viernes, 27 de diciembre de 2013

The Reader´s Diary (XXVIII)

Soy un ferviente seguidor de Graham Swift desde que la espléndida adaptación de su novela El país del agua (Stephen Gyllenhaal, 1992) me llevara a la fuente original obligándome a darles la razón a quienes le consideraban una de las firmes promesas de la nueva hornada británica, junto a los Barnes, Lodge, Kureishi, Ishiguro y otros. Desde entonces no he dejado de leer ninguna de sus novelas, en las que, además de rasgos estructurales característicos como las idas y venidas entre pasado y presente o la profundización psicológica de sus personajes, sobresale un estilo que mima cada expresión, cada detalle descriptivo, como si le fuera imposible cerrar un párrafo de cualquier manera. Ojalá estuvieras aquí supone el desembarco de Swift -hasta ahora mimado por Anagrama- en Galaxia Gutenberg, pero ese cambio de aires no ha alterado para nada su registro. La acción de la novela transcurre en realidad en un breve lapso de tiempo, el que tarda el protagonista, un hombre propietario de un camping de autocaravanas, en asumir la muerte de su hermano en el frente con todas las consecuencias que ello supondrá para su estabilidad familiar y mental. Como es habitual en él, Swift nos lleva hacia delante y atrás en el tiempo para ofrecernos algunos momentos clave que nos aclaran el halo trágico del presente. Casi una norma en sus novelas, la muerte está presente de nuevo para sacudir la conciencia de los vivos. Es la tarjeta de visita de Swift, una obsesión recurrente que impregna a sus creaciones de cierta melancolía proustiana. Hasta su desconcertante e intrigante final, Ojalá estuvieras aquí aporta de nuevo suficientes motivos para desear que la espera de una nueva novela de Swift se haga más corta.
Quien casi siempre nos trae su ración anual de buena literatura es Paul Auster. Informe del interior rebusca en sus recuerdos de infancia, adolescencia y primera juventud para completar al magnífico Auster de Diario de invierno. Sin llegar a la hondura del anterior, esta nueva entrega parece algo más dispersa. Adolece de ese sentido unitario del anterior, por lo que sus partes no brillan a la misma altura. Me quedo con esos primeros recuerdos de riñas escolares, descubrimientos sexuales y literarios y, sobre todo, con la magnífica evocación de dos películas de las que me siento igualmente entusiasta: El increíble hombre menguante y Soy un fugitivo. Su detallado análisis secuencia a secuencia es antológico. Sólo por él merecería la pena leer el libro. Los extractos de correspondencia con su primera mujer y sus comentarios ad hoc me plantean más dudas, ya que me rechinan un tanto con el discurso anterior. Quizá hubiera sido mejor entregarse a la creatividad a partir de las cartas, y no comentarlas para un lector que no puede evitar cierta lejanía y desconexión con lo narrado. A pesar de todo, Informe del interior atesora algunas páginas de ese Auster al que tanto veneramos.
No se puede decir, por tanto, que Auster haya fracasado con este libro, por lo que no estaría incluido entre los lectores potenciales de Instrucciones para fracasar mejor (Abada, 2013), curiosísimo ensayo en el que Miguel Albero nos ofrece pautas para no desmerecer en el noble arte del fracaso, yendo a contracorriente de tantos libros de autoayuda que pregonan el éxito a toda costa. Albero, autor de un interesante libro sobre bibliopatías y otras enfermedades relacionadas con la bibliofilia, se ha documentado con avidez para contarnos la historia y usos del fracaso desde diferentes ámbitos y disciplinas, así como para establecer sus diferentes tipologías y su rabiosa actualidad. Con ingenio, amenidad y aportando ejemplos a diestro y siniestro, Albero desemboca en el ansiado prospecto o recetario que nos ayudará a sobrellevar mejor esa innata condición del ser humano, esa inevitable tendencia a echarlo todo por tierra. Sin duda, una de las sorpresas más estimulantes del año literario.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Give me five (2013)

