Próximo ya a ingresar en el club de los octogenarios, Woody Allen nos sigue regalando una película al año, bien es cierto que no todas de la misma calidad, aunque casi todas con algún detalle aprovechable digno de uno de los creadores cinematográficos imprescindibles de la edad contemporánea -si están pensando en Vicky Cristina Barcelona y el beso entre Scarlett Johansson y Penélope Cruz, pues sí-. Después de la magistral Midnight in Paris, Allen pareció tomarse un descanso con A Roma por amor, una poco más que entretenida comedia que podía hacernos creer que el genio de Brooklyn ya había dicho todo lo que tenía que decir. Sin embargo, Blue Jasmine viene a desmentirlo radicalmente con su aire de obra maestra sorprendente e incontestable. Que se quedara fuera de las principales categorías en la última ceremonia de los Oscars -salvando el premio a Cate Blanchett- viene a confirmar la ceguera de la Academia a la hora de valorar los trabajos del ejercicio anual. Para quien, como este espectador, acudió al cine sin información previa de la película, la apuesta fue reconfortante, ya que se encontró con el Woody de los mejores tiempos, con un guión sin fisuras pletórico de diálogos y situaciones vibrantes, y un montaje que alterna pasado y presente con una inteligencia incisiva. Las obsesiones del director norteamericano vuelven a estar presentes en Blue Jasmine con una fuerza inusitada: el sexo, la inestabilidad emocional, el dinero, la familia, etc. El universo personal de Allen lo cincela un elenco protagonista que raya a enorme altura, desde la ya citada Blanchett a la impresionante Sally Hawkins, pasando por Alec Baldwin o secundarios con momentos estelares como Bobby Cannavale o Andrew Dice Clay. Quizá estemos ante una de las historias más ásperas y duras del Woody Allen de los últimos años, con el desolador personaje incorporado por Blanchett, cuyo especial carácter interfiere de un modo u otro en todos los que se le acercan. Un acerado retrato de la sociedad norteamericana, que puede leerse también como una velada crítica a la "cultura del pelotazo" y a la dura resaca posterior. Y otra joya que añadir a la lista de míticas películas ambientadas en San Francisco, donde transcurre la acción en presenteMagic in the moonlight, que llegará aquí seguramente después del verano.
. Impacientes, en fin, por ver
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