miércoles, 26 de agosto de 2015

Prado, a little bigger

Como ya comenté en anteriores entradas de este blog, poco a poco el aforismo se va abriendo su pequeño hueco -por su propia condición sería absurdo que fuera grande- en la oferta editorial. La Isla de Siltolá ha iniciado su propia colección, que se suma a la de Renacimiento -"A la mínima"-, y a la esporádica apuesta de algunas otras, como Hiperión, que nos presenta ahora el tercer libro de aforismos de Benjamín Prado. Más que palabras devuelve al primer plano a un autor en permanente estado de gracia y, sin duda, uno de los cultivadores más brillantes de este microgénero. Como en las anteriores entregas, el nuevo volumen también se divide en varios bloques de cien aforismos cada uno que sólo parecen pretender dar una pausa al lector entre tanto destello ingenioso, pues la agrupación temática no se manifiesta en ningún momento.

Es difícil encontrar en los aforismos de Prado alguno colocado como mera ocurrencia o de relleno entre otros de mayor envergadura. Se nota que el autor se trabaja a conciencia cada pieza, buscando que brillen a un tiempo el continente y el contenido, el significado y el estilo. Las páginas de Más que palabras están repletas de hallazgos formales, de verdades como puños que, bajo la sencillez de una frase, se cargan de un sentido contundente y vivaz. Valgan algunos ejemplos: "El desamor consiste en transformar un flechazo en una puñalada", "sólo me pondré a tu nivel si luego me ayudas a incorporarme", "En cuanto vi lo que me esperaba a su lado, llamé al destino y anulé la reserva", "Hay quienes para descargar su conciencia necesitarían un vertedero". Los aforismos de Prado frecuentan la ironía y el sarcasmo -"hay quien confunde poner las cosas por escrito con escribir"-, y no eluden, por supuesto, las referencias a la realidad en que vivimos -"suscribir una hipoteca es que un banco se compre una casa con tu dinero", "un optimista del siglo XXI es quien ve la batería del móvil medio llena"-. En definitiva, perlas que merece la pena releer varias veces para degustarlas como se merecen: "hay quienes sólo te prestan oídos para después cobrarte intereses".

viernes, 24 de julio de 2015

The Reader´s Diary (XLIV)

Kafka non-stop. Ediciones del Subsuelo ha recuperado varios escritos sobre el escritor checo de Nahum N. Glatzer, editor e intérprete de Kafka desde la sede de Schocken Verlag en Nueva York. Glatzer colaboró en la primera edición de los diarios del autor de La metamorfosis y escribió varios ensayos sobre su literatura como "Franz Kafka y el árbol del conocimiento", que se incluye en el presente Los amores de Franz Kafka. Es uno de los textos finales junto a otros que relatan su experiencia traductora y editorial con el autor praguense. Sin embargo, el grueso del volumen lo conforman extractos de sus escritos sobre las diferentes mujeres que, de un modo u otro, mantuvieron relaciones con Kafka. A pesar de que sus cartas a Milena o a Felice están publicadas, al igual que sus diarios -donde aparecen incontables referencias a sus "mujeres"-, Glatzer se ha dedicado a una esforzada labor de síntesis para filtrar fragmentos de misivas y apuntes diarísticos para contextualizar relaciones que, por diferentes razones, fracasaron o no llegaron a buen puerto e influyeron de forma decisiva en la labor creativa del escritor. El resultado ofrece un paisaje más conciso y analítico de la personalidad de Kafka, de sus dificultades para mantener una relación estable con el sexo opuesto, una poda, digamos, en la frondosidad del bosque ya existente.

Para contentarnos mientras Jean Echenoz no publica una nueva novela, Anagrama recupera siete piezas breves del gran miniaturista francés englobadas bajo el título de Capricho de la reina, y publicadas previamente en diferentes revistas de arte. El resultado no decepcionará a sus seguidores, entre los que me encuentro, pero quizá les dejará con ganas de mucho más. Los relatos merecen ser leídos únicamente por su capacidad descriptiva -ejemplar es en este sentido "Veinte mujeres en el parque de Luxemburgo y en el sentido de las agujas del reloj"-, por la facilidad con que Echenoz se saca de la chistera una historia que nos envuelve desde la primera línea con ese estilo suyo tan peculiar que hace avanzar la narración como en sordina, sin que seamos conscientes de ello. Me quedo sobre todo con "Nelson" e "Ingeniería civil", ambos impresionantes por su planteamiento y desenlace.

