viernes, 28 de diciembre de 2012

Viajar sentados

Sólo por el magnífico título elegido, este libro de César Antonio Molina debería figurar por derecho propio en nuestra cabecera. Lugares donde se calma el dolor (Destino, 2009) pertenece a esa rara especie de libros inclasificables que puedes abrir por cualquier página dejándote llevar por los dedos mágicos del azar. El resultado es idéntico en cualquier caso: una prosa exquisita, elegante, plagada de referencias culturales que nos obligarían a tomar nota de todo lo que leemos hasta descubrir que estamos escribiendo el mismo libro de C.A. Molina. Encuadrable en ese subgénero de los libros de viajes que honran la memoria de los escritores y sus obras -recuerdo ahora, por ejemplo, el Libro de réquiems de Wiesenthal, las Tumbas de poetas y pensadores de Nooteboom, o la Macedonia de rutas de Rivero Taravillo- esta voluminosa obra del no menos prolífico ex ministro y ex director del Instituto Cervantes goza de la siempre difícil facultad de tocar la sensiblidad de los letraheridos, aquellos que vamos rastreando las huellas de nuestros autores predilectos por dondequiera que nos lleven nuestros pasos.
La Trieste de Rilke, la Praga de Kafka y Orten, la Petrópolis donde se suicidó Zweig, el San Petersburgo de Pushkin, la Roma en la que agonizó Keats, el Nueva York de Henry James, el pequeño cementerio de Montmartre donde yace Truffaut... Lugares todos de peregrinación que hay que recorrer sin prisas ayudados por esta guía de viaje con vocación de biblia. Valga un ejemplo. Uno, que no pudo visitar la casa-museo Pushkin en la que murió el poeta tras batirse en duelo, tiene ahora la sensación de haber saldado su deuda gracias a la incisiva y evocadora pluma de Molina, quien recrea con tal minuciosidad de detalles la habitación que uno ya no podría decir que nunca estuvo allí.

sábado, 15 de diciembre de 2012

The reader´s diary (XIV)

La escritura de una novela te deja secuelas inevitables. Los personajes se quedan dentro de tu cabeza y es difícil, por no decir imposible, sacarlos de ahí. Esto hace que en ocasiones creas ver en la vida cotidiana situaciones o actitudes muy próximas a las que desarrollaste en la ficción, o que, rizando el rizo, la novela trate de prolongarse en otras, como una imparable madreselva que trata de contaminar o incrustrarse en las ideas de otros. En mi caso, mis Bancos de niebla parecen haberse espesado más de la cuenta alcanzando el paisaje narrativo de dos lecturas recientes: Historia de amor sin título, de Rubén Ochandiano, y Hablar solos, de Andrés Neuman. En la primera de ellas, debut novelístico del joven actor y realizador, el protagonista también se llama Mario. Es un chico homosexual, con graves problemas para relacionarse con los demás y que sufrió acoso escolar en su infancia, como su propio artífice, Ochandiano, ha declarado en alguna entrevista promocional. Escrita siguiendo los parámetros de cierta narrativa moderna y desde diferentes ángulos o puntos de vista -el del propio Mario, amigos, miembros de su familia, su psicóloga y la propia periodista que le entrevista en el centro psiquiátrico en el que está internado- la novela peca a veces de ingenuidad y cierto desaliño estilístico, pero rebosa dinamismo e inteligencia en la confección de una arquitectura narrativa bien tensionada. Los monólogos de Mario en primera persona me trajeron a la memoria inevitablemente las grabaciones de su tocayo de Bancos de niebla, la cercanía entre dos personajes problemáticos enfrentados a una vida que les supera.
Uno de los tres pesonajes principales de Hablar solos también se llama Mario, pero las casualidades no acaban ahí, ya que se trata de un enfermo que, tras diagnosticársele una enfermedad irreversible, opta por grabar en cintas sus pensamientos, miedos y confesiones para su mujer y su hijo de diez años. La estructura que presenta Neuman también guarda similitudes y tiende puentes entre las tres novelas citadas, ya que va alternando diferentes monólogos de los tres protagonistas de una historia triste, pero real como la vida misma. El autor de Bariloche elude los diálogos y los convencionalismos narrativos para penetrar en el alma desnuda de cada uno de los miembros de la familia y ofrecernos esos matices y sorpresas que nos revelan que nada es nunca lo que parece. Tras la monumentalidad de esa novela de corte decimonónico que fue El viajero del siglo, Neuman nos ofrece ahora una historia mucho más íntima y áspera, y si me apuran, de la misma o mayor envergadura que la anterior.
Quizá sea sólo una impresión de un escritor obsesivo, pero creo que tanto Ochandiano como Neuman estarán de acuerdo conmigo en que uno de los valores de la literatura reside en lo que podríamos llamar su carácter reproductivo o inagotable: unos libros llaman a otros, y sus páginas y personajes se entrecruzan casi sin percatarnos, como si manifestaran su deseo de perennidad. Mario vivirá para siempre, solitario y frágil, en los infinitos destinos que le depare la literatura.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Cervantes en Sanlúcar

La consecución del último Premio Cervantes por parte de José Manuel Caballero Bonald ha sido una satisfacción para muchos de los que los conocemos desde hace años. Sabido es que Pepe es un enamorado del paisaje sanluqueño y de la inigualable visión que ofrece de Doñana. En su día tuve oportunidad de entrevistarle en su chalé de Montijo para el suplemento cultural Mosaico que entonces capitaneaba junto a mi hermano Félix J. Meses después lo hice de nuevo para La Ronda del Libro, el periódico literario de la Feria del Libro de Cádiz que dirigió mientras fue posible el bueno de José Manuel Benítez Ariza. Caballero Bonald estaba en plena efervescencia literaria. Acababa de publicar Diario de Argónida y estaba metido de lleno en la redacción de su segundo tomo de memorias, La costumbre de vivir; por si fuera poco, su Fundación en Jerez era casi una realidad. Permitidme retroceder en el tiempo y transcribir algunos fragmentos de ambas conversaciones:

"Las primeras novelas de García Márquez y de Vargas Llosa eran ejemplares y poco a poco -sobre todo Vargas Llosa a partir de La tía Julia y el escribidor- han ido en decadencia franca: Los cuadernos de don Rigoberto no me gusta nada y tampoco Noticia de un secuestro. Creo que esos novelistas han ido decreciendo, desmereciendo de su obra anterior, y otros no existieron nunca. Pero estas son opiniones personales: yo ya tengo mucha edad para callarme. Por ejemplo, Ernesto Sábato me parece un escritor hinchado por no sé qué razones en España: alguna vez he dicho que me parece un apocalíptico en versión rioplatense. No me interesa, como tampoco Cabrera Infante, que es un especialista en juegos de palabras. Los grandes maestros novelísticos para mí han sido Rulfo, Carpentier y Onetti, y los tres, incomparables en el siglo XX español, que enlazan con Valle Inclán, ya están muertos. Los novelistas del ´boom´ o han muerto o van declinando".

