viernes, 24 de mayo de 2013

Demoledora

Si algo caracteriza el discurso fílmico del austriaco Michael Haneke es crear incomodidad en el espectador. La narrativa audiovisual de las últimas décadas nos ha malacostumbrado al vértigo, al deleite, a la falta de pensamiento, a la nula o mínima interacción con la mente que está detrás de la propuesta que se nos ofrece. Haneke no comulga con la estandarización y va por libre. Por eso cada una de sus películas suscita tanto los más escendidos elogios como las más enervantes muestras de rechazo. El espectador es parte activa de su ecuación, debe ayudar a darle forma, a resolverla, y debe sufrir con él hasta las últimas consecuencias. Amor es una prueba más de este coherente proceder, y quizá uno de los puntos más álgidos al que Haneke nos ha llevado en los últimos años, seguramente desde La cinta blanca (2009), su anterior película. Desde los primeros compases, Haneke va a contracorriente, ofreciéndonos un plano largo de un patio de butacas repleto de público que asiste a un concierto de piano, sin que nunca se vea el escenario. A lo largo de la película asistimos a otros largos planos con fundido en negro, en la que sólo se escuchan los sonidos que nos dan pistas de la acción, y que nos recuerdan la antológica apertura de Bailar en la oscuridad (2000), del también inconformista Lar von Trier.
Sólo un cineasta tan inclasificable como él puede destrozarnos el final de la película sin que nos importe, ya que de lo que trata Amor es del sentimiento en su grado más extremo, en su expresión más desnuda, hasta llegar a esos pliegues recónditos del alma que creíamos no poseer. Dos actores que no actúan, que parecen haber estado siempre ahí -esos dos grandes monstruos llamados Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva-, se nos ofrecen en carne viva para que observemos su degradación física y espiritual, sorteando los obstáculos diarios y la incomprensión de los que siempre serán ajenos a esa fortificación que levanta el amor a su alrededor para que nadie pueda entrar. Llegará un momento, cuando alcancemos cierta edad, en la que alguien nos preguntará y responderemos sin dudar: "no os preocupéis, yo he visto Amor de Haneke, y es como si ya lo hubiera visto todo".

1 comentario:

  1. De lo mejor del año, sí. O, mejor dicho, de lo mejor de los últimos años.

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