No, no he dejado de escribir, sólo me he tomado una breve pausa para leer más y mejor. Por eso, apelo a la manida sentencia de "no están todos los que son, pero sí son todos los que están" para dejaros, como hice a finales de 2011, mi lista de los mejores del año que acaba, esperando que el 2014 traiga tan buena cosecha como la presente. Mis mejores deseos literarios para todos:

Narrativa: 1. Prohibido entrar sin pantalones. Juan Bonilla (Seix Barral) / 2. Shakespeare y la ballena blanca. Jon Bilbao (Tusquets) / 3.  Técnicas de iluminación. Eloy Tizón (Páginas de Espuma) / 4. El libro de los pequeños milagros. Juan Jacinto Muñoz Rangel (Páginas de Espuma) / 5. Coral Glynn. Peter Cameron (Libros del Asteroide).

No ficción y otros géneros: 1. El banquete de los genios. Manuel Hidalgo (Península) / 2. La arquitectura del aire. Carlos Marzal (Tusquets) / 3. Mirador. Pilar Pardo (Canto y Cuento) / 4. Todo lo que era sólido. Antonio Muñoz Molina (Seix Barral) / 5. Instrucciones para fracasar mejor. Miguel Albero (Abada).

lunes, 2 de diciembre de 2013

The Reader´s Diary (XXVII)

El título del ensayo con el que Toni Montesinos se hizo con el XI Premio Internacional de Crítica Literaria Amado Alonso era originalmente El éxito y la rabia. Lecturas emparejadas de narrativa estadounidense. A la hora de publicarlo en la editorial Pre-Textos ha optado por una pequeña modificación: La pasión incontenible. Éxito y rabia en la narrativa norteamericana. Modificación menor, pero importante, ya que el autor ha preferido resaltar antes el sentimiento, la pasión que se palpa en la obra de los autores reseñados, que la estructura elegida, el emparejamiento por cuestiones vitales, geográficas o estilísticas de los escritores analizados, cuestión que desarrolla ampliamente en el prólogo. Es más, me atrevería a decir que el término elegido admite una doble lectura, visible nada más comenzar este atractivo viaje por la narrativa norteamericana contemporánea, que no es otra que la pasión con la que Montesinos transita de una costa a otra del continente, mostrándose leído, adulando y criticando para ser honesto consigo mismo, aunque ello le cueste desmontar algunos mitos intocables de la modernidad. El texto del autor del reciente Diario del poeta isleño, al contrario que otras obras similares que exigen complicidad, no excluye a ningún lector, pues se preocupa de aportar datos biográficos y bibliográficos sin caer en el enciclopedismo ni en un didacticismo hueco. Este método le permite a un tiempo informar y opinar, recrear y seducir, y, más importante aún, invitar a la lectura de títulos clásicos y también menos conocidos de autores como Faulkner, Melville, McCullers, Fante, Schulberg, Saroyan, Hammett o Scott Fitzgerald, por citar sólo a algunos. Montesinos deja el último capítulo abierto para buscar líneas de acercamiento o puntos de encuentro entre Paul Auster -de cuya narrativa hace un espléndido análisis en unas pocas páginas- y otros escritores contemporáneos. Pues, como no me cansaré de decir, una novela, un relato o cualquier texto de creación literaria, siempre llama a otro.
La narrativa de Juan Bonilla también se ha caracterizado siempre por llamar a otros textos, citados expresamente por el autor a modo de homenaje -famosas son las búsquedas o rememoraciones bibliográficas de sus personajes-, pero sobre todo por fagocitarse a sí mismo. El corpus literario del escritor jerezano quizá sea uno de los más personales de la narrativa española actual, pues bebe de sí mismo, ramificándose en mil direcciones y adoptando los registros más variados: novela, relato, poesía, artículos, obras de encargo, híbridos de todo ellos... Al afrontar la lectura de su último libro de cuentos, Una manada de ñus (Pre-Textos, 2013), uno tiene la impresión de haber leído algunos pasajes con anterioridad, siente que esa anécdota le suena de otro libro, y sin embargo, asume también que no le importa, que se ensambla perfectamente en