viernes, 21 de enero de 2011

Cuando el premiado es otro, o quizá no


Aunque resulte difícil de creer, los premios ajenos pueden procurarte tanta o mayor felicidad que si te los concedieran a ti mismo. Lo pude comprobar el otro día, cuando Antonio Núñez Torrescusa vino a verme -todavía algo incrédulo, sin llegar a asumirlo plenamente- para contarme que le acababan de llamar de la Universidad de Cuenca para notificarle la concesión del Premio Luna del Aire de poesía infantil, el segundo mejor dotado a nivel nacional en su categoría. Pero para que comprendáis mejor mi reacción, debería empezar por el principio. Antonio es para mí como una especie de padre, un amigo de esos que aparecen en un recodo de tu vida para quedarse, que comparte tus mismos intereses y que, sin apenas conocerte, te abre la puerta de su casa y te ofrece todo lo que tiene.
Maestro de escuela en las apetecibles tierras neerlandesas, Antonio regresó a España, y en concreto a Sanlúcar, para impartir clases de primaria en el mismo centro en el que yo cursé la EGB. Está claro que el destino se había confabulado para unirnos más tarde o temprano. Profesor acostumbrado a desvivirse por su trabajo, le robaba horas al sueño en su casa de La Jara -donde, como no podía ser de otro modo, yo también viví algunos de los mejores años de mi vida- pergeñando versos, pequeñas poesías para que los niños de su clase entendieran mejor los conceptos que explicaba y estimularan su creatividad. Ya jubilado, Antonio se había dedicado a recopilar esas mínimas estampas infantiles en libritos que él mismo encuadernaba con el amor que un padre derrocha en sus criaturas. Algunos de ellos los tenemos en casa, pues Antonio, siempre inseguro de la valía de sus creaciones, quería saber nuestra sincera opinión -la de mi mujer y la mía- sobre una obra que iba puliendo y perfeccionando hasta encontrar la rima precisa, el ramalazo más sonoro, la evocación más nítida, el certero e indispensable verso final.
Uno, que tiene un tanto abandonada la poesía, le ayudaba en lo que podía y le informaba de convocatorias, de editoriales donde podía intentar enviar sus trabajos, pues veía en ellos valores más que notables para superar la espinosa barrera del jurado más severo. Remiso en un principio, Antonio poco a poco se fue convenciendo de que aquella era la única forma de publicar, de que el esfuerzo de toda una vida no se quedara sólo en las estanterías de los más allegados.
Tras muchos intentos infructuosos y una fortuna que se le había vuelto esquiva, Antonio ha hecho realidad su sueño, pues el premio recibido incluye también la correspondiente publicación que, ilustrada por una estudiante de la universidad conquense, verá la luz el próximo mes de mayo. Felicidades de veras, escritor que nunca has dejado de ser, compañero, amigo, padre...

http://eldiadigital.es/not/12158/en_la_plaza_quieta_de_antonio_nunyez_logra_el_viii_luna_de_aire_/


*Foto de Marianela Nieto. En primer plano, Antonio Núñez; en el centro, Luis García Montero; y al fondo, un servidor.

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