"Sigo siendo crítico con Jerez. Lo que pasa es que yo criticaba un Jerez que ya no existe: el Jerez de mis novelas es el de hace treinta o cuarenta años, el del franquismo, donde las grandes familias bodegueras eran todavía omnipotentes. La propia dinámica de la historia ha hecho cambiar estas familias. Pero cuando hay cosas que no me gustan en Jerez, lo sigo diciendo tanto en mi obra como en las conversaciones. Lo de la Fundación me halaga, porque tendré un sitio para depositar mi archivo documental: fotografías, papeles, correspondencia... Además, a través de ellas se canalizará toda la actividad cultural de Jerez, tanto en el terreno de exposiciones de pintura como en conciertos de música o ciclos de conferencias y seminarios. Además me han dicho indirectamente que van a comprar la casa donde nací -el nº 17 de la calle Caballeros, que derribaron para construir un banco y que hoy es una oficina de agricultura de la Junta- para que sea la sede de la Fundación, y eso me parece casi un sueño".

"A lo mejor me he excedido en ciertas cosas, y esos excesos hoy no los hubiera cometido. Pero son cosas muy íntimas. En general, estoy contento con lo que he hecho y volvería a hacer muchas cosas otra vez. Uno se equivoca y tropieza con la misma piedra muchas veces. Además, es mejor que se equivoque solo a que lo haga a través de consejos ajenos".


"Hay gente joven que viene muy bien dispuesta, que escribe bien, y que si se olvida de ciertos manejos e incitaciones comerciales impuestas por la moda (hacer una novela realista de éxito fácil, directo e inmediato) y de la desmedida ambición de ingresar de inmediato en las nóminas de los libros más vendidos, y recapacitan, saldrán adelante con éxito. Citaría a Felipe Benítez Reyes, Juan Manuel de Prada, Antonio Soler, Juan Bonilla o a ese gran prosista que es Luis García Montero, siempre oculto por su poesía. Pero también he dicho que para mí los grandes artistas del idioma actual son prácticamente desconocidos para el gran público y la gente casi no habla de ellos. Siempre pongo el máximo ejemplo de Manuel de Lope".

viernes, 30 de noviembre de 2012

A una amiga



Niña de cristal, ¿Dónde te metiste
en estos días negros de silencio atroz?,
¿dónde escondiste las alas
que no pudieron salvarte,
las trenzas rojas de Rapunzel herida?
Te rompiste como una marioneta vieja
olvidada por su creador.

Niña de luto, eterna fugada
de una prisión que sólo tú veías
y a la que volvías cuando parecías escapar.
Pintora de sueños imposibles,
que ahora juegas con las estrellas
por pensar que ya no pintabas nada.
Ahora falta luz en el lienzo
que nunca terminaste.
Sólo se escucha un ruido sordo, opaco,
tan frágil y breve como fue tu vida,
llena de aristas y cortes transversales.

Niña perdida, ¿adónde irás
si no sabes el camino de vuelta?

sábado, 24 de noviembre de 2012

Por menos de 4 euros

Para los que no hayáis tenido todavía ocasión de leer Bancos de niebla, la editorial Paréntesis ofrece ahora la oportunidad de conseguirlo en e-book por la irrisoria cantidad de 3,99 euros. Todos los títulos de la editorial estará a ese precio en una oferta limitada. ¡Aprovechad la oferta!

http://www.parentesiseditorial.com/index.aspx

sábado, 17 de noviembre de 2012

The reader´s diary (XIII)

Una opinión generalizada contenida en el imaginario común dice que la vida de los artistas de cine suele tener argumentos suficientes para su propia película o para una novela. Tendemos a pensar que los actores y actrices están obligados a vivir una vida desenfrenada y pródiga en relaciones amorosas, accidentes, depresiones, pasajes oscuros, cocktails y mansiones fastuosas. La vida de Adolph Marx -Harpo habla (Seix Barral, 2010)-, conocido para la posteridad con el apodo de Harpo, responde como un guante a ese concepto. Nacido en una humilde familia numerosa en la que la fuerza vital de los padres era el bastión que sostenía los muchos reveses, Harpo se permite por fin poner voz a una trayectoria vital asombrosa, en la que se codeó con las mayores personalidades culturales de su época tras sufrir un largo y poco agradecido peregrinaje por teatros de mala muerte o incluso clubs de alterne de dudosa reputación tocando al piano las pocas piezas que sabía. Haciendo gala de una sencillez y una humanidad asombrosas, Harpo nunca tuerce el gesto para contar historias a cual más hilarante y episodios románticos como el largo noviazgo con la que sería su mujer. Una coda de su propio hijo y un entrañable prólogo de Elvira Lindo completan un volumen imprescindible para añadir a la bibliografía sobre los hermanos más "marxianos" de la historia del séptimo arte.
Creo que en algún momento Harpo menciona su trabajo en un circo, aunque éste no fuera el Barnum. Aparece ahora en castellano uno de los primeros -si no el primero- libros sobre el empresario circense Phineas Taylor Barnum (1810-1891), promotor de una de las aventuras más curiosas del mundo del espectáculo: un circo itinerante que reunía los llamados "fenómenos de feria" o seres que por su deformidad o rareza connatural actuaban como reclamo comercial para asombro de miles de espectadores. Precursor de muchas técnicas publicitarias y de un primitivo merchandising, Barnum trató de ofrecer al público lo que pedía, lo que nunca imaginó poder ver sobre una pista de circo. Muchos artistas de diferentes disciplinas se inspiraron en sus creaciones para dar a luz algunas de sus obras maestras, caso de Freaks (La parada de los monstruos) (Tod Browning, 1932) o El hombre elefante (David Lynch, 1980). Con una concepción muy básica, destinada a cubrir una laguna bibliográfica con los principales acontecimientos de su vida, Marc-Pierre Dylan -Freaks. La historia del circo Barnum (Nowtilus, 201)- se aproxima a una figura que ya es un icono en la cultura estadounidense.

