoy desaparecidas- había rebasado todos los límites de lo políticamente correcto con Freaks, y ni la industria ni el público podían perdonarle ya. Tras su última película poco antes de la década de los 40 y hasta su muerte en 1962, Browning sobrevivió de las rentas cosechadas y de algún que otro trabajo alimenticio, muriendo en la más absoluta indiferencia.
Sólo cuatro años después, a muchos kilómetros de allí, en la ciudad suiza de Coira, fallecía el artista Alberto Giacometti. Ignoro si alguna vez ambos maestros se conocieron, pero tras ver la magnífica exposición que el Museo Picasso de Málaga le ha dedicado al pintor y escultor, me ha quedado una vez más meridianamente claro que el parentesco artístico no obedece ni a fechas ni a lugares, sólo al impulso creativo, al espíritu que cada cual aloja en el interior de su obra. ¿Tendría presente Giacometti mientras modelaba El hombre que camina las películas de Browning? ¿Habría visitado éste en la Galería Pierre Matisse de Nueva York la retrospectiva que se ofreció sobre la obra del anterior a finales de los 40? Los retratos y figuras de Giacometti, como las mejores películas de Browning, socavan las leyes de la física, los parámetros normales para instalarnos en una realidad paralela, donde las distorsiones son la única regla y la impresión visual debe ser forzosamente castigada para hacernos creer que los fantasmas, los espectros, la depravación están más cerca de lo que imaginamos, quizá hasta dentro de nosotros mismos.

martes, 24 de enero de 2012

The reader´s diary (VI)


El sonámbulo de Verdún. Eva Díaz Pérez (Destino). Voy al grano: la mejor novela de Eva Díaz, quizá junto a Hijos del mediodía. Un narrador omnisciente, que se permite incluso contar las entretelas del proceso de escritura literaria, y que me ha traído a la memoria al Isaac Rosa de El vano ayer, pasa de una historia a otra, de un personaje a otro, cuyas vidas van configurando un puzzle biográfico que completa sus piezas con pequeños detalles a medida que van pasando las páginas. En el centro de todo, la historia contemporánea de Centroeuropa, las ruinas de las grandes ciudades imperiales, y la música de una guerra olvidada, la Primera, donde todo comenzó a cambiar a peor. Un estilo fluido, pleno de imágenes poderosas, nos acompaña en este necesario viaje memorialístico.
Uno de los últimos trabajos de Félix Romeo fue traducir este curioso y entretenido ensayo de Daria Galateria. Trabajos forzosos. Los otros oficios de los escritores (Impedimenta) desmenuza con sorprendente economía narrativa la biografía profesional de una veintena de escritores que, en algún momento de su vida, ya fuera por necesidad, por imposición o por querencia, abrazaron oficios -algunos de lo más pintoresco- para poder pagar sus facturas, esa engorrosa cuestión que entorpece la tarea creativa del literato. Desde la oscura oficina de seguros de Kafka a la pesca furtiva de ostras de Jack London, pasando por los cargos políticos de Malraux o la aviación comercial de Saint-Exupery, Galateria pasa revista con celeridad y abundancia de datos dejando claro que las dificultades y penurias laborales se extienden a todos los ámbitos.
Altamente recomendable y necesario es el Diccionario crítico de directoras de cine europeas, elaborado por María del Carmen Rodríguez Fernández y Eduardo Viñuela Suárez (Cátedra), que sistematiza la biografía y trayectoria profesional de todas las realizadoras nacidas en Europa o que han desarrollado buena parte de su carrera en el viejo continente desde los inicios del séptimo arte hasta la actualidad. Una obra de consulta imprescindible que viene a llenar un hueco sólo cubierto parcialmente hasta la fecha con alguna monografía más focalizada, estudios parciales o libros de entrevistas.

