A falta de encarar la última entrega de las aventuras de Bernie Gunther -Un hombre sin aliento (RBA, 2014)-, puedo certificar que Praga mortal (RBA, 2012) es una de las mejores de la serie. Ambientada en buena parte en la hoy tan turística ciudad natal del protagonista y entonces difícil y resistente sede del imperio nazi, la novela discurre continuamente por el filo de las dobles verdades, los engaños y las traiciones que despistan incluso a un detective tan de vuelta de todo como el bueno de Gunther, de quien, como es habitual, afloran aquí sombríos retazos de su pasado. Como ya nos tiene acostumbrados, Kerr se infiltra con un dominio magistral en las altas esferas del Tercer Reich, dibujando retratos acerados hasta del monigote más bajo en el escalafón de su compleja estructura de mando. Escenas tan desasosegantes como la de la tortura final merecerían un hueco de honor entre las mejores páginas de la serie.
Algo tarde he afrontado también la lectura de la novela finalista del Herralde del pasado año. Intento de escapada (Anagrama, 2013), de Miguel Ángel Hernández, demuestra ante todo que el autor conoce bien el tema que pisa: las veleidades y tejemanejes del arte contemporáneo. La novela está presidida en todo momento por la duda moral de si todo es válido desde el punto de vista artístico al colocar en lugar preferente de la acción a un artista especializado en instalaciones y happenings al límite de lo legal. En un plano similar al del lector se sitúa el protagonista, un joven universitario que hace de cicerón del artista al tiempo que inicia un aprendizaje a marchas forzadas de su dudoso futuro mundo laboral y de ciertas formas de amor llevadas igualmente al límite. Y quizá sea eso lo que lastra un tanto la novela, ya que la óptica del joven arrastra una escritura que roza lo pueril, quitándole fuerza a los hechos narrados.
Un joven universitario es también el protagonista de la tercera novela del poeta Luis García Montero, Alguien dice tu nombre (Alfaguara, 2014), novela de iniciación sexual que retoma un tema que se ha convertido ya en una especie de subgénero en literatura y cine: la relación apasionada entre el joven y la mujer madura. El autor de No me cuentes tu vida sitúa la acción no en la Granada de su propia juventud, sino en la de veinte años atrás, la de los sesenta, todavía enfangada de un franquismo otoñal y de un reaccionarismo algo apelmazado. A pesar de que no aporte ningún elemento original, la novela se lee con agrado por la siempre bien elaborada prosa de LGM y la inesperada vuelta de tuerca final.
Precisamente un compañero de espadas en esa Granada posterior de la transición democrática, Álvaro Salvador, nos regala un librito de aforismos, La vida no te espera -Renacimiento, 2014-
, esos que él define en su prólogo como un "verdadero canto a la pereza". Tendremos que darle la razón, ya que buena parte de ellos no parecen muy trabajados y caen en la obviedad o el laconismo sin chispa. No obstante, algunos descuellan con ese fulgor que se echa de menos en el volumen: "Quienes se preocupan constantemente por alcanzar la felicidad, se pierden la vida" o "No quiero llegar a ser un museo de mí mismo". Quizá lo más original de este batiburrillo de pensamientos sea la idea del autor de repescar frases de películas, pintadas u objetos personales dignos de convertirse en literatura, que a fin de cuentas es lo que cuenta.
Algo tarde he afrontado también la lectura de la novela finalista del Herralde del pasado año. Intento de escapada (Anagrama, 2013), de Miguel Ángel Hernández, demuestra ante todo que el autor conoce bien el tema que pisa: las veleidades y tejemanejes del arte contemporáneo. La novela está presidida en todo momento por la duda moral de si todo es válido desde el punto de vista artístico al colocar en lugar preferente de la acción a un artista especializado en instalaciones y happenings al límite de lo legal. En un plano similar al del lector se sitúa el protagonista, un joven universitario que hace de cicerón del artista al tiempo que inicia un aprendizaje a marchas forzadas de su dudoso futuro mundo laboral y de ciertas formas de amor llevadas igualmente al límite. Y quizá sea eso lo que lastra un tanto la novela, ya que la óptica del joven arrastra una escritura que roza lo pueril, quitándole fuerza a los hechos narrados.
Un joven universitario es también el protagonista de la tercera novela del poeta Luis García Montero, Alguien dice tu nombre (Alfaguara, 2014), novela de iniciación sexual que retoma un tema que se ha convertido ya en una especie de subgénero en literatura y cine: la relación apasionada entre el joven y la mujer madura. El autor de No me cuentes tu vida sitúa la acción no en la Granada de su propia juventud, sino en la de veinte años atrás, la de los sesenta, todavía enfangada de un franquismo otoñal y de un reaccionarismo algo apelmazado. A pesar de que no aporte ningún elemento original, la novela se lee con agrado por la siempre bien elaborada prosa de LGM y la inesperada vuelta de tuerca final.
Precisamente un compañero de espadas en esa Granada posterior de la transición democrática, Álvaro Salvador, nos regala un librito de aforismos, La vida no te espera -Renacimiento, 2014-
, esos que él define en su prólogo como un "verdadero canto a la pereza". Tendremos que darle la razón, ya que buena parte de ellos no parecen muy trabajados y caen en la obviedad o el laconismo sin chispa. No obstante, algunos descuellan con ese fulgor que se echa de menos en el volumen: "Quienes se preocupan constantemente por alcanzar la felicidad, se pierden la vida" o "No quiero llegar a ser un museo de mí mismo". Quizá lo más original de este batiburrillo de pensamientos sea la idea del autor de repescar frases de películas, pintadas u objetos personales dignos de convertirse en literatura, que a fin de cuentas es lo que cuenta.
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