Cada cual a su modo,
El discurso del rey y
Los chicos están bien cuentan historias bienintencionadas, de ésas que tanto gustan a los académicos, una historia de superación personal, con defensa de la amistad incluida, en el primer caso, y un refuerzo de los valores familiares, aunque ésta venga representada por una familia moderna -dos madres lesbianas con sus respectivos vástagos fruto de la inseminación artificial-, en el segundo. Pero dejando de lado lo que pueden significar en el plano más ideológico, sus valores puramente cinematográficos están fuera de toda duda. Desde su magistral partitura compuesta por Alexandre Desplat -incomprensible que no se hiciera con la estatuilla- al duelo interpretativo de Colin Firth y Geoffrey Rush,
El discurso del rey abandona la apariencia épica del género histórico para narrarnos una historia tan íntima como la del monarca Jorge VI y sus esfuerzos para superar un problema de tartamudez que convierte cada uno de sus discursos en un problema "de estado". La realización de Tom Hooper elude el abuso del sentimentalismo y apuesta, en cambio, por confiar en la impresionante capacidad gestual de sus dos actores principales -no olvidemos tampoco al gran elenco de secundarios encabezado por Helena Bonham-Carter- para transmitir emoción en cada plano y lograr algunas escenas memorables. El objetivo está plenamente conseguido: la persona es lo primero; de ahí que rey y logopeda adquieran al final de la cinta el mismo estatus moral y se hablen de tú a tú, como dos amigos en busca de una meta lejana y costosa. Para calibrar en su justa medida la película, recomiendo su visión en versión original.
Los chicos están bien navega por territorios argumentales un tanto atípicos: hijo e hija de una pareja de madres lesbianas deciden conocer al donante de esperma que hizo posible
su nacimiento, su "padre" anónimo en definitiva. Este es un treintañero atractivo sin ataduras sentimentales y emprendedor, cuya intromisión en el cerrado círculo familiar distorsiona por momentos la feliz convivencia hogareña al convertirse en una figura paterna y amigo de carne y hueso para los dos hijos, y en fogoso amante de la madre interpretada por Julianne Moore. Sin grandes alardes de estilo, la película funciona alternando los episodios dramáticos y cómicos apoyada en un gran reparto. El
happy end resulta quizá demasiado previsible, pero teniendo en cuenta la calidad media de la producción norteamericana, tampoco podemos quejarnos demasiado.
Estimado Juan Carlos
ResponderEliminarTe paso mi post sobre el discurso del rey, por si te interesa el punto de vista de un tartamudo escéptico.
http://malastestas.blogspot.com/2011/04/tartamudos-de-moda.html
Un saludo