A Peter Cameron ya le venía siguiendo la pista desde Algún día este dolor te será útil y Coral Glynn. Su editorial española, Libros del Asteroide, recupera ahora una novela anterior, Aquella tarde dorada, sobre un joven profesor universitario de Kansas que, para escribir una biografía sobre un escritor fallecido que le permita disfrutar de una beca de investigación y la publicación de la misma, decide viajar a una mansión perdida de Uruguay para conseguir la autorización de las tres personas que tienen la sartén por el mango: el hermano, la viuda y la amante del escritor. La visita a este lugar cambiará radicalmente la perspectiva del joven y actuará como espejo revelador sobre su futuro.


Con su estilo delicado, rebosante de diálogos brillantes, y capaz de recrear escenarios casi mágicos así como lograr una gran riqueza psicológica hasta en el personaje más secundario, Cameron tiene visos de ser un clásico, con intrigas que pueden recordar los grandes relatos decimonónicos o del siglo veinte, o incluso esos paisajes cinematográficos que acuden a la mente del lector. A mí, en concreto, me han venido imágenes de De repente, el último verano, la adaptación de Tennessee Williams realizada por Mankiewicz con Katherine Hephurn, Montgomery Clift y Elizabeth Taylor. Quizá sea por la habilidad de Cameron para hacernos creer que estamos realmente en una mansión perdida de Uruguay, con esos muebles viejos, esos caminos solitarios y esos personajes que parecen vivir en un universo paralelo. Un gran relato, sin duda. 

miércoles, 24 de junio de 2015

The Reader´s Diary (XLIII)

Coinciden en las librerías dos títulos que novelan sendos episodios amorosos de dos escritores que figuran en primera línea de mi santoral: Franz Kafka y Fernando Pessoa. En el primero de ellos, La grandeza de la vida, el periodista alemán Michael Kumpfmüller se detiene en los últimos años de vida de Kafka y en su relación con la joven Dora Diamant, quince años menor que el escritor y último eslabón de una cadena amorosa llena de sinsabores e indecisiones. Al contrario que la nutrida correspondencia con dos de sus amores anteriores, Milena Jesenská y Felice Bauer, publicada en su integridad, las cartas cruzadas entre Kafka y Dora no se han localizado, por lo que el autor de la presente novela fabula sobre lo que hubiera podido dar de sí partiendo de la pista de sus diarios y de los apuntes desarrollados en la ingente bibliografía sobre el escritor checo. Y lo hace de un modo sencillo y evocador, dibujando entre todos los posibles a un Kafka cercano, carcomido por la tuberculosis, que halla en la bondad e inocencia de Dora el último asidero al que agarrarse, quizá la mujer definitiva de no mediar la catástrofe humana. Una mujer que se desvivió por el escritor, que hizo todo lo posible por hacer sus últimos días más llevaderos, y que hubiera cambiado su episódica fama porque el autor de El proceso se hubiera quedado con ella aunque sólo fuera un día más. Kumpfmüller ha encontrado el tono ajustado a una historia íntima, sin hincar demasiado el diente en la tragedia, permitiéndonos conocer los más que probables detalles de una idílica relación arruinada por la enfermedad.

Caso bien distinto es el de Un amor como éste, en el que Luis Morales (Cáceres, 1971) se vale de la correspondencia entre Fernando Pessoa y Ofelia Queiroz, publicada en su integridad en 2013. Aquí estamos ante otra forma de novelar lo posible. Si Kumpfmüller lo hacía, entre comillas, de la nada, Morales utiliza las misivas de uno y otro para hacer uno de esos ejercicios metaliterarios tan queridos por la literatura reciente -estoy pensando, por ejemplo, en la trilogía de Echenoz, o en lecturas recientes como La pequeña comunista que no sonreía nunca- con el fin de rellenar los huecos de una relación extendida en el tiempo casi quince años, los que median entre 1920, fecha en la que se conocieron en la oficina donde Pessoa trabajaba y 1935, año de la muerte del poeta. Quizá en el plano afectivo, en el de las relaciones amorosas, es donde Kafka y Pessoa se encuentren más próximos. Ambos mantuvieron escasas relaciones que no llegaron a buen puerto, debido sin duda a un lastre personal que les acercaba más al escritorio, a la defensa de su territorio personal, antes que a entregarse en cuerpo y alma al ser amado. No hablamos de una defensa de la castidad, pues ambos reconocen episodios de iniciación en prostíbulos, sino de una incapacidad innata para convivir con una mujer. Quizá para Pessoa la relación con Ofelia llegó tarde -también, como Dora y Kafka, había una gran diferencia de edad-, en una etapa de fertilidad creativa socavada por las servidumbres laborales que le permitían subsistir y una ambigua relación con el mundo editorial que le hizo ser un gran desconocido en vida. Si a ello añadimos su paulatino acercamiento al ocultismo, las desgracias familiares y su maltrecha salud abonada por el alcohol y el tabaco, quizá hallemos las razones del fracaso de una relación trufada de cartas de arrebatadora pasión rayana a veces en lo cursi.
En fin, semejante y suculento material de partida se merecía una gran novela, y Morales la ha escrito hilando fino, convirtiéndose en un trasunto del propio Pessoa, imitando su tan característico estilo, intercalando citas y pasajes de la obra del poeta, y llegando incluso a elucubrar un final alternativo de "comieron perdices" que se agradece como una coda humorística. La pasión del autor por Lisboa -compartida por el que suscribe- juega sin duda a favor de un texto y un homenaje saldados con notable alto.

