jueves, 9 de agosto de 2012

Parodia sana


Alguien dijo una vez que una de las actitudes más sanas y reconfortantes es reírse de uno mismo. El ombliguismo, el chauvinismo siempre han sido malos consejeros, ya que la mayoría de las veces impide ver la realidad tal como es cayendo en el más absoluto de los ridículos. Es algo que tuvieron claro desde que montaron su productora, Mundoficción, los sevillanos Alberto López y Alfonso Sánchez. Sus cortometrajes son ya leyenda en el mundo cibernético por su enjundioso y caricaturesco retrato de algunos estereotipos sociales, pero sobre todo por su acerada visión de la sociedad sevillana representada por uno de sus perfiles más identificativos: el señorito o "pijo" de copa de balón, cofradía, patillones y machito bravo.
El éxito de su propuesta a nivel nacional, con marcada incidencia en su hábitat natural, les ha animado a atreverse con su primer largo, El mundo es nuestro, asumiendo el riesgo de que su estilo, más próximo al sketch y a la brevedad, pudiera encontrar difícil ensamblaje con la duración estándar de una película. Pero para paliar ese hándicap, Sánchez, director de orquesta en la cinta, ha demostrado ser un tipo listo, ya que ha circunscrito la acción a un escenario muy limitado -el atraco a una sucursal bancaria-, permitiendo por tanto que tanto el tono paródico como el trazo grueso habituales de sus cortos encuentre fácil acomodo en un espacio reducido, ahora con más personajes, cada uno de los cuales asume un rol bien conocido por los que han frecuentado la sociedad hispalense: la reportera pluriemplada que lo mismo cubre un suceso que la Semana Santa, los atracadores "canis", la pareja de novios a la antigua, el empresario mafioso, la señora de la limpieza cotilla, la empleada con ganas de darse una alegría, el director de banco amigo de los desfalcos...
Sin embargo, aunque el grueso de la punzante pero amable crítica de El mundo es nuestro vaya dirigida contra una forma de entender la vida que prioriza el paso de una cofradía antes que la resolución de un atraco con rehenes, la película también carga desde el humor -recordando a algunos clásicos españoles como Atraco a las tres o La estanquera de Vallecas- contra la situación de crisis actual en la que los bancos se han erigido en protagonistas frente a los que los de a pie somos meros monigotes en sus inmensas manos. La efectividad de su discurso paródico no rayaría a la misma altura sin un equipo actoral que clava a cada uno de esos personajes tipo, elevando lo que podría hacer sido un mero divertimendo en una de las revelaciones del año. Quizá el cine español, que atraviesa también uno de sus peores momentos, debería seguir su ejemplo para buscar esas nuevas fórmulas que a veces están más cerca de lo que pensamos.

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