En su colección "Discos que marcaron una época", la editorial Quarentena dedica su última entrega a los dos primeros discos de la banda británica The Smiths, el que lleva el mismo nombre que el grupo y Hatful of hollow, que incluyó diferentes versiones de canciones que ya aparecían en el anterior junto a otros temas inéditos. Quizá no sean los mejores de una formación de carrera exigua (1983-1987) pero fundamental en el devenir de la música pop británica. La elección de Marcos Gendre, autor del volumen, se debe sin duda al aldabonazo que supuso la irrupción de The Smiths en el panorama musical de la época, ya no sólo por la originalidad y calidad incontestables de su sonido y sus letras, sino por la irresistible atracción que desprendían su forma de comportarse, sus opiniones y su forma de encarar el hecho musical. Seguramente discos posteriores como esa obra maestra que es The queen is dead y su testamento discográfico Strangeways here we come, gestados ya en plena madurez del grupo, deberían figurar como sus obras más emblemáticas, pero el factor que ha primado aquí es la innovación, el aire fresco que supusieron ambos discos primerizos. Gendre desmenuza cada canción, se detiene en sus arreglos, diferentes versiones, sus letras, sus fuentes de inspiración e influencias posteriores, hasta determinar la importancia de su alcance. Morrissey y Johnny Marr concibieron con ellos todo un universo efímero pero de notoria huella en la historia del pop universal. La editorial Quarentena nos lo recuerda y, de paso, le abre su fascinante puerta a todo aquel -pocos, me temo- que aún no hayan tenido el gusto de conocerles.
No voy a decir que el universo que describe el sevillano Daniel Ruiz García en su nueva novela -Todo está bien (Tusquets, 2015)- también es fascinante, porque mentiría como un bellaco. Es más bien sucio, maloliente y desagradable, nada, no obstante, más lejos de la realidad, pues es el que hemos respirado en los últimos años en esta parte del hemisferio sur en la que nos ha tocado vivir. Políticos emponzoñados por un poder que otorga carta blanca para cualquier dislate, periodistas de mala vida que -fieles a su deontología profesional- tratan de pararles los pies o cuando menos denunciar su modus vivendi, parias de un sistema que nunca da una nueva oportunidad a sus víctimas, y la nueva figura del que podríamos llamar "self-made-men-rrss", es decir, quien se aprovecha del nuevo panorama surgido con las redes sociales para crearse un nombre sin aparente esfuerzo. Cada uno de ellos tiene su protagonismo en esta novela coral que va saltando de uno a otro, pero sin perder de vista el cordón umbilical que les une a todos, que no es otra que la realidad más cercana y tangible, ofrecida sin maquillaje, de forma descarnada, agria y sin concesiones, con ramalazos de humor negro y escenas de alta tensión que el autor, quien ya nos ha acostumbrado a su vigoroso pulso narrativo, nos presenta con todos sus colores en poco más de doscientas páginas. Vamos, casi un documento social de la España de pandereta, pero con indudable valor literario.
No voy a decir que el universo que describe el sevillano Daniel Ruiz García en su nueva novela -Todo está bien (Tusquets, 2015)- también es fascinante, porque mentiría como un bellaco. Es más bien sucio, maloliente y desagradable, nada, no obstante, más lejos de la realidad, pues es el que hemos respirado en los últimos años en esta parte del hemisferio sur en la que nos ha tocado vivir. Políticos emponzoñados por un poder que otorga carta blanca para cualquier dislate, periodistas de mala vida que -fieles a su deontología profesional- tratan de pararles los pies o cuando menos denunciar su modus vivendi, parias de un sistema que nunca da una nueva oportunidad a sus víctimas, y la nueva figura del que podríamos llamar "self-made-men-rrss", es decir, quien se aprovecha del nuevo panorama surgido con las redes sociales para crearse un nombre sin aparente esfuerzo. Cada uno de ellos tiene su protagonismo en esta novela coral que va saltando de uno a otro, pero sin perder de vista el cordón umbilical que les une a todos, que no es otra que la realidad más cercana y tangible, ofrecida sin maquillaje, de forma descarnada, agria y sin concesiones, con ramalazos de humor negro y escenas de alta tensión que el autor, quien ya nos ha acostumbrado a su vigoroso pulso narrativo, nos presenta con todos sus colores en poco más de doscientas páginas. Vamos, casi un documento social de la España de pandereta, pero con indudable valor literario.
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