Sé que a muchos les parecerá casi una herejía reunir en la misma entrada a Luis García Berlanga y a Leslie Nielsen, pero quiero pensar que a ellos, anchos de miras y partidarios, por encima de otras cuestiones, del humor más torrencial, no les habría importado. ¿Qué saldría de ese diálogo ya imposible entre el autor de
Calabuch y ese icono del cine paródico de los 80 y 90? Seguramente material para una nueva película. En su defecto, me apetece recordar aquí algunas de las perlas berlanguianas dejadas en la grabadora de Antonio Gómez Rufo para su
Confidencias de un cineasta (Ediciones Jc, 2000): "La soledad total, eso es lo que me gusta, a lo que aspiro. Encerrarme en mi estudio, tener mis propias masturbaciones, y no sólo me refiero a las biológicas, a las fisiológicas. También me refiero a mis masturbaciones conceptuales, intelectuales. Crear mi propio universo y poder fabular en él, perderme en él, imaginar, soñar, componer mis deseos y creer que los estoy cumpliendo". Y ahí va otra: "Esta sociedad es hipócrita, se siente ofendida en público por lo que le encanta en privado, dice tener unos valores morales que no tiene. ¡Joder! ¡Yo prefiero que me llamen guarro a la cara porque me gustan los zapatos de tacón, los tobillos de las señoritas y las cuerdas, pero eso sí, que luego en privado lo piensen también! Porque resulta que yo digo barbaridades en mi cine, pero ellos las hacen. A la gente le gusta aparentar una decencia que no tiene: ponen cara de huelemierdas si oyen una frase en mi película contra la religión, la aristocracia o los políticos, pero ellos son los que han inspirado las realidades que yo reproduzco".
Si uno se detiene a pensar un poco, Berlanga y Nielsen tenían muchas cosas en común: ambos eran casi de la misma quinta -el valenciano del 21 y el canadiense del 26-, abundaban en canas -uno en forma de rizos y barba tupida, otro en un corte clásico y casi indespeinable- y los dos, tras probar otras profesiones y registros -Berlanga quiso ser poeta, arquitecto, ciclista y pintor, mientras que Nielsen trabajó de disc-jockey y trató de ser un respetable actor dramático sin éxito- se rindieron al humor, a cuya fabricación -en sus diferentes acepciones, mordaz y satírica en el primero, mímica y
peterselleriana en el segundo- parecían estar destinados desde su más tierna infancia: ¿a quién si no se le pudo ocurrir bautizar a Nielsen con un nombre de mujer?
Erotómano confeso hasta la saciedad, Berlanga encontró en sus películas y en la dirección de la colección "La Sonrisa Vertical" la plasmación artística y la forma de hacer pública sus inquietudes nunca ocultas, mientras que Nielsen tuvo que pagar el tributo de numerosos seriales televisivos y personajes secundarios de la más variopinta ralea -desde el comandante Adams de
Planeta prohibido al que encarnaba en la catastrofista
La aventura del Poseidón, género que, irónicamente, acabaría parodiando en
Aterriza como puedas, y desde villanos de medio pelo en infumables westerns hasta pequeños papeles en cintas que explotaban los filones del momento, ya fuera la rebelión animal (
El día de los animales) o la comedia juvenil universitaria (
Soul man)- hasta encontrar ese personaje metepatas de la tercera edad de inagotable vis cómica que acabaría incluso imitándose a sí mismo en la reciente
Spanish movie. Dos talentos que, con algún que otro altibajo, mantuvieron su estado de gracia por el bien colectivo común.
P.D. Para los que no la conozcan, os dejo la prueba de cámara que Nielsen rodó para incorporar el personaje de Messala en
Ben-Hur que luego acabaría interpretando Stephen Boyd. Afortunadamente, la historia del cine suele acabar poniendo a todos en su sitio.