jueves, 19 de enero de 2012

Primer asalto ganado


Los dividendos arrojados por la saga Millenium de Stieg Larsson parecen no tener fin. Si la venta de las novelas se estanca, ahí están los magnates del cine norteamericano para hacer uso propio -ante la falta de ideas propias, perdón por la redundancia- del atractivo y negrísimo universo del escritor sueco. Ignoramos si las dos restantes partes de la trilogía contarán con los mismos artífices, pero para Los hombres que no amaban a las mujeres Hollywood ha reclutado a dos reputados asalariados de la industria, el guionista Steven Zaillian -La lista de Schindler, En busca de Bobby Fisher, Todos los hombres del rey- y el director David Fincher -Seven, El club de la lucha, La red social-, con lo que, a priori, la cosa difícilmente podía salir mal.
El resultado así luce. Un metraje más generoso ha permitido a ambos incluir personajes que no aparecían en la versión sueca, como la hija del protagonista Mikael Blomkvist -curiosamente interpretada por la hija del actor que lo incorporó en la película original, Michael Nyqvist-, pero también quitar protagonismo a otros o suprimir pasajes significativos de la trama: por ejemplo, no aparece el marido de Erika Berger y no se insinúa siquiera la relación de Mikael con Cecilia, la sobrina del patriarca de los Vanger. La gélida puesta en escena nórdica es reemplazada aquí por un ritmo dinámico, que se centra más en la investigación de Blomkvist y Salander, pasando casi de puntillas por la redacción de Millenium. Elección acertada si tenemos en cuenta que habrá dos películas más para mostrar a personajes de la publicación que serán decisivos en cada una de ellas. La recreación de ambientes está también muy conseguida, aunque Fincher y Zaillian no han podido evitar exhibir la marca de la "casa" exhibiendo algún detalle sin importancia como la elección de los cigarrillos Marlboro por parte del protagonista.
Este, incorporado por el solvente Daniel Craig, aporta muchos más registros que Nyqvist, y nos llega a hacer creer que es la viva encarnación del periodista. No ocurre lo mismo con Rooney Mara, que no puede hacernos olvidar, pese a sus esfuerzos, la turbia presencia de Noomi Rapace. Entre los secundarios, destacar al casi siempre magnético Stellan Skarsgard, al incombustible y eternamente aristocrático Cristopher Plummer, y el agradecido detalle por parte del director de casting de incluir al croata Goran Visnjic para incorporar a su paisano Dragan Armanskij.

martes, 10 de enero de 2012

Sólo apto para los electos

En teoría, puede parecer algo incongruente que un libro sobre los entresijos del relato corto tenga más de cuatrocientas páginas. En la práctica también. El bloguero y también cuentista Miguel Ángel Muñoz ha recopilado las entrevistas realizadas en su imprescindible blog "El síndrome de Chejov" a más de treinta escritores, entre los que se encuentran desde los patriarcas o hermanos mayores del género breve -José María Merino, Juan Eduardo Zúñiga o Hipólito G. Navarro- a las últimas generaciones -Muñoz Rengel, Neuman o Sara Mesa-. Pero si una de las características que los teóricos y practicantes de un buen relato no se han cansado de pregonar -que éste debe tener su medida justa, ni una línea más o menos- es ignorada flagrantemente por el autor de La familia del aire (Páginas de Espuma, 2010), se corre el riesgo de que la loable intención del proyecto planteado derive hacia el polo opuesto, convirtiéndose en un repelente para los advenedizos interesados y en un manual sólo apto para el restringido círculo de los incluidos en el volumen y sus allegados.
La lectura de cada entrevista sólo consigue llegarnos plenamente si tenemos en la memoria los libros y relatos que se mencionan -algunos hasta la extenuación-, por lo que el lector más o menos interesado en la peripecia y pensamientos del autor en cuestión irá directamente a las cuatro o cinco preguntas comunes que Muñoz plantea a todos los entrevistados. Este desconcertante efecto se acrecienta con la inclusión de algunos autores que apenas han practicado el género del relato corto o que nunca lo han hecho, caso de Antonio Orejudo -de ahí, supongo, sus casi monosilábicas respuestas-, y con la ausencia de otros que deberían figurar por derecho propio.
La brillante introducción de Muñoz y su entusiasmo periodístico no mitigan la sensación de círculo cerrado y algo monótono que preside todo el libro, características que, unidas, tampoco son lo más deseable en los libros de cuentos.