jueves, 5 de marzo de 2015

No te lo puedo creer


"No te puedo creer" es una expresión muy común en Argentina para referirse a una situación anómala, algo con lo que no contábamos y que altera profundamente nuestro estado de ánimo, llevándonos a cometer actos que parecen escapar a nuestro control. Relatos salvajes es un muestrario de situaciones de ese calado: todos los pasajeros de un avión descubren que tienen algo en común con el piloto que gobierna la nave, y al que en su día menospreciaron; una camarera atiende sin dar crédito al hombre que causó el suicidio de su padre; un conductor con prisa debe hacer frente a otro colega desquiciado que se niega a dejarse adelantar; un desactivador de bombas, harto de ver cómo la grúa se lleva su coche una y otra vez sin atender a sus explicaciones, decide darle un escarmiento al gobierno municipal convirtiéndose en un ídolo local; una novia descubre que ha sido engañada por su recién estrenado marido y decide darle un escarmiento en una surrealista celebración; un hombre adinerado decide esconder a su hijo, que ha atropellado mortalmente a una embarazada, colocando en su lugar a su sirviente.
El joven argentino Damián Szifron, que hasta la fecha sólo había dirigido dos películas poco recordadas -El fondo del mar (2003) y Tiempo de valientes (2005)- y participado en varias teleseries, se ha convertido de la noche a la mañana en un nombre a seguir con este film de episodios que tiene, ya desde su clarificador título, coartada para desfasar y provocar cualquier cosa menos la indiferencia. Los diferentes episodios, desde el magnífico prólogo al esperpento final, nos llevan por los territorios de la sorpresa, la desesperación, la rabia, la desvergüenza, la honestidad con uno mismo, la justicia, etc, para desembocar en una catarsis que pone fin a todo y que se revela necesaria para empezar otra vez de cero. Szifron tiene la virtud de hacernos conectar enseguida con el protagonista de la pesadilla y lograr que nos preguntemos si obraríamos como él de encontrarnos en una situación similar. Las imágenes, viscerales, nos sitúan en una dimensión donde ya no hay vuelta atrás y tenemos que apechugar con las consecuencias. Sin duda, una lección de puro cine donde todos los actores rayan a gran nivel. 

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