viernes, 16 de agosto de 2019

Carlos Saura y Porfiria Sanchiz



En el último tramo de su carrera Porfiria Sanchiz fue reclutada por varios de los más significativos exponentes del llamado Nuevo Cine Español, paliando de algún modo el olvido al que había sido relegada y que la habían obligado a participar en filmes de serie B o rarezas que no estaban a la altura del talento de la actriz. 

Uno de ellos fue el oscense Carlos Saura (1932), quien la llamó para intervenir en dos películas de su primera etapa, Stress es tres, tres (1968) y El jardín de las delicias (1970). En la primera interpreta a Matilde, la tía de Fernando (Fernando Cebrián), una mujer que vive en una casa solitaria en medio del campo y una abnegada defensora de las tradiciones. De hecho, es presentada al espectador totalmente vestida de negro y arrodillada sobre un lecho de piedras rezando. 

El propio director aclaró sus intenciones sobre el personaje: "Lo de la vieja sobre las piedras no es nada excepcional, al menos para mí. Es algo que yo he visto. Tenía una tía que lo hacía, era una beata un poco histérica, con un sentido de la religión de flagelación, autopunitivo. O sea tampoco es tan anormal dentro de un sistema educativo religioso y de vivir aislada en una finca como esa" (citado en BRASÓ, Enrique: Carlos Saura, Madrid, Taller de Ediciones Josefina Betancour, 1974, p. 211). 

Más llamativa fue aún su segunda colaboración con el realizador aragonés, ya que Saura eligió a Porfiria exclusivamente por su voz para una escena en la que tenía que recitar el poema "La marcha triunfal" de Rubén Darío, mientras sobre una pantalla aparecían imágenes del ejército nacional entrando en Madrid durante la guerra civil. Se trataba de otra de las estratagemas urdidas por la familia del amnésico Antonio (José Luis López Vázquez) para que recuperara la memoria y revelara las claves del negocio, sobre todo la de la caja fuerte y la cuenta bancaria en Suiza. Recordando escenas del pasado lo más fidedignamente posible, apelando a sonidos, olores y sentimientos, se trataba de conseguir que Antonio fuera conectando con su memoria personal. 



Para ello, la furiosa pero al mismo tiempo elegante voz de Porfiria parecía idónea. De hecho, en el libro citado anteriormente, Saura manifestó su intención de lograr un recitado al estilo de Berta Singerman, célebre actriz rusa nacionalizada argentina considerada la primera y única recitadora profesional americana especializada en interpretar a los más importantes autores de la poesía castellana.



lunes, 5 de agosto de 2019

Porfiria Sanchiz dibujada (IV)


Además de ser uno de los mayores éxitos teatrales en la carrera de Porfiria Sanchiz -alcanzó nada menos que las doscientas representaciones-, Baile en capitanía, de Agustín de Foxá, supondría en cierta medida un punto de inflexión en el tipo de papeles asignado a la actriz. Aunque solo tenía 34 años, la singular belleza que alabaron en su día los cronistas de la época se ha esfumado para otorgar a su rostro una madurez acelerada, caracterizada por un rictus hierático y una mirada de oscuros matices. Solo así se explica que Foxá le brindara en su obra el personaje de Elvira, la hermana de la protagonista, presentada como "fea, vestida sin elegancia", y que se alinea junto a su madre en la búsqueda del buen partido antes que el amor romántico. Esa simpleza de miras es retratada por los caricaturistas con cierta delectación, al modo de las futuras hermanastras de la Cenicienta de Disney.

Ese paulatino descenso a la bruma de los personajes malvados o, cuando menos, ambivalentes, se manifiesta en su rol de Emilia, hermana de Yago y sirvienta de Desdémona, en Otelo, de Shakespeare, otro gran éxito sobre el escenario del Teatro Español. Afortunadamente, Porfiria también tenía ocasión de volver de vez en cuando a papeles más cómicos, alejados de tanta tragedia, como el de doña Inés que incorporó para Don Gil de las calzas verdes, de Lope de Vega, cuya interpretación calificó el cronista del diario Madrid de "sencillamente magistral".