Que la vida de Frank Sinatra fue turbulenta no hace falta que venga nadie a descubrírnoslo. No es esa la intención del periodista Francisco Reyero, quien ya abordó episódicamente los escándalos del crooner en la Costa del Sol en su libro Cuerpos celestes (Ézaro, 2014), autor de Nunca volveré a ese maldito país (Fundación José Manuel Lara, 2015), memorándum de las diferentes estancias y correrías del cantante por el paisaje franquista español. Concebido al modo de los hoy desaparecidos teletipos periodísticos, la obra de Reyero es un exhaustivo trabajo de investigación gestado tras laboriosa pulsación de archivos y hemerotecas digitales amén de entrevistas con gacetilleros, fotógrafos y gente de la farándula que en algún momento se cruzó con el oscarizado astro. No se trata aquí de opinar sobre los desmanes, amoríos ni la bravura sexual de Sinatra, sino de dar fe de sus idas y venidas, motivadas casi siempre -rodajes aparte- por el cordón umbilical que le unió como un yugo al animal más bello del mundo, Ava Gardner, y que culminarían en un desencuentro absoluto rematado con la sentencia que da título al volumen. No esperen, sin embargo, la típica crónica fría y distante, pues Reyero se gusta con un estilo desenfadado y punzante, cronista certero de unos años que, desde luego, nunca volverán.
Certera se muestra también Sara Mesa en Cicatriz (Anagrama, 2015), novela de aparente sencillez que encierra más complejidad y capas textuales de lo descrito en su argumento: la relación de una pareja que se conoce por internet, él cleptómano confeso por vocación, ella humilde trabajadora receptora de sus desinteresados regalos. Sin hacer alardes estilísticos en una prosa muy temperada, Mesa consigue que la historia nos atrape desde el inicio y que nos impliquemos emocionalmente con ambos protagonistas, flagrantes testimonios de la despiadada soledad de la época actual, islas remotas que acaban juntándose casi por inercia. No nos equivoquemos: no estamos ante la típica historia de encuentro y/o desengaño amoroso, sino ante una feroz radiografía de la sociedad que vivimos -tecnología mediante- y las diferentes formas de afrontarla. Mesa consigue plenamente su objetivo: lograr que el resultado del duelo amoroso de la pareja nos importe bien poco, ya que las grandes virtudes de esta modesta novela residen en el trayecto, en los mensajes subterráneos que atesora.
Certera se muestra también Sara Mesa en Cicatriz (Anagrama, 2015), novela de aparente sencillez que encierra más complejidad y capas textuales de lo descrito en su argumento: la relación de una pareja que se conoce por internet, él cleptómano confeso por vocación, ella humilde trabajadora receptora de sus desinteresados regalos. Sin hacer alardes estilísticos en una prosa muy temperada, Mesa consigue que la historia nos atrape desde el inicio y que nos impliquemos emocionalmente con ambos protagonistas, flagrantes testimonios de la despiadada soledad de la época actual, islas remotas que acaban juntándose casi por inercia. No nos equivoquemos: no estamos ante la típica historia de encuentro y/o desengaño amoroso, sino ante una feroz radiografía de la sociedad que vivimos -tecnología mediante- y las diferentes formas de afrontarla. Mesa consigue plenamente su objetivo: lograr que el resultado del duelo amoroso de la pareja nos importe bien poco, ya que las grandes virtudes de esta modesta novela residen en el trayecto, en los mensajes subterráneos que atesora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario