Entre el más de centenar de obras que se publican al año en nuestro país de temática exclusivamente cinematográfica menudean las biografías, los estudios sobre directores, las obras que apenas rebasan el estadio de la curiosidad y los inefables volúmenes donde predomina lo visual, ya se trate de abordar éxitos recientes como apoyo de merchandising o la historia del cine a través de sus títulos más clásicos. Que aparezca, por tanto, un libro como el presente, un enjundioso ensayo que invita a mirar las películas de otra forma, es ya digno de aplauso.
Instrucciones para ver una película (Pasado&Presente, 2015), del crítico David Thomson, es un estimulante ejercicio de cinefilia, pero con la virtud de ser apto para todo tipo de públicos. Su autor nos lleva de paseo a lo largo de diferentes títulos significativos del siglo XX, no tanto por su calidad estética -pues hay de todo, de obras maestras a títulos de fama pasajera e incluso alguno que otro de escasa relevancia-, sino por lo que pueden aportar para el enriquecimiento visual del espectador. De ahí que confronte títulos que aparentemente guardan poco parentesco, descubra el doble fondo de un fotograma o se salga de la pantalla para entrar en la vida real de un actor o director. El caso es ir más allá de la imagen, encontrar los detalles y matices que se nos pueden pasar por alto en el primer visionado, alcanzar la pluralidad de significados y referentes que están presentes delante o detrás de la pantalla para engrandecer la experiencia que supone ver una película y recuperar esas sensaciones que parecen haber fagocitado internet, youtube y otros aparentes enemigos del séptimo arte clásico. Error. Thomson nos convence que hasta en creaciones visuales ideadas expresamente para estos nuevos formatos puede haber una belleza devastadora. La clave está en no quedarse con la primera impresión, sino en "trabajarnos" la imagen. Sólo de esa forma conseguiremos llegar donde el director quiso o donde nunca pensó que pudiéramos llegar.
Aunque Thomson se refiera fundamentalmente a películas, también dedica espacio, como se hace inevitable en la época dorada que vive la ficción televisiva, a varias series de referencia. Algunas de ellas ya han logrado germinar libro propio que las abordan desde diferentes ángulos. La revista Jot Down ha decidido en su tercer monográfico reunir las cien series teen imprescindibles en un desenfadado volumen.100 series juveniles (Jot Down, 2015), que reúne a numerosos colaboradores de la conocida publicación, es un divertido y amable viaje en el tiempo que nos sumerge en series de nuestra infancia, adolescencia, juventud, algunas de las cuales aún perduran en nuestros días. Ahí están series inolvidables de institutos como "Salvados por la campana" o "Parker Lewis nunca pierde", familiares como "Padres forzosos", "Los problemas crecen", "Alf" o "Blossom", infantiles como "Heidi", "Marco" o "Candy Candy", numerosos ejemplos del manga animado y muchas otras de las que guardamos recuerdos con olor a naftalina: "El gran héroe americano", "El coche fantástico", "La familia Addams", etc.
En dos páginas dedicadas a cada una no se puede hacer un análisis minucioso, así que prima el chiste fácil, la nostalgia empedernida y el tono conmovedor. Sin duda, una obra valiosa que nos invita a recordar a esos inefables compañeros de crecimiento que se incrusta y sobresale en la avalancha de títulos que se publican en estas fechas para recordar los símbolos de la generación de los ochenta y noventa.
Instrucciones para ver una película (Pasado&Presente, 2015), del crítico David Thomson, es un estimulante ejercicio de cinefilia, pero con la virtud de ser apto para todo tipo de públicos. Su autor nos lleva de paseo a lo largo de diferentes títulos significativos del siglo XX, no tanto por su calidad estética -pues hay de todo, de obras maestras a títulos de fama pasajera e incluso alguno que otro de escasa relevancia-, sino por lo que pueden aportar para el enriquecimiento visual del espectador. De ahí que confronte títulos que aparentemente guardan poco parentesco, descubra el doble fondo de un fotograma o se salga de la pantalla para entrar en la vida real de un actor o director. El caso es ir más allá de la imagen, encontrar los detalles y matices que se nos pueden pasar por alto en el primer visionado, alcanzar la pluralidad de significados y referentes que están presentes delante o detrás de la pantalla para engrandecer la experiencia que supone ver una película y recuperar esas sensaciones que parecen haber fagocitado internet, youtube y otros aparentes enemigos del séptimo arte clásico. Error. Thomson nos convence que hasta en creaciones visuales ideadas expresamente para estos nuevos formatos puede haber una belleza devastadora. La clave está en no quedarse con la primera impresión, sino en "trabajarnos" la imagen. Sólo de esa forma conseguiremos llegar donde el director quiso o donde nunca pensó que pudiéramos llegar.
Aunque Thomson se refiera fundamentalmente a películas, también dedica espacio, como se hace inevitable en la época dorada que vive la ficción televisiva, a varias series de referencia. Algunas de ellas ya han logrado germinar libro propio que las abordan desde diferentes ángulos. La revista Jot Down ha decidido en su tercer monográfico reunir las cien series teen imprescindibles en un desenfadado volumen.100 series juveniles (Jot Down, 2015), que reúne a numerosos colaboradores de la conocida publicación, es un divertido y amable viaje en el tiempo que nos sumerge en series de nuestra infancia, adolescencia, juventud, algunas de las cuales aún perduran en nuestros días. Ahí están series inolvidables de institutos como "Salvados por la campana" o "Parker Lewis nunca pierde", familiares como "Padres forzosos", "Los problemas crecen", "Alf" o "Blossom", infantiles como "Heidi", "Marco" o "Candy Candy", numerosos ejemplos del manga animado y muchas otras de las que guardamos recuerdos con olor a naftalina: "El gran héroe americano", "El coche fantástico", "La familia Addams", etc.
En dos páginas dedicadas a cada una no se puede hacer un análisis minucioso, así que prima el chiste fácil, la nostalgia empedernida y el tono conmovedor. Sin duda, una obra valiosa que nos invita a recordar a esos inefables compañeros de crecimiento que se incrusta y sobresale en la avalancha de títulos que se publican en estas fechas para recordar los símbolos de la generación de los ochenta y noventa.
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