lunes, 8 de julio de 2019

Porfiria Sanchiz dibujada (III)

A principios del año 1943, la popularidad de Porfiria Sanchiz está en su cenit. Desde su debut en la compañía del Teatro Español con Las bizarrías de Belisa ha interpretado nada menos que quince obras en apenas dos años y en el mes de marzo inicia el rodaje de El escándalo, la adaptación de la novela de Pedro Antonio de Alarcón que tantas buenas críticas le reportará.

A pesar de verse obligada a ceder el puesto de primera actriz de la formación a Mercedes Prendes, Porfiria figura como primera actriz de carácter y consigue grandes papeles en los años de mayor éxito de la compañía dirigida ya por Cayetano Luca de Tena en sustitución del fallecido Felipe Lluch. Ese año solo intervendrá en tres montajes, pero a cual más celebrado: El tríptico de la pasión, de Nicolás González Ruiz; Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas, y El castigo sin venganza, de su querido Lope de Vega.



Los caricaturistas de la prensa acentuarán definitivamente su mirada inquietante y algo perversa, llena de sutiles matices, y nos la mostrarán casi siempre hierática, como acechante. Cuando se dispone de menos espacio, como ocurría a veces en las páginas de ABC, sus ojos y su boca de desorbitan en rictus que la emparentan en el tiempo a esos "Viejos comiendo sopa" de Goya o a esas brujas y papeles un tanto estrafalarios -La montaña rebelde, Españolas en París, El viaje fantástico de Simbad- que incorporará en su última etapa en el cine.





martes, 2 de julio de 2019

Maruja Sanchiz, la starlet efímera (I)

Sin duda uno de los hallazgos más felices en la investigación para escribir el libro Porfiria Sanchiz. La tigresa escondida en la almohada (Shangrila, 2019) fue la aparición de Maruja Sanchiz, hermana de la actriz y también dedicada al mundo del espectáculo. Nacida en 1917 en Barcelona, en uno de los muchos destinos a los que su padre Francisco fue enviado como ingeniero, Maruja fue aún más precoz que Porfiria en subirse a un escenario, si bien su carrera fue mucho más efímera.

Tras formarse en la compañía de Irene López Heredia, la primera aparición suya de la que tenemos constancia fue como vicetiple en la opereta Luna de mayo para la compañía Martínez Penas, que sirvió para inaugurar la temporada en el Teatro de La Zarzuela el 21 de septiembre de 1934.
Maruja representaba todo lo opuesto a Porfiria: si esta era tímida, Maruja era desenvuelta y muy extrovertida, dada a conceder entrevistas y a dejarse ver por la noche madrileña en multitud de eventos.

En aquellos años finales de la Segunda República una de las mejores plataformas para ascender en el mundo del espectáculo eran los concursos de misses que proliferaban a lo largo y ancho del país. Maruja aprovechó su belleza física, que no cesaron de alabar los cronistas "piroperos" de la época, para ganar terreno hacia la gran pantalla. Ya en febrero de 1935 es seleccionada entre las veinte damas elegidas para hacerse con el premio "Señorita Voz 1935" que, con el patrocinio de la productora Cifesa, convocaba el periódico madrileño del mismo nombre con la idea confesa de convertir a la ganadora "en una estrella de cine, una belleza fotogénica, expresiva, dinámica...". Sobre el pie de foto "¿Será esta la Señorita Voz?" el rotativo publica cuatro imágenes de cuatro de las aspirantes al premio, y una de ellas será la de Maruja Sanchiz. El premio recayó en la joven Isabelita Pradas y le sirvió para protagonizar junto a Miguel Ligero la película Soy un señorito de Florián Rey.

No obstante, a Maruja el concurso le sirvió para empezar a ser conocida y fue elegida junto a otras futuras promesas por la revista "Blanco y Negro" para ilustrar el reportaje fotográfico "Diálogos de ahora y siempre" con textos de Vicente Vega y fotos de V. Muro.



