martes, 10 de julio de 2012

The reader´s diary (IX)

Están los que viven para contarlo y los que viven para escribirlo, porque saben que su tiempo se agota y no quieren que lo que han visto se pierda para siempre. Siegfried Sassoon (1886-1967) y Wilfred Owen (1893-1918) podrían responder a esos dos modos de entender el hecho literario. Octogenerio el primero, pudo contar los horrores que había visto desde la distancia y la reflexión que otorgan el paso del tiempo e incluso permitirse conceder entrevistas. Owen no tuvo tanta suerte. Es más, se podría decir que la tuvo pésima, pues fue abatido una semana antes del final de la primera guerra mundial, recibiendo su madre la carta de su fallecimiento el mismo día del armisticio. Cuando su amigo y mentor Sassoon fue herido en la cabeza y obligado a permanecer en Inglaterra, Owen sintió que su deber era volver al frente francés para ser testigo en cuerpo y verso de la gran tragedia a la que ya se vislumbraba el fin. Su heroica actitud parece de otro tiempo, ajena al sentimiento de avestruz que hoy parece adueñarse del mundo. Sus poemas, vibrantes y plenos de imágenes que castigan la indiferencia, son citados con frecuencia como ejemplos máximos del pacifismo, y han sido recopilados ahora en una bella edición: Poemas de guerra (Acantilado).
De otra guerra, de sus avisos y consecuencias, habla también Phillip Kerr en el séptimo tomo de su ya clásica serie con Bernie Gunther de protagonista. Gris de campaña (RBA) transcurre casi íntegramente en celdas y salas de interrogatorio, donde nuestro hombre da rienda -más o menos suelta, según le va pareciendo y le convenga- a sus recuerdos sobre su inagotable pasado policial y detectivesco. No faltan sus habituales desplantes, las palizas, algún que otro polvo rápido, las sorpresas y, por supuesto, esa imaginería de la Europa de entreguerras y de la Segunda Guerra Mundial que el autor de Una investigación filosófica sabe recrear como un auténtico estilista. Sus seguidores estamos de enhorabuena, ya que el octavo tomo de la serie, Praga mortal, ya ha llegado a las librerías. Pronto en este mismo blog.

lunes, 2 de julio de 2012

The reader´s diary (VIII)

El que siga este blog sabrá que Kafka es uno de sus invitados ineludibles en cuanto surge la mínima ocasión. Ya se trate de una reedición de alguna de sus obras, de una nueva mirada a la inagotable Praga, o de una reciente publicación sobre el escritor checo, uno no puede esconder sus simpatías ante uno de los letraheridos con el que siente más afinidad. Por eso, y por mucho que se haya escrito y quede por escribir sobre Kafka, algunos todavía pueden aportar luz en ese universo de claroscuros que germinó el autor de En la colonia penitenciaria. Pietro Citati es uno de ellos, y en Kafka (Acantilado, 2012), libro que algunos críticos han reseñado como la biografía de un santo, demuestra su reverencia y pasión ante una figura apasionante, plena de recovecos tan angostos e impredecibles como los pasajes praguenses. Apoyándose en sus diarios y en su correspondencia con sus amadas, Citati penetra en el tuétano de sus obras más célebres poniéndolas en relación con una vida casi obligatoriamente eremita.
Tampoco fue muy larga ni feliz la existencia del poeta checo Jirí Orten, nacido cinco años antes de la muerte de Kafka para perpetuar en el tiempo ese rastro de sangre y crueldad que se extiende entre el final de una guerra y el principio de otra. Algunos han comentado que Orten tuvo la suerte de eludir el martirio de los campos de concentración, pero viendo su final -atropellado por una ambulancia alemana que no le socorrió al ser judío y denegándole el acceso a todos los hospitales de Praga-, no sabemos si el calificativo es apropiado. Tras la publicación de sus diferentes cuadernos diarísticos por Pre-Textos -Sólo al atardecer (1996)- faltaba que alguien se atreviera a dar el paso y sorteara la laguna de su quehacer poético, rubricada en cuatro libros en vida y dos póstumos, una herencia bastante fecunda para sus escasos veintidós años. Traducidos por Clara Janés, Bajo la tierra (Salto de Página, 2012) reúne su libro Elegías y algunos de sus mejores poemas, escritos desde esa perspectiva desesperanzada y rabiosamente melancólica que le convirtieron en uno de los poetas checos más alabados.

