Si a finales del 2009 hablaba aquí de la "resurrección" narrativa de Paul Auster con motivo de
Invisible, ahora no puedo menos que confirmar que mi entusiasmo estaba justificado. Y no es que
Sunset Park esté a la altura de su precedente, pues en mi opinión se sitúa un peldaño -o dos- más abajo (si la crítica literaria se pudiera medir en términos de escalera), pero refrenda los buenos propósitos que el novelista de Brooklyn parecía haberse hecho desde la decepcionante
Viajes en el scriptorium y la pobretona
Un hombre en la oscuridad.
Sunset Park, que en algunos momentos puede parecer algo oportunista en sus referencias a la actualidad internacional, proporciona excelentes momentos de buena literatura y, sobre todo, perlas de ese Paul Auster que creíamos perdido. Aunque la trama principal de
Sunset Park gire en torno a las vivencias del grupo de okupas que habita en la casa ubicada en el barrio que da título al libro, Auster exhibe sus mejores armas al describir las relaciones paternofiliales y la desubicación de ese nuevo héroe austeriano que es Miles Heller, y que tanto nos puede recordar al protagonista de
El palacio de la luna, desarraigado y desorientado. Los otros compañeros de la casa, a los que Auster dedica vibrantes capítulos, enriquecen la peripecia vital del protagonista que, como es habitual en el autor, se muestra de forma fragmentada, y con saltos en el tiempo en los que da una nueva lección de maestría estructural.
Lo dicho, creo que a Auster todavía le queda cuerda para rato.
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