Figura de sombra alargada fue también la de nuestro poeta Ángel González. A él le dedicó Luis García Montero su primera y conmovedora novela, Mañana no será lo que dios quiera (Alfaguara, 2009) y, aunque con otro nombre, Ángel vuelve a aparecer a ráfagas en No me cuentes tu vida (Planeta, 2012), como protagonista de un libro en el que trabaja el narrador, trasunto del propio escritor granadino. Sin embargo, el asunto principal es aquí bien distinto, pues la linealidad de la historia pierde fuerza en favor de la reflexión sobre los problemas generacionales entre padres e hijos, la dificultad de asumir las culpas y errores, y la confrontación entre pasado y presente. Con el telón de fondo de la historia de una relación que acaba en boda, García Montero ejecuta en la novela digresiones de diverso calado amueblando esa casa vacía que siempre deja un hijo que crece. La autobiografía y el ensayo se funden de este modo en un intenso retrato de familia.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Semana de cine y vídeo

Mucho se ha hablado de la ópera prima del actor y showman Paco León. Sin embargo, Carmina o revienta, al parecer, inspirada en la vida real de su familia, con su madre como protagonista principal, peca de la inconsistencia del realizador novato, aunque esté sobrada de buenas intenciones, quizá hasta demasiadas. De hecho, la matriz de la película es su afán bienintencionado, volcado aquí en una madre coraje cuyo itinerario nos viene a decir que en esta vida hay que ser más listo que el hambre para salir adelante, y si para eso hay que engañar, delinquir o pasar por encima del que sea, pues adelante. Dicho de otra forma: ante los palos que nos da la vida, mejor tomarnos la justicia por nuestra mano. Pero las buenas intenciones no bastan para lograr una buena película. Paco León parece no saber decidirse por el docudrama o la ficción con base real y se queda a medias de todo, decantándose por una realización plana sin ningún atisbo de creatividad. La brillantez de algunas escenas como la del accidente del coche chocan con algunas demasiado alargadas y otras que se extralimitan al recargar lo soez -si la han visto, saben a cuál me refiero-, resultando un conjunto algo deslavazado que pide cohesión a gritos. Nada que reprochar, en cambio, al equipo actoral, magnífico hasta en los más pequeños papeles.

Corta se queda también El erizo (2009), adaptación de la exitosa novela francesa de Muriel Barbery. Mona Achache, que ha sabido visualizar espléndidamente el bloque de apartamentos del libro y utiliza con astucia la habilidad como dibujante de la pequeña protagonista, se precipita en el desarrollo de la historia principal, narrando la intensa relación que se fragua entre la portera y la niña con exceso de velocidad, sin dar tiempo al espectador a que se encariñe con ambas y sienta, como sucede en la novela, el mazazo final como una verdadera tragedia y no como un efecto sorpresa desproporcionado. Es habitual que se diga de una película que le sobra la última media hora, pero en el caso de El erizo ocurre todo lo contrario: le falta suficiente metraje como para que echemos de menos continuamente la novela.
Y, para que no penséis que a todo lo pongo pegas, redonda sí me ha parecido Looper, extraordinario híbrido de géneros con guiños al primer Terminator, capaz de ensamblar los viajes en el tiempo con el mejor cine negro, el de los perdedores capaces de sacrificarse por una causa mayor. Rian Johnson, autor de dos títulos estimables aunque poco difundidos como Brick y Los hermanos Bloom, así como de algunos episodios de series televisivas, ha bordado su primera película para un público mayoritario trenzando un argumento de tiralíneas que tiene en la sorpresa, las elipsis narrativas y la originalidad sus mejores bazas. El ritmo visual, del que se contagian unos estupendos Bruce Willis y Joseph Gordon-Levitt, es imparable, manteniendo al espectador en tensión en todo momento. La ambientación, muy lograda, y el montaje celebran la inteligencia del espectador. En definitiva, una perfecta muestra de que aún se puede ser original sin necesidad de recurrir a consabidos remakes o adaptaciones testimoniales.

martes, 30 de octubre de 2012

Segundo aniversario

Casi dos años después de su publicación, siguen apareciendo reseñas de Bancos de niebla, mi tercera novela. La última se la debo a Jorge Andreu, infatigable lector, quien la ha colgado en su blog del mismo nombre. La puedo considerar casi como un regalo de aniversario:

http://jorge-andreu.blogspot.com.es/2012/10/juan-carlos-palma-bancos-de-niebla.html

martes, 16 de octubre de 2012

La frontera azul

Después de esa obra maestra inclasificable que fue Anatomía de un instante y tras su última y fallida experiencia puramente narrativa, La velocidad de la luz, Javier Cercas necesitaba una novela que volviera a confirmarle como uno de los grandes de la narrativa española actual. Las leyes de la frontera (Mondadori, 2012) es esa novela. Escrita de modo aparantemente impersonal y distante, recurriendo a la entrevista periodística de un investigador-escritor que bien podría ser un trasunto del propio Cercas, la estructura de la novela es herméticamente perfecta. La narración de las andanzas del Zarco y un grupo de jóvenes delincuentes en los años de la transición española se nos ofrecen a través de las voces de uno de sus ex compañeros de fatigas y de uno de los policías que intervinieron en su captura, dejando Cercas que sean ellos los que expresen sus opiniones sobre el protagonista, aunque obviamente todos sepamos que detrás de ese calculado entramado se encuentre el propio autor. La confrontación de ambos testigos, a los que se une la esporádica intervención de algún personaje episódico, le sirve a Cercas para enriquecer el paisaje humano y social en torno al Zarco y aportar además diferentes puntos de vista sobre algunos acontecimientos claves de su espinoso itinerario. De este modo, la novela se redimensiona, creando una tupida red que envuelve al lector sumergiéndole desde el principio en una historia aparentemente poco original -todos recordamos al Vaquilla y a otros célebres jóvenes delincuentes retratados en algunas películas que aquí también se citan- pero trenzada con ese dinamismo feroz tan característico de Cercas, que aquí se imbuye en el lenguaje callejero y delictivo volviéndolo cercano, eliminando los adornos y ramalazos estilísticos que hubieran desentonado en la narración. Sin embargo, como ya dije antes, esta aparente frialdad esconde un trabajo de campo laborioso para evitar que se vean las costuras, y ése es uno de los grandes aciertos de la novela, su aparente sencillez; sencillez que podemos llevar incluso al título, también aparentemente facilón, pero cuyo reverso esconde una alusión clave a una célebre serie de televisión que los protagonistas, y muchos lectores entre los que me incluyo, considerábamos algo más que una serie. De eso se trata, y Cercas lo sabe bien, de trascender la realidad.

domingo, 30 de septiembre de 2012

The reader´s diary (XII)

¿Qué lector no ha tenido alguna vez la sensación de déjà vu, de haber leído antes lo mismo que está frente a sus narices, aunque sea expresado de otro modo? La literatura, el cine, la música y, en general, todas las disciplinas artísticas creativas coquetean por sistema con esa borrosa franja que separa el plagio del homenaje, la revisión de la copia más descarada. En su libro El plagio como una de las bellas artes (Ediciones B, 2012), Manuel Francisco Reina, con amenidad y abundancia de ejemplos y casos prácticos, nos recuerda que el plagio es consustancial al hecho literario y ha existido ya desde las primeras culturas clásicas, ejecutado incluso por autores de renombre que quisieron darle una nueva vuelta de tuerca a lo ya escrito. Reina, que incluso dedica un capítulo a las cuestiones puramente legales recogidas en la juridiscción española, va repasando casos célebres y menos conocidos de la historia de la literatura hasta llegar a la actualidad más reciente con los affaires de Cela, Ana Rosa Quintana o Bryce Echenique, metiendo el dedo en la llaga con conocimiento de causa.
En un tono muy distinto, recurriendo a los textos breves en los que ya ha dado sobradas muestras de su maestría, se expresa el poeta Luis García Montero en Una forma de resistencia (Alfaguara, 2012). Objetos cotidianos de la casa y el entorno del escritor cobran vida a través de los paisajes de la memoria para ofrecer una lectura insólita plagada de pequeños detalles, imágenes sugerentes y alusiones personales que van dibujando a carboncillo la figura del poeta, su forma de pensar y comportarse, su familia, sus actitudes... hasta que asoma, en fin, su más tierna humanidad, ese lado sensible que nos araña el alma y que sólo parece alcanzarse apelando a los recuerdos y la nostalgia. Cualquier cosa le sirve a García Montero para iniciar esos viajes astrales al pasado: una silla, una corbata, un espejo, una pluma, un armario. Todos ellos nos conocen aunque a veces no reparemos en ello. De Una forma de resistencia sale uno con pocas ganas de resistir la espera de esa segunda novela del poeta, anunciada en alguna entrevista.