miércoles, 27 de junio de 2012

Un thriller a valorar


Imanol Uribe siempre me ha parecido un director bastante respetable desde sus comienzos en el cine de ficción con La fuga de Segovia (1981). Títulos como La muerte de Mikel (1984), El rey pasmado (1991), Días contados (1994), Plenilunio (1999) o El viaje de Carol (2002) han demostrado con creces su solvencia, su garra y su voluntad de ponerse tras las cámaras -crisis aparte- sólo cuando un tema le interesa lo suficiente. Partiendo de un excelente guión de la joven sevillana Remedios Crespo -VI Premio SGAE de Guión Julio Alejandro-, Miel de naranjas puede despistar al espectador por su título y su trailer, enfocado más a la historia de amor que viven dos de sus protagonistas principales. Pero nada más lejos de la realidad, ya que el verdadero asunto de la película es la resistencia comunista en la España de los cincuenta, un tema no demasiado abordado en la cinematografía española y resuelto aquí con gran intensidad, por más que algunos personajes puedan caer en el estereotipo -como el interpretado por Karra Elejalde-. Al margen de algunas escenas antológicas como la del suicidio o la del rescate, Uribe sabe jugar sabiamente con la elipsis narrativa, los equívocos, los símbolos -las naranjas del título- el paisaje moral y el físico -magnífica la fotografía de nocturna de Gonzalo F. Berridi-, logrando que la cinta mantenga el interés de principio a fin sin descubrir sus cartas. La interpretación no desentona en el conjunto rayando a gran nivel, destacando sobre todo las de Eduard Fernández y Carlos Santos. Además de todas estas virtudes, Uribe nos ha hecho un gran favor a los nostálgicos, haciéndonos soñar con que el cine Jerezano, escenario de tantas ilusiones, vuelve a estar abierto. Un punto más a su favor.

domingo, 10 de junio de 2012

Buenas y negras noches


Sin duda estamos ante la mejor película del George Clooney director hasta la fecha. Si, cada una a su estilo, Confesiones de una mente peligrosa (2002) y Buenas noches y buena suerte (2005) apuntaban maneras de cinéfilo voraz y entregado a una causa independiente, con cierto aire a los Coen, esperanzas que se vinieron un tanto abajo con Ella es el partido (2008), Los idus de marzo (2012) revela solidez por sus cuatro costados en su dimensión de sátira política, que puede quedarse corta incluso, pero que en lo cinematográfico roza la perfección. Los tejemanejes de las campañas políticas en Estados Unidos, cuya hipocresía para mantener a toda costa a salvo la imagen pública y de honorabilidad será difícil que veamos por aquí en esos extremos, son retratados con toda su crudeza utilizando la imagen de un jefe de prensa -impresionante, una vez más, Ryan Gosling- que se sitúa en la misma óptica del espectador, participando de su sorpesa, su desilusión y su escepticismo. Clooney, perfecto también en su papel de candidato con doble fondo, sigue las pautas del cine clásico -El político (1949) o Ciudadano Kane (1941) se nos vienen a la cabeza más de una vez-, primando el mensaje negrísimo de la historia por encima de alardes visuales o técnicos. La pobredumbre moral que asola la película nos hace preguntarnos si cualquiera de nosotros podría escapar indemne de una situación así.

jueves, 31 de mayo de 2012

Tal como eran


Las revistas cinematográficas de los años 30 y 40 eran muy dadas a organizar concursos de fotogenia entre sus lectores. Muchos aspirantes a actores, y algunos que soñaban con serlo algún día, enviaban su foto con la esperanza de que un cazatalentos de alguna productora atisbara sus incipientes posibilidades. Casi todos siguieron en el anonimato más absoluto, pero a veces saltaba la liebre. Véase en la parte inferior de la derecha a una Elvira Quintillá de sólo 7 años. Pocos años más tarde debutaría en el escenario con la compañía de María Guerrero, y en 1941 hizo su debut en el cine con Los millones de Polichinela (Gonzalo Delgrás). El resto de su trayectoria es de sobra conocido, con papeles importantes en Esa pareja feliz (1951), ¡Bienvenido, Mr. Marshall! (1952) o Plácido (1961).
(Foto aparecida en Cinegramas, nº 44, 14-7-1935)

domingo, 20 de mayo de 2012

Sueños a buen recaudo

Leyendo el interesante reportaje aparecido esta semana en El Cultural sobre la próxima inauguración del Centro de Conservación y Restauración (CCR) de la Filmoteca Española, recordé mi reciente visita al Palacio de Perales, sede central del organismo, pero también mi paso por la Cinémathèque Française y su Musée du Cinéma, todo un paraíso para el cinéfilo, inaugurado en 1972 por Henri Langlois. Dice el autor del artículo, Carlos Reviriego, que los franceses luchan contra la degradación del nitrato de celulosa conservando las películas en castillos con muros de dos metros de espesor. Nosotros nos tenemos que conformar con sótanos excavados bajo tierra hechos ex profeso para que nuestro legado cinematográfico no se pierda. La causa bien lo merece.

(Publicado en Fotogramas, nº 1636, 12-3-1980)




jueves, 10 de mayo de 2012

Los inicios de un sello


Poco antes de iniciarse el rodaje de Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón
(Publicado en Fotogramas)