lunes, 8 de junio de 2015

The Reader´s Diary (XLII)

Dos nuevos títulos se incorporan a la estupenda colección "A la Mínima" que la editorial Renacimiento dedica a ese género tan inclasificable y agradecido como es el aforismo, lo que, sumados a la colección que también ha inaugurado para este fin La Isla de Siltolá, nos hacen albergar también -mínimas- esperanzas de que el arte de la greguería, de lo volatinero, alcance poco a poco el sitio que merece en los anaqueles de las librerías. Si estos esfuerzos son dignos de aplaudir no lo es menos el que un autor consagre casi toda su trayectoria a un género tan especial. Es el caso del navarro Ramón Eder que, si bien ha hecho también incursiones en los géneros de la poesía y el relato, cultiva casi en exclusiva este apunte breve, tan es así que incluso no puede evitar que se infiltre en sus otros libros.
Aire de comedia es un libro, valga la redundancia, breve, en el que también incluye algunas reflexiones de mayor extensión. Son los aforismos de Eder ocurrencias ingeniosas, chispazos que quizá no nos lleven a otra parte, pero que endulzan el día a día. Valgan algunas muestras: "La belleza sofisticada de la mujer pájaro", "Hay días en los que salimos líricos de casa y la calle está épica", o "El pez cuando muerde el anzuelo parece un ser humano". Como el propio título indica, domina un tono humorístico que esconde, las más de las veces, cierto escorzo hacia el humor negro o la doble apariencia. No siempre Eder se desenvuelve con el mismo ingenio, y en ocasiones, el aforismo no pasa del chiste fácil: "Uno no puede volver a sus 27 años, pero sí puede quedar para tomar café con una chica de 27 años". No obstante, su nuevo volumen de piezas breves es toda una invitación a mirar la vida desde un observatorio minimalista poco común.


Más hondura y capacidad reflexiva tiene en mi opinión el volumen de Gabriel Insausti, Preámbulos, dividido en varias partes según los temas abordados. Insausti, que ha tocado varios géneros como la poesía, la narrativa, la traducción o el ensayo -ha sido el último ganador del Premio Amado Alonso-, acumula aquí todo un baúl de aforismos muy lúcidos en los que se percibe un trabajo de revisión importante para lograr el doble efecto que debe poseer cada pieza: la ocurrencia o efectismo visual, y la reflexión o lo que podríamos llamar doble fondo. El autor de Cristal ahumado consigue esa empatía con el lector a través de breverías basadas en situaciones reconocibles que cobran una nueva dimensión en su corsé extensivo, ya sea por el fogonazo lírico, el ver más allá de lo real, o por la pura belleza estética. Los hay para todos los gustos: irónicos -"¿El fin de la civilización cristiana? ¡Si todavía no ha empezado!"-, los que juegan con la lógica -"Para estrechar los lazos con un aliado no hay como elucubrar un enemigo común"-, optimistas -"Con raras excepciones, las únicas causas por las que merece la pena luchar son causas perdidas"-, chistosos -"A cierta edad, la aceleración de la Historia se percibe en el ritmo al que se suceden los pañales"-, o simplemente brillantes -"En la historia de las civilizaciones todavía no se ha inventado el parto sin dolor".
Es esa habilidad de Insausti para ser conciso y punzante hablando de cuestiones vitales o asuntos históricos la que convierte a estos Preámbulos en una joya -pequeña, por supuesto- que nadie debería perderse en estos tiempos de abundante quincalla barata.

lunes, 1 de junio de 2015

Johnny cogió su fusil

Navona reedita en nueva traducción de José Luis Piquero y con epílogo de Javier García Sánchez una de las novelas reconocidas unánimemente como símbolo del pacifismo. Johnny empuñó su fusil, que su propio autor, Dalton Trumbo -uno de los integrantes de los famosos "diez de Hollywood"-, adaptó al cine más de tres décadas después, se publicó sólo dos días antes del estallido de la segunda guerra mundial, circunstancia que jugó en su contra, como recuerda el autor en el prólogo, ya que la gran mayoría de la opinión norteamericana era partidaria de entrar en conflicto, como finalmente sucedería. Incomprendida, por tanto, durante mucho tiempo, y relegada a cierto ostracismo, como le ocurrió en vida al autor y guionista cinematográfico, que se vio obligado a escribir bajo seudónimo por su supuesto apoyo a actividades "antiamericanas", Johnny empuñó su fusil ha ganado con el tiempo y, vista desde la época actual, se erige en un verdadero bastión no sólo del antibelicismo, sino de la libertad y la lucha por la vida.
Su protagonista, postrado en una cama de hospital en estado vegetativo tras recibir el impacto de un obús en las trincheras durante la primera guerra mundial, es un caso médico insólito que sólo dispone de su mente para distinguirse de un cadáver. Con este, también, insólito protagonista, Trumbo construye un relato en tercera persona que se introduce en los pensamientos de la víctima, Joe Bonham, dueño de una vida tranquila hasta el fatídico acontecimiento: un trabajo estable, novia y una familia feliz. Aunque quizá el factor sorpresa se haya perdido al ser la historia de sobra conocida, el mecanismo narrativo elegido por Trumbo no deja de sorprendernos y parecernos dignos de admiración, al trazar dos sendas narrativas que confluyen en el mismo punto de partida, la mente del soldado: por un lado, su tenaz voluntad de identificarse a sí mismo y su capacidad para comunicarse con el exterior, y por otro, los recuerdos biográficos que se van alternando con la narración principal, ya sea en forma de sueños o incisos de su atormentado cerebro.
Sorprende también la elección estilística de Trumbo, que le acerca aún más a ciertos moldes narrativos contemporáneos, al optar por el fluir atropellado de pensamientos que prescinden de comas y puntos para ajustarse al funcionamiento de la angustiada mente del protagonista, logrando pasajes de extremo lirismo que nunca caen en la ternura o la autocompasión fáciles. Valga una muestra: "Empezó a alargar su mano derecha en busca de la cosa pesada que le habían prendido en el camisón y pareció que ya la tocaba con los dedos antes de darse cuenta de que no tenía brazo que estirar ni dedos con que tocar".
Conmovedora hasta límites casi inabarcables, la novela de Trumbo debería ser un clásico de obligada lectura en todos los centros de enseñanza. 

martes, 19 de mayo de 2015

Match Point

Como si buscaran reanimar la titubeante carrera de Rafa Nadal en su regreso a las pistas -casualidad o no-, coinciden en los anaqueles de las librerías cuatro títulos que le sitúan como protagonista absoluto o compartido: De Rafael a Nadal, de Ángel García Muñoz y Javier Méndez Vega (Corner, 2015), Todo se puede entrenar, escrito por su tío y entrenador Toni Nadal (Alienta, 2015), y los dos que me dispongo a comentar: Sin red, de Sebastián Fest (Debate, 2015) y Rafael Nadal. Retrato de un mito (La Esfera, 2015). El primero de ellos, escrito por un periodista argentino especializado que les ha entrevistado en varias ocasiones a lo largo de sus dilatadas trayectorias, enfrenta a los dos mitos del tenis contemporáneo, Rafa Nadal y Roger Federer -Djokovic mediante-, en un interesante viaje que va analizando las diferentes características de su juego, su forma de ser, sus derrotas y victorias, sus acercamientos y desencuentros, para ofrecer una visión bastante objetiva en la que se revelan fundamentales las propias declaraciones de los protagonistas, y las de numerosos actores implicados -tenistas, entrenadores, responsables de prensa, fisioterapeutas, directivos, organizadores de torneos, etc.-. El autor va hacia atrás y adelante en el tiempo, saltando de una época y un escenario a otro según sirva para ilustrar el paralelismo que pretende trazar en su discurso. Así, de las amargas derrotas de Federer ante el invencible Nadal de Roland Garros pasamos a la hegemonía casi aplastante del suizo en Wimbledon, pasando por las lágrimas de éste tras perder la final de Australia 2009 o la disección de la única derrota de Nadal hasta la fecha en la Philippe Chatrier. Golpes imposibles, tomas y dacas verbales, respeto mutuo, esfuerzo, lesiones, vida personal, trofeos, imagen o marketing son varias de las muchas cuestiones abordadas en un enjundioso libro fruto de numerosos años de trabajo de campo. Sólo lamentar la inclusión de algunas erratas, fruto quizá de la excesiva celeridad al publicar el volumen, ya que en él se comentan torneos de apenas hace dos meses.
Aunque más centrado en el tenista mallorquín, Rafael Nadal. Retrato de un mito también contrapone al de Manacor con su alter ego de Basilea. Javier Martínez, periodista de El Mundo, ha seguido a Nadal durante toda su trayectoria y tiene una visión muy clara del tenista dentro y fuera de la pista, rodeado siempre de un equipo homogéneo que trata de tapar la mínima fisura surgida en torno al mito. Martínez también opta por una técnica narrativa similar a la de Fest, saltar de un momento a otro de una larga historia de éxitos en función del progreso de la narración. El resultado es un libro que nos acerca -quizá de una forma distinta a la autobiografía escrita por el tenista junto a John Carlin- a un triunfador cuya carrera siempre ha estado amenazada por un retiro temprano debido a las lesiones provocadas por una forma de jugar que raya en lo sobrehumano. En fin, dos excelentes obras para aproximarnos a dos genios de la raqueta, brillantes cada uno a su modo. No me resisto a transcribir unas declaraciones bastante ilustrativas de la ex tenista Martina Hingis citadas en el libro de Fest para terminar: "Si me imagino teniendo un affaire con ellos, creo que a Roger lo prefiero en el dormitorio, parece más suave. Y a Nadal, en la cocina. ¡Es tan salvaje!".

miércoles, 6 de mayo de 2015

The Reader´s Diary (XLI)

En su colección "Discos que marcaron una época", la editorial Quarentena dedica su última entrega a los dos primeros discos de la banda británica The Smiths, el que lleva el mismo nombre que el grupo y Hatful of hollow, que incluyó diferentes versiones de canciones que ya aparecían en el anterior junto a otros temas inéditos. Quizá no sean los mejores de una formación de carrera exigua (1983-1987) pero fundamental en el devenir de la música pop británica. La elección de Marcos Gendre, autor del volumen, se debe sin duda al aldabonazo que supuso la irrupción de The Smiths en el panorama musical de la época, ya no sólo por la originalidad y calidad incontestables de su sonido y sus letras, sino por la irresistible atracción que desprendían su forma de comportarse, sus opiniones y su forma de encarar el hecho musical. Seguramente discos posteriores como esa obra maestra que es The queen is dead y su testamento discográfico Strangeways here we come, gestados ya en plena madurez del grupo, deberían figurar como sus obras más emblemáticas, pero el factor que ha primado aquí es la innovación, el aire fresco que supusieron ambos discos primerizos. Gendre desmenuza cada canción, se detiene en sus arreglos, diferentes versiones, sus letras, sus fuentes de inspiración e influencias posteriores, hasta determinar la importancia de su alcance. Morrissey y Johnny Marr concibieron con ellos todo un universo efímero pero de notoria huella en la historia del pop universal. La editorial Quarentena nos lo recuerda y, de paso, le abre su fascinante puerta a todo aquel -pocos, me temo- que aún no hayan tenido el gusto de conocerles.

No voy a decir que el universo que describe el sevillano Daniel Ruiz García en su nueva novela -Todo está bien (Tusquets, 2015)- también es fascinante, porque mentiría como un bellaco. Es más bien sucio, maloliente y desagradable, nada, no obstante, más lejos de la realidad, pues es el que hemos respirado en los últimos años en esta parte del hemisferio sur en la que nos ha tocado vivir. Políticos emponzoñados por un poder que otorga carta blanca para cualquier dislate, periodistas de mala vida que -fieles a su deontología profesional- tratan de pararles los pies o cuando menos denunciar su modus vivendi, parias de un sistema que nunca da una nueva oportunidad a sus víctimas, y la nueva figura del que podríamos llamar "self-made-men-rrss", es decir, quien se aprovecha del nuevo panorama surgido con las redes sociales para crearse un nombre sin aparente esfuerzo. Cada uno de ellos tiene su protagonismo en esta novela coral que va saltando de uno a otro, pero sin perder de vista el cordón umbilical que les une a todos, que no es otra que la realidad más cercana y tangible, ofrecida sin maquillaje, de forma descarnada, agria y sin concesiones, con ramalazos de humor negro y escenas de alta tensión que el autor, quien ya nos ha acostumbrado a su vigoroso pulso narrativo, nos presenta con todos sus colores en poco más de doscientas páginas. Vamos, casi un documento social de la España de pandereta, pero con indudable valor literario.