Y es que cuando uno adora a un escritor, cuando forma parte de su aprendizaje vital y literario, parte, por tanto, de uno mismo, no puede por menos que acudir a los lugares donde estuvo o visitar su última morada. Al igual que Cees Nooteboom, no puedo evitar visitar una ciudad sin despedirme simbólicamente de un escritor al que me he sentido íntimamente unido en algún momento. La tarea muchas veces es ardua y exige infinidad de paciencia en tus compañeros de viaje, pero casi siempre compensa, aunque a veces la tumba en cuestión -como la de Juan Ramón en Moguer- yazca en la desidia y la dejadez. Puede que en algún momento me dedique a escribir un ensayo parecido a Tumbas de poetas y pensadores (DeBolsillo, 2009), resultado de un peregrinaje en busca si no del alma, al menos de la huella de un espíritu que siempre tenemos presente en algún verso, en alguna frase memorable. Oremos.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Helsinkiville


Llevaba tiempo buscándola, y cuando menos lo esperaba, la encontré. Helsinki es Pleasantville, esa ciudad imaginaria que daba título a la película de Gary Ross (1998) y, por extensión, a una serie televisiva de los años 50 en la que nunca sucede nada malo y la vida familiar transcurre en una dulce y pacífica armonía, día tras día. El mercado del centro de la ciudad, con sus frutas espléndidas, los puestos de comida, los recuerdos artesanales turísticos; la banda de música que se pasea por la ciudad para felicidad de niños y adultos; sus parques y jardines donde sentarse a conversar o tomar una copa; su

red de carriles bici que hace inútil y casi absurdo cualquier bocinazo de coche; esas familias de padres y niños rubios que podrían parecer clonados; esa sonrisa permanente en la cara, la amabilidad, la urbanidad, el civismo, esas cosas, en fin, que por aquí se empiezan a echar de menos... Sólo en Helsinki no resulta extraño que una prisión haya sido reconvertida en hotel. Parece casi una declaración de principios de la vida de la ciudad, donde la maldad no tiene lugar. Tengo la sensación de que si alguien tirara un papel al suelo en Helsinki, se haría el silencio y todos se quedarían mirando esa situación anómala, como cuando los dos protagonistas de Pleasantville comienzan a socavar las pautas establecidas en la comunidad. Quizá en los meses de otoño e invierno la realidad sea distinta. Tanta oscuridad no debe ser buena para nadie. Pero en verano los finlandeses se echan a la calle a robar todo el sol que puedan retener en sus cuerpos y en su memoria, y se marchan el fin de semana a Estocolmo desinhibiéndose en la pista de baile del Viking Line, camuflando en el alcohol la vergüenza de sus ridículos movimientos. Resultaba tierno verlos allí, algunos con traje de chaqueta, tratando de conseguir pareja para la noche. Quizá sea su única manera de sacar un poco los pies del plato, de hacer alguna travesura a las que están tan poco acostumbrados. El carácter finés es así. El lunes, como en la película de Gary Ross, un fuego volverá a ser un gato subido en un árbol.

sábado, 8 de septiembre de 2012

The reader´s diary (XI)

La novela elegida para el viaje de este año no pudo ser otra, y la acabé justo a la llegada al país de su autor, tras pasar una noche divertida en el barco de la Viking Line que hace el trayecto Helsinki-Estocolmo. Dicen que los suecos no son nada divertidos, que el clima que predomina casi todo el año en su país les hace ser oscuros, un pasto de cultivo para la novela negra más despiadada y sin escrúpulos. Con El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Salamandra, 2012) el periodista Jonas Jonasson ha querido desmentir esa imagen con otra imagen de arranque sin duda prometedora: un abuelo que el día de su centésimo cumpleaños se escapa de la residencia de ancianos para recorrer mundo y vivir una última aventura, una más de las muchas que protagonizó en su larga peripecia vital, y que la novela se demora en recordarnos. Da la impresión de que Jonasson ha visto varias veces Forrest Gump y, como cien años dan para mucho, ha querido hacer partícipe a su protagonista de algunos de los acontecimientos clave del siglo XX, como la invención de la bomba atómica o la guerra civil española, así como enfrentarle de bruces con algunos de sus más irredentos protagonistas: Churchill, Mao, Stalin, etc.
Sin embargo, el discurrir de la historia, que se precipita sin sonrojo por el humor absurdo y esas casualidades forzadas, llega a hacerse monótona y a perder consistencia como un globo hinchado que se desinfla presa de su propio esquema narrativo. Los momentos hilarantes, pocos, quedan sepultados por esa pretensión por convertir a Allan Karlsson en el testigo activo de un siglo de historia contemporánea. La fotografía de partida es, sin duda, la mejor idea de una novela que podía haber llegado mucho más lejos, tanto como su volandero protagonista.
Mucho más firme, con los pies en el suelo, se muestra Almudena Grandes en su segundo "episodio de una guerra interminable". El lector de Julio Verne, al contrario que la anterior Inés y la alegría, tiene la medida justa y mantiene la intriga hasta el final, como una novela de suspense que nos mantiene engañados buena parte del tiempo. Con ese niño protagonista que suele funcionar bien en novelas y películas cuando está bien trazado, como es el caso, asistimos en primera fila a un perfecto ejemplo de microhistoria, esa que nos permite amplificar su sentido a un marco más amplio, el de la Historia con mayúsculas, sin vencedores ni vencidos, sólo con la crudeza de unos acontecimientos que siguen vivos en la memoria de los lugares más recónditos, como si allí fuera más fácil ver la esencia de las cosas, desgajadas de la primera plana de los periódicos y el vocerío de las multitudes. Con el pulso firme de narradora que la caracteriza, Almudena Grandes nos conquista con una narración que auna tragedia, esperanza, rabia contenida, y tesón, mucho tesón, a través de la pequeña figura de Nino, que se deja llevar por los universos fantásticos de Julio Verne para huir de una realidad más gris y bochornosa.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Centenaria

Lo anuncia mi querido Antonio Rivero Taravillo en su blog: la revista Clarín cumple cien números acudiendo fielmente a su cita con ese mínimo retraso suyo tan característico para sus acérrimos seguidores, siempre al filo de la agonía de su segundo mes de bimestralidad, a veces a principios del siguiente. Eso nunca nos importó a los que la tratamos desde sus inicios allá por enero de 1996, y que todavía repescamos números atrasados en la propia editorial -la incombustible Nobel- o en librerías de lance. Eran otros tiempos. Entonces Clarín se podía encontrar con suma facilidad en algunas librerías especializadas, su distribución era generosa y no hacía ninguna falta reservarla o solicitarla a nuestro librero de cabecera. Simplemente estaba allí, colocada en la estantería junto a otras revistas literarias que no han soportado los cambios económicos y editoriales, como una compañera fiel e imprescindible de las novedades bibliográficas que se arracimaban a su alrededor. Nada que ver con la realidad actual, de la que uno es testigo en primera persona. Clarín ya no aparece en el catálogo de las novedades de los proveedores, al menos en Andalucía. Si algún cliente la solicita, hay que pedirla a una editorial ovetense como una "rara avis" que ha perdido su hábitat natural. El elevado coste que supone una publicación de este tipo, unida a la progresiva digitalización de los usos lectores, han provocado que las revistas literarias hayan encontrado su relevo "natural" en los blogs literarios que proliferan por la red, y que se benefician de la inmediatez, la difusión masiva y el coste cero o casi nulo. Sin embargo, sin negar su utilidad -y como sucede con el libro electrónico- uno echa de menos la egoísta posesión material, pasar las páginas de unas secciones que ya se han convertido en clásicas.
Junto a otras revistas literarias, ya desaparecidas, a las que guardo especial cariño -Prima Littera, Renacimiento, Sin Embargo o El Siglo que Viene, por citar algunas-, la revista que dirige desde sus inicios José Luis García Martín forma parte de mi formación literaria. En aquella época de efervescencia cultural mi hermano Félix J. y yo habíamos conseguido que un periódico local nos permitiera editar cada mes -porque pagar, no pagaban por supuesto- un cuadernillo de ocho páginas al que bautizamos como Mosaico. Gracias a él nos relacionamos con muchos escritores y editores, entre otros con José Manuel Benítez Ariza, quien me sugirió la posibilidad de enviar a Clarín la entrevista que acababa de hacerle. Para mi sorpresa, fue aceptada y publicada, siendo la primera de una serie que, junto a algunas críticas y artículos, fueron apareciendo con su puntual remuneración. Hace algunos años que, por falta de tiempo, no envío nada a la revista, pero amigos y colaboradores me cuentan que Clarín goza de una excelente salud para los tiempos que corren y sigue pagando religiosamente, cosa que a algunos les sigue pareciendo extraño, como si los escritores no tuvieran que pagar todos los meses sus facturas. Ignoro si la revista ovetense logrará editar otros cien números, pero sin duda su longevidad e indiscutible calidad ya son dignas de aplauso.

jueves, 30 de agosto de 2012

Vistas de San Petersburgo


Oteando el Hermitage desde la distancia



La impresionante Casa del Libro ("Dom Knigui") en la Avenida Nevski

lunes, 27 de agosto de 2012

En la Ruta Millenium



No es ninguna casa de cuento, sino en la que Stieg Larsson situó la vivienda de Mikael Blomkvist. Situado en el número 1 de la calle Bellmansgatan, en la isla de Södermalm, al ático del periodista se accede por una pasarela metálica y se disfruta de maravillosas vistas de Estocolmo.

martes, 21 de agosto de 2012

Un Botton doble, por favor

Todavía reciente su Miserias y esplendores del trabajo, Alain de Botton nos regala una ración doble de su inconfudible estilo. Como promotor de la asociación "The school of life", dirigida a aprovechar mejor el tiempo con fines útiles, ha presentado en nuestro país los primeros títulos de su colección ensayística, editados en formato pequeño y con apenas un centenar de páginas cada uno. Centrados en diferentes temas que afectan a la cotidianidad de la sociedad contemporánea, De Botton se ha ocupado del volumen que aborda las relaciones sexuales en la actualidad. Cómo pensar más en el sexo (Ediciones B, 2012) reflexiona sobre nuestra forma de asumir una cuestión inherente a nuestro modus vivendi, sobre las alegrías y preocupaciones que nos genera, y sobre la forma de encararla de un modo racional que no excluye la pasión. Acudiendo a ejemplos prácticos de relaciones habituales, De Botton nos abre caminos que quizá ya habíamos pensado transitar, y no elude cuestiones antaño tabúes como la masturbación, las orgías o el sexo mercenario.
Pero si el librito nos ha sabido a poco, aún tenemos la posibilidad de recurrir a Religión para ateos (RBA, 2012), un ensayo ya del grosor habitual en la bibliografía del suizo, escrito no con la vocación de convencer al no creyente, sino con la de hacerle pensar en las ventajas de tomar de cada religión los valores y actitudes que más pueden hacer por mejorar su vida. Con su característico estilo seductor, rebosante de ideas y acopio de lecturas, De Botton lucha en cada párrafo para hacernos creer que no todo dogma tiene por qué ser rechazado de plano, sino que cada uno merece que nos adentremos en él para separar el grano de la paja, el fervor de la utilidad. Con más tiempo para extenderse que el que le conceden habitualmente en sus programas televisivos, el autor de El placer de sufrir vuelve a demostrarnos que hoy por hoy es uno de los sociólogos más preclaros del panorama actual.

lunes, 13 de agosto de 2012

Disentir todavía es posible

Hace tiempo que vengo barajando la idea de escribir una especie de decálogo sobre mis razones para no darme de alta en facebook ni en ninguna de las redes sociales tan boyantes hoy día. Mientras me decida a hacerlo, os dejo un artículo de mi ex-maestro -pero maestro siempre- Carlos Colón que podría erigirse perfectamente como uno de los artículos del susodicho decálogo:

http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/1327345/redes/o/tribus.html


jueves, 9 de agosto de 2012

Parodia sana


Alguien dijo una vez que una de las actitudes más sanas y reconfortantes es reírse de uno mismo. El ombliguismo, el chauvinismo siempre han sido malos consejeros, ya que la mayoría de las veces impide ver la realidad tal como es cayendo en el más absoluto de los ridículos. Es algo que tuvieron claro desde que montaron su productora, Mundoficción, los sevillanos Alberto López y Alfonso Sánchez. Sus cortometrajes son ya leyenda en el mundo cibernético por su enjundioso y caricaturesco retrato de algunos estereotipos sociales, pero sobre todo por su acerada visión de la sociedad sevillana representada por uno de sus perfiles más identificativos: el señorito o "pijo" de copa de balón, cofradía, patillones y machito bravo.
El éxito de su propuesta a nivel nacional, con marcada incidencia en su hábitat natural, les ha animado a atreverse con su primer largo, El mundo es nuestro, asumiendo el riesgo de que su estilo, más próximo al sketch y a la brevedad, pudiera encontrar difícil ensamblaje con la duración estándar de una película. Pero para paliar ese hándicap, Sánchez, director de orquesta en la cinta, ha demostrado ser un tipo listo, ya que ha circunscrito la acción a un escenario muy limitado -el atraco a una sucursal bancaria-, permitiendo por tanto que tanto el tono paródico como el trazo grueso habituales de sus cortos encuentre fácil acomodo en un espacio reducido, ahora con más personajes, cada uno de los cuales asume un rol bien conocido por los que han frecuentado la sociedad hispalense: la reportera pluriemplada que lo mismo cubre un suceso que la Semana Santa, los atracadores "canis", la pareja de novios a la antigua, el empresario mafioso, la señora de la limpieza cotilla, la empleada con ganas de darse una alegría, el director de banco amigo de los desfalcos...
Sin embargo, aunque el grueso de la punzante pero amable crítica de El mundo es nuestro vaya dirigida contra una forma de entender la vida que prioriza el paso de una cofradía antes que la resolución de un atraco con rehenes, la película también carga desde el humor -recordando a algunos clásicos españoles como Atraco a las tres o La estanquera de Vallecas- contra la situación de crisis actual en la que los bancos se han erigido en protagonistas frente a los que los de a pie somos meros monigotes en sus inmensas manos. La efectividad de su discurso paródico no rayaría a la misma altura sin un equipo actoral que clava a cada uno de esos personajes tipo, elevando lo que podría hacer sido un mero divertimendo en una de las revelaciones del año. Quizá el cine español, que atraviesa también uno de sus peores momentos, debería seguir su ejemplo para buscar esas nuevas fórmulas que a veces están más cerca de lo que pensamos.

miércoles, 1 de agosto de 2012

The reader´s diary (X)

Aunque entre una y otra existan diferentes gradaciones, básicamente hay dos grandes modos de biografiar, de contar la vida de otro: la biografía pura y dura, que se ciñe en orden cronológico a las fechas más significativas y a las obras más relevantes dejadas por el homenajeado, y la biografía literaria, la que, apoyándose en algunos datos conocidos de la persona en cuestión, elabora una trama narrativa donde la ficción convive con la realidad para ofrecernos un personaje más que una persona. Ambas son formulaciones válidas para lograr el mismo objetivo: acercarnos a una vida lo suficientemente interesante como para merecer el esfuerzo.
En el primer grupo podría encuadrarse El tiempo es un sueño pop (RBA), biografía de Juan Bonilla sobre Terenci Moix que mereció el último premio Gaziel. Acostumbrado a lidiar con todo tipo de géneros, o quizá sería mejor decir, a imbricarlos unos con otros para lograr extraños híbridos de ensayo y ficción, Juan Bonilla demuestra con este solvente trabajo que también es capaz de imponer su estilo a un proyecto más académico de los que suele atacar con su ocurrente y chispeante pluma. Envuelto en su capa de periodista -entrevistó a Moix en el sevillano hotel Alfonso XIII revelando que las entrevistas con el escritor no podían ser cualquier cosa- y amigo, Bonilla deja más espacio en su volumen para los primeros pasos del Moix escritor, su titubeante acceso al mundo literario en una Barcelona vanguardista, y esas primeras novelas en las que ofreció lo mejor de sí mismo. Menos campo deja para el Moix más popular, el de El amargo don de la belleza o El arpista ciego, quizá porque todos conocemos más esa historia de vedette y tiple amante de figurar en cualquier sarao televisivo. Bonilla entra al trapo en sus creaciones, las sopesa y las valora en su justa medida, hablando también de proyectos frustrados, de encargos, de pasajes delirantes y cruentos en su agitada vida, de una memoria cinematográfica enciclopédica que envidiaría el mismo Georges Sadoul... Además del conocimiento de su propia persona, Bonilla recurre al valioso testimonio de su hermana Ana María Moix, a críticas de suplmentos y revistas, o a la imprescindible correspondencia. El resultado, un libro que nos acerca al Moix más íntimo y también al más extrovertido, y que a buen seguro el homenajeado habría aprobado con creces.
Los amores oscuros (Temas de Hoy) pertenece, en cambio, al segundo grupo de biografías. Tomando como punto de partida la revelación hallada en el estudio de Agustín Penón sobre el último amor de Federico García Lorca, el también jerezano Manuel Francisco Reina -contando con testimonios del propio Juan Ramírez de Lucas, de amigos íntimos de la pareja, cartas y documentos inéditos- narra los últimos años del poeta tal como pudieron haber ocurrido a raíz de estas revelaciones, situando como protagonista al joven amor del poeta, quien desde la cama de un hospital decide contar su vida a la doctora que le atienda y, de paso, también al lector. Situándose en esta perspectiva amorosa, pero sin caer en el folletín lacrimógeno, Reina nos introduce en ese Madrid de la República donde la cultura hervía por cada rincón, pero también en esa capital que empezaba a resquebrajarse con los desafueros de los descontentos, precipitando esa guerra que acabaría con todo, también con ese amor oscuro que navegaba a contracorriente, condenado de antemano. Emocionante y con gran poder evocativo, Los amores oscuros nos confirma el talento de un joven narrador que ya había dado suficientes muestras en creaciones anteriores.

martes, 10 de julio de 2012

The reader´s diary (IX)

Están los que viven para contarlo y los que viven para escribirlo, porque saben que su tiempo se agota y no quieren que lo que han visto se pierda para siempre. Siegfried Sassoon (1886-1967) y Wilfred Owen (1893-1918) podrían responder a esos dos modos de entender el hecho literario. Octogenerio el primero, pudo contar los horrores que había visto desde la distancia y la reflexión que otorgan el paso del tiempo e incluso permitirse conceder entrevistas. Owen no tuvo tanta suerte. Es más, se podría decir que la tuvo pésima, pues fue abatido una semana antes del final de la primera guerra mundial, recibiendo su madre la carta de su fallecimiento el mismo día del armisticio. Cuando su amigo y mentor Sassoon fue herido en la cabeza y obligado a permanecer en Inglaterra, Owen sintió que su deber era volver al frente francés para ser testigo en cuerpo y verso de la gran tragedia a la que ya se vislumbraba el fin. Su heroica actitud parece de otro tiempo, ajena al sentimiento de avestruz que hoy parece adueñarse del mundo. Sus poemas, vibrantes y plenos de imágenes que castigan la indiferencia, son citados con frecuencia como ejemplos máximos del pacifismo, y han sido recopilados ahora en una bella edición: Poemas de guerra (Acantilado).
De otra guerra, de sus avisos y consecuencias, habla también Phillip Kerr en el séptimo tomo de su ya clásica serie con Bernie Gunther de protagonista. Gris de campaña (RBA) transcurre casi íntegramente en celdas y salas de interrogatorio, donde nuestro hombre da rienda -más o menos suelta, según le va pareciendo y le convenga- a sus recuerdos sobre su inagotable pasado policial y detectivesco. No faltan sus habituales desplantes, las palizas, algún que otro polvo rápido, las sorpresas y, por supuesto, esa imaginería de la Europa de entreguerras y de la Segunda Guerra Mundial que el autor de Una investigación filosófica sabe recrear como un auténtico estilista. Sus seguidores estamos de enhorabuena, ya que el octavo tomo de la serie, Praga mortal, ya ha llegado a las librerías. Pronto en este mismo blog.

lunes, 2 de julio de 2012

The reader´s diary (VIII)

El que siga este blog sabrá que Kafka es uno de sus invitados ineludibles en cuanto surge la mínima ocasión. Ya se trate de una reedición de alguna de sus obras, de una nueva mirada a la inagotable Praga, o de una reciente publicación sobre el escritor checo, uno no puede esconder sus simpatías ante uno de los letraheridos con el que siente más afinidad. Por eso, y por mucho que se haya escrito y quede por escribir sobre Kafka, algunos todavía pueden aportar luz en ese universo de claroscuros que germinó el autor de En la colonia penitenciaria. Pietro Citati es uno de ellos, y en Kafka (Acantilado, 2012), libro que algunos críticos han reseñado como la biografía de un santo, demuestra su reverencia y pasión ante una figura apasionante, plena de recovecos tan angostos e impredecibles como los pasajes praguenses. Apoyándose en sus diarios y en su correspondencia con sus amadas, Citati penetra en el tuétano de sus obras más célebres poniéndolas en relación con una vida casi obligatoriamente eremita.
Tampoco fue muy larga ni feliz la existencia del poeta checo Jirí Orten, nacido cinco años antes de la muerte de Kafka para perpetuar en el tiempo ese rastro de sangre y crueldad que se extiende entre el final de una guerra y el principio de otra. Algunos han comentado que Orten tuvo la suerte de eludir el martirio de los campos de concentración, pero viendo su final -atropellado por una ambulancia alemana que no le socorrió al ser judío y denegándole el acceso a todos los hospitales de Praga-, no sabemos si el calificativo es apropiado. Tras la publicación de sus diferentes cuadernos diarísticos por Pre-Textos -Sólo al atardecer (1996)- faltaba que alguien se atreviera a dar el paso y sorteara la laguna de su quehacer poético, rubricada en cuatro libros en vida y dos póstumos, una herencia bastante fecunda para sus escasos veintidós años. Traducidos por Clara Janés, Bajo la tierra (Salto de Página, 2012) reúne su libro Elegías y algunos de sus mejores poemas, escritos desde esa perspectiva desesperanzada y rabiosamente melancólica que le convirtieron en uno de los poetas checos más alabados.

miércoles, 27 de junio de 2012

Un thriller a valorar


Imanol Uribe siempre me ha parecido un director bastante respetable desde sus comienzos en el cine de ficción con La fuga de Segovia (1981). Títulos como La muerte de Mikel (1984), El rey pasmado (1991), Días contados (1994), Plenilunio (1999) o El viaje de Carol (2002) han demostrado con creces su solvencia, su garra y su voluntad de ponerse tras las cámaras -crisis aparte- sólo cuando un tema le interesa lo suficiente. Partiendo de un excelente guión de la joven sevillana Remedios Crespo -VI Premio SGAE de Guión Julio Alejandro-, Miel de naranjas puede despistar al espectador por su título y su trailer, enfocado más a la historia de amor que viven dos de sus protagonistas principales. Pero nada más lejos de la realidad, ya que el verdadero asunto de la película es la resistencia comunista en la España de los cincuenta, un tema no demasiado abordado en la cinematografía española y resuelto aquí con gran intensidad, por más que algunos personajes puedan caer en el estereotipo -como el interpretado por Karra Elejalde-. Al margen de algunas escenas antológicas como la del suicidio o la del rescate, Uribe sabe jugar sabiamente con la elipsis narrativa, los equívocos, los símbolos -las naranjas del título- el paisaje moral y el físico -magnífica la fotografía de nocturna de Gonzalo F. Berridi-, logrando que la cinta mantenga el interés de principio a fin sin descubrir sus cartas. La interpretación no desentona en el conjunto rayando a gran nivel, destacando sobre todo las de Eduard Fernández y Carlos Santos. Además de todas estas virtudes, Uribe nos ha hecho un gran favor a los nostálgicos, haciéndonos soñar con que el cine Jerezano, escenario de tantas ilusiones, vuelve a estar abierto. Un punto más a su favor.

domingo, 10 de junio de 2012

Buenas y negras noches


Sin duda estamos ante la mejor película del George Clooney director hasta la fecha. Si, cada una a su estilo, Confesiones de una mente peligrosa (2002) y Buenas noches y buena suerte (2005) apuntaban maneras de cinéfilo voraz y entregado a una causa independiente, con cierto aire a los Coen, esperanzas que se vinieron un tanto abajo con Ella es el partido (2008), Los idus de marzo (2012) revela solidez por sus cuatro costados en su dimensión de sátira política, que puede quedarse corta incluso, pero que en lo cinematográfico roza la perfección. Los tejemanejes de las campañas políticas en Estados Unidos, cuya hipocresía para mantener a toda costa a salvo la imagen pública y de honorabilidad será difícil que veamos por aquí en esos extremos, son retratados con toda su crudeza utilizando la imagen de un jefe de prensa -impresionante, una vez más, Ryan Gosling- que se sitúa en la misma óptica del espectador, participando de su sorpesa, su desilusión y su escepticismo. Clooney, perfecto también en su papel de candidato con doble fondo, sigue las pautas del cine clásico -El político (1949) o Ciudadano Kane (1941) se nos vienen a la cabeza más de una vez-, primando el mensaje negrísimo de la historia por encima de alardes visuales o técnicos. La pobredumbre moral que asola la película nos hace preguntarnos si cualquiera de nosotros podría escapar indemne de una situación así.

jueves, 31 de mayo de 2012

Tal como eran


Las revistas cinematográficas de los años 30 y 40 eran muy dadas a organizar concursos de fotogenia entre sus lectores. Muchos aspirantes a actores, y algunos que soñaban con serlo algún día, enviaban su foto con la esperanza de que un cazatalentos de alguna productora atisbara sus incipientes posibilidades. Casi todos siguieron en el anonimato más absoluto, pero a veces saltaba la liebre. Véase en la parte inferior de la derecha a una Elvira Quintillá de sólo 7 años. Pocos años más tarde debutaría en el escenario con la compañía de María Guerrero, y en 1941 hizo su debut en el cine con Los millones de Polichinela (Gonzalo Delgrás). El resto de su trayectoria es de sobra conocido, con papeles importantes en Esa pareja feliz (1951), ¡Bienvenido, Mr. Marshall! (1952) o Plácido (1961).
(Foto aparecida en Cinegramas, nº 44, 14-7-1935)

domingo, 20 de mayo de 2012

Sueños a buen recaudo

Leyendo el interesante reportaje aparecido esta semana en El Cultural sobre la próxima inauguración del Centro de Conservación y Restauración (CCR) de la Filmoteca Española, recordé mi reciente visita al Palacio de Perales, sede central del organismo, pero también mi paso por la Cinémathèque Française y su Musée du Cinéma, todo un paraíso para el cinéfilo, inaugurado en 1972 por Henri Langlois. Dice el autor del artículo, Carlos Reviriego, que los franceses luchan contra la degradación del nitrato de celulosa conservando las películas en castillos con muros de dos metros de espesor. Nosotros nos tenemos que conformar con sótanos excavados bajo tierra hechos ex profeso para que nuestro legado cinematográfico no se pierda. La causa bien lo merece.

(Publicado en Fotogramas, nº 1636, 12-3-1980)




jueves, 10 de mayo de 2012

Los inicios de un sello


Poco antes de iniciarse el rodaje de Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón
(Publicado en Fotogramas)

viernes, 4 de mayo de 2012

Mazinger tenía un doble


Aprovechando que este año se cumple el 40º aniversario de la publicación del cómic original de Mazinger Z, que Norma va a reeditar, traigo aquí el recorte de una curiosidad de la que no tenía noticia. Ya en los 70 también había pleitos de propiedad intelectual: coincidieron al mismo tiempo una película y la famosa serie sobre el personaje. Nos quedamos con la serie, ¿verdad?
(Publicado en Fotogramas, nº 1551, 7-7-1978)

martes, 24 de abril de 2012

Con una bastó

Mientras a otras grandes estrellas de Hollywood les hicieron falta varias películas o años enteros de carrera para inscribir sus huellas en el "Paseo de la Fama", a los fantásticos protagonistas de Star Wars les bastó con el primer título de la saga (publicado en Fotogramas, nº 1507, 2-9-1977)

sábado, 21 de abril de 2012

Chagall escindido


Los que no hayáis podido, aún estáis a tiempo de asistir a uno de los acontecimientos expositivos del año, la completísima muestra de Chagall que exhiben conjuntamente el Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid. El patronazgo compartido, que imagino se revela idóneo para sufragar los cuantiosos gastos generados por la recolección del legado pictórico de uno de los maestros del siglo XX, tiene, no obstante, una contrapartida para el visitante despistado o el que cuenta con poco tiempo en la capital. La división de la exposición en dos recintos bastante apartados entre sí implica a veces -ya nos pasó el año anterior con Heroínas- la dura elección de uno u otro. En el caso de la de Chagall, si uno espera que sus expectativas quedarán colmadas en el Thyssen, se equivoca, pues si no visita la segunda parte de la muestra, alojada en el espectacular edificio de Caja Madrid sito en la Plaza San Martín -los frikis y nostálgicos tienen oportunidad además de bajar al entresuelo de la legendaria Discos Metralleta- se perderá si no lo mejor, sí la obra de madurez del pintor, teñida de tonos azules y ensoñaciones a cual más imposible. Por si este aliciente fuera poco, aviso que, aunque los nueve euros del Museo estén bien empleados, la entrada a la Fundación es totalmente gratuita.

martes, 10 de abril de 2012

Bruce Lee, el nº 1


Un año después de su muerte en extrañas circunstancias, Bruce Lee
seguía levantando pasiones en el público (publicado en Fotogramas, nº 1354, 27-9-1974)

jueves, 29 de marzo de 2012

The reader´s diary (VII)


A ratos manual de literatura para lectores sin prejuicios, a ratos esbozo biográfico sin ánimo de escrupulosidad, a ratos novela escrita al borde del abismo (de la literatura), Escritores delincuentes (Alfaguara, 2010) es una excelente oportunidad de acercarse a un buen ramillete de letraheridos que, en algún momento de sus vidas, se sentaron ante un tribunal para ser juzgados por algún "pecadillo" de juventud o senilidad, como matar a algún ser querido (pero no metafóricamente como acostumbraban otros), robar o alterar el orden público. Tamaño despliegue de fechorías se aliñan con la fibrosa prosa de Ovejero, cauteloso o incisivo cuando la ocasión lo requiere.
Nada que ver con la elegancia y la magia musical que desprende cada línea de Relámpagos (Anagrama, 2010), tercera y última entrega de esa colección de vidas orquestada por Jean Echenoz. El homenajeado en esta ocasión es el científico Nikola Tesla. Al igual que hacía en Correr y en Ravel, el autor francés se encariña con su personaje, amante infatigable del fracaso y la extravagancia, para tejer pura literatura que, cosa curiosa, puede hacernos más cercano a Tesla que cualquier biografía minuciosa.
Tesla, que convivió no precisamente en armonía con uno de los virtuales inventores del séptimo arte, Thomas Alva Edison, quizá hubiera disfrutado mascullando sus múltiples decepciones en soledad en algunos de los bares que Jesús Lens tiene la amabilidad de mostrarnos con toda su ambientación y mosaico humano en Café bar Cinema (Ultramarina, 2010), un retablo bien documentado de garitos, cafeterías, restaurantes y whiskerías por el que podemos emborracharnos a nuestro antojo según nuestras preferencias por una u otra película.
En una película se detiene especialmente Paul Auster para tratar de reflejar lo que sintió al sufrir, al poco de morir su madre, un agudo ataque que estuvo a punto de acabar con su vida y, de paso, con algunas de las mejores páginas que aún le quedan por escribir. La descripción del argumento de "Con las horas contadas" se une a las de las más de veinte viviendas donde ha residido desde su nacimiento, a sus emocionadas reflexiones sobre la edad y la infancia, o a las confesiones más íntimas de su vida amorosa. Diario de invierno (Anagrama, 2012) es uno de esos descansos de la ficción -aunque no del todo- que Auster se toma cada cierto tiempo entre novela y novela y que a algunos les puede sonar a simple fórmula comercial. No es mi caso, pues pienso que en estas páginas tenemos la oportunidad de ver a un Auster diferente, más cercano a El cuaderno rojo, explorando esa faceta diarística suya que tantas alegrías aún puede dar.
Posiblemente el invierno del siglo XX español llegó el 18 de julio de 1936, pero antes de que ese momento llegara, las letras rezumaban esplendor por los periódicos y revistas de la República, sin estar sujetos a tiranteces ni soflamas. Siguiendo su línea investigadora de los últimos años, Ríos Carratalá se centra en la figura de cuatro periodistas y escritores de aquella fervorosa época: Jacinto Miquelarena, Mateo Santos, José Luis Salado y León Vidaller, como podrían haber sido otros cuatro, horadando en una biografía trufada de acontecimientos sociales, políticos y culturales, y donde se trataba de aprovechar el momento con el fuego de la palabra escrita, antes de que el otro fuego hiciera su aparición. Ampliamente documentado, el volumen es ante todo una forma de evitar que esas "hojas volanderas" de los periódicos y revistas caigan en el olvido y se digitalicen de una vez por todas.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Lo que ha llovido


Publicado en Fotogramas, nº 1115, 27-2-1970
(Primer cortometraje del escritor, poco antes
de cumplir los 22 años)