Muy poco después, el 20 de mayo, queda en la terna final de "Miss Zarzuela" junto a Aurora Sáez y Carmen Areas, que resultará la ganadora. Maruja siente que cada vez está más cerca del triunfo. Su gran momento parece estar a punto de llegar.

lunes, 24 de junio de 2019

Películas desaparecidas o no localizadas (IV)

La tienda de antigüedades (1949) fue la segunda película del director José María Elorrieta tras La ciudad de los muñecos (1945). No existen muchas referencias sobre ella, ya que estuvo tan poco tiempo en cartel desde su estreno el 20 de febrero de 1950 en el cine Ideal de Madrid, que los críticos casi no pudieron reseñarla. Tan solo el juicio posterior de Fernando Méndez-Leite en su Diccionario del cine español (1965) nos permite considerar su valía: "pese a ciertas ingenuidades, no desagrada el relato folletinesco, siguiéndose con curiosidad las peripecias de una intrépida muchachita, que nos recuerda ciertas heroínas del cine hollywoodiense".

Protagonizada en sus principales papeles por José María Seoane y Rosita Yarza, el resto del elenco lo integraron Valeriano Andrés, Manuel Dicenta, Ángel de Echenique, Julia Pachelo, Porfiria Sanchiz -que sustituyó a la inicialmente prevista Guillermina Grin-, Ángel Ter, Trini Montero y una jovencísima Maruja Díaz. La película se ambientaba en el Madrid de 1882 donde una joven llamada Isabel (Rosita Yarza) encuentra alojamiento en la casa de su tío, que alberga también una tienda de antigüedades, y donde viven más inquilinos que no reciben su visita con buenos ojos, ya que puede dar al traste con su organización, dedicada a fines fraudulentos.

Junto a Noche de celos (1950), La tienda de antigüedades (1949) se puede considerar la otra película maldita que protagonizó Porfiria con el cambio de una década que también arrojaría dos proyectos frustrados de los que hablaré en otra entrada.


miércoles, 12 de junio de 2019

Porfiria Sanchiz dibujada (II)

Durante su época de gloria en la compañía del Teatro Español, donde interpretó nada menos que 39 obras a lo largo de nueve años, entre 1941 y 1949, Porfiria Sanchiz fue dibujada por los artistas de la prensa de la época en casi todas sus actuaciones. Ya desde su primer papel protagonista en Las bizarrías de Belisa se destacan sobre todo sus ojos, desorbitados en el centro de un rostro perfectamente ovalado y por lo general con expresión seria, cuando no intrigante o de matices algo perversos. Es una constante que se reflejará y acentuará a lo largo de su trayectoria, al igual que su talle fino y la elegancia de su pose.



miércoles, 5 de junio de 2019

Películas desaparecidas o no localizadas (III)

Senda ignorada (1946) fue el debut en la dirección de José Antonio Nieves Conde (1911-2006), tras ejercer como periodista en publicaciones como Pueblo y Primer Plano, y curtirse previamente en el oficio como guionista y ayudante de dirección en varios títulos. Rodada íntegramente en estudio, la película se ambientó en la Nueva York de la época dorada del cine negro, con un reparto que respondía a nombres norteamericanos hasta el punto de que en algunos países como Bélgica se publicitó como una producción estadounidense. El argumento se centraba en la lucha de un gánster de origen italiano por escapar de la justicia acusado de un crimen que no había cometido.

La crítica de la época valoró positivamente el esfuerzo del realizador por acercarse al estilo de las producciones más representativas de un género tan en boga, sobre todo al tratarse de una primera película: "J. A. Nieves Conde, el joven director, se atreve a situar la acción de esta nueva película española en el ambiente neoyorquino y logra dar la sensación de una producción americana en nuestro idioma. He aquí el raro mérito del plasmador" (ABC, 8-3-1947). La interpretación fue igualmente aplaudida: "El trío masculino se complementa muy bien con la distinción que Alicia Palacios da a su papel y el acertado trabajo de un extenso grupo de actores secundarios, entre los que cuentan Ricardo Merino, José María Rodero, Porfiria Sanchiz, Ramón Martorí, Nicolás Perchicot, Manuel Arbó, Dionisia de las Heras, Ángel de Andrés..." (Primer Plano nº 316, 3-11-1946).

Totalmente desaparecida, se especuló un tiempo con la posibilidad de que hubiera una copia en una filmoteca sueca pero nunca se ha confirmado. Senda ignorada fue la primera película que rodó Porfiria Sanchiz tras su celebrado papel en El escándalo (José Luis Sáenz de Heredia, 1943).


jueves, 30 de mayo de 2019

Porfiria Sanchiz dibujada (I)

"Queríamos, asimismo, recordar su interesante máscara escénica, la maravilla de sus inmensos ojos oblicuos, su esbelta y elegante figura, cenceña y mórbida a la par (...) brillos de llamarada o resplandor de luna clara en sus inmensos ojos, algo egipcios -cleopatrescos-, según el rencor y la desesperación o la fascinación amorosa se asomaban a ellos". Así describía a Porfiria Sanchiz el periodista José D. De Quijano en las páginas del ABC. Sin duda, los ojos de la actriz eran uno de sus rasgos más característicos y, con el paso de los años, a la par que se fueron endureciendo como su rostro, la acabaron relegando casi sin solución en papeles malvados, turbios, cuando no siniestros y cercanos a lo grotesco. Y así lo hace la revista Primer Plano con uno de los personajes más famosos que incorporó Porfiria en la pantalla y que, a la larga, acabarían condicionando su carrera, el de Gregoria en El Escándalo (José Luis Saénz de Heredia, 1943): "Y la maldad que cabrillea en los ojos de Gregoria y en su voz apagada (...) Y hasta Gregoria, ese ángel de alas negras, encuentra en nosotros más piedad que odio. Le abrimos el agujero de nuestra compasión ante el espanto de su alma torturada, convulsa (...) o en Porfiria Sanchiz, que mide con el gesto una vida interior insuperable" (Primer Plano, nº 158, 24-10-1943).

Esa mirada tan especial de Porfiria, su extraña belleza, fueron desde sus inicios teatrales muy bien recibidos por los caricaturistas de la prensa, un gremio indispensable en las reseñas de los estrenos de los principales teatros, y cuya importantísima labor recogió Jesús Rubio Jiménez en Retratos en blanco y negro: la caricatura de teatro en la prensa (1939-1965) (Madrid, Centro de Documentación Teatral, 2008). A lo largo de su extensa carrera Porfiria será dibujada con trazo grueso en composiciones que destacan los rasgos más sobresalientes de su fisonomía. Como veremos en diferentes entregas, sucederá en ocasiones que su personaje tome forma en tres o cuatro pinceladas muy definidas y llamativas.


jueves, 23 de mayo de 2019

Porfiria en el Conservatorio

Aunque asiste como oyente en el curso 1928-29 Porfiria Sanchiz ingresa en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación al año siguiente permaneciendo los tres cursos académicos y asistiendo a las asignaturas obligatorias en el reglamento del centro: Indumentaria, Historia de la literatura dramática, Historia antigua y moderna de la esgrima y su práctica, y, por supuesto, declamación, que era la que más interesaba a los futuros profesionales.

Como complemento a las enseñanzas impartidas en el Conservatorio, los alumnos realizaban ejercicios escolares consistentes en funciones públicas en las que demostraban sus aptitudes sobre las tablas, ya fuera recitando poemas o interpretando piezas breves o pasajes de conocidas obras teatrales. Eso les permitía también perder el miedo escénico y foguearse ante la futura exigencia de público y crítica.

Porfiria, que solo había tenido breves incursiones anteriores sobre las tablas durante su estancia familiar en Tenerife, debuta en los escenarios madrileños, concretamente en el Teatro Cómico, el 11 de abril de 1930 merced a una de las prácticas llevadas a cabo por el profesor de Declamación Práctica del centro, Enrique Chicote. Presentada en los periódicos de la época como Porfirita Sanchís, la actriz leyó un poema de Chamizo e interpretó junto a Luis Campanario el entremés de los hermanos Álvarez Quintero Ganas de reñir. 

Al año siguiente, y aunque ya formaba parte como meritoria de la compañía de Margarita Xirgu, Porfiria siguió participando en estos ejercicios escolares. De nuevo a las órdenes de Chicote, interpretaría el 20 de marzo en el Teatro de la Princesa el epílogo de la obra Nena Teruel de los Álvarez Quintero.

Integrada en la compañía de Irene López Heredia, el 22 de marzo de 1932 Porfiria participa por última vez en una práctica escolar, esta vez en el Teatro María Guerrero, recitando la obra de Eduardo Marquina En Flandes se ha puesto el sol.