Desde las páginas de Los Angeles Times -de cuyos primeros fogueos nos ofrece una entrañable crónica-, Robert Hilburn consiguió que la prensa prestara más atención al mundo del rock cuando éste todavía estaba en pañales y las míticas figuras que hoy están en la memoria de todos se labraban entonces su porvenir. Armado de la honestidad y el arrojo periodístico como principales armas -todo sea por la música-, Hilburn logró a lo largo de sus muchos años de carrera cubrir conciertos memorables como el Live Aid o entrevistar a iconos de la música estadonidense y europea en diferentes etapas de su carrera.
Desayuno con John Lennon tiene la virtud de haber sido hilvanado cronológicamenten en el tiempo, de tal modo que asistimos, por ejemplo, al descubrimiento de unos casi imberbes U2, a su eclosión como figuras mediáticas y a sus discutibles últimos giros musicales, con lo cual tenemos ante nosotros el crecimiento personal y artístico de Bono y sus compañeros. Lo mismo sucede con otras grandes personalidades como Bob Dylan, Bruce Springsteen, Michael Jackson o Johnny Cash, al que Hilburn entrevistó en la prisión de Folson. El libro de Hilburn ofrece episodios memorables como la entrevista a John Lennon poco antes de ser asesinado, la charla telefónica con Courtney Love en la que se mostraba preocupada por el futuro de su marido Kurt Cobain -al que encontraría muerto poco después-, la emotiva charla con un Elvis hastiado de rodar películas, o los siempre difíciles acercamientos al casi inaccesible Bob Dylan. Pero el prestigioso crítico musical, capaz de pasar días muertos en un hotel a la espera de ser recibido por la leyenda en cuestión, también deja espacio en su libro para nuevos movimientos como el rap y para viejos géneros como el country. En sus varias décadas de profesión Hilburn ha tenido la suerte de codearse con los mejores y de saber compartirlo con los lectores sin adoptar tonos laudatorios ni sentirse coartado por políticas de empresa.
Desayuno con John Lennon transmite un sabor humano, donde los grandes genios pierden su pedestal para bajar al nivel de sus fans. De este modo, se disfruta con su lectura aunque no compartas sus gustos musicales o no conozcas al artista en cuestión. Ésa es la gran virtud del crítico.
Me has convencido. Después del ensayo de este mes, buscaré en las librerías este título.
ResponderEliminarUn saludo.
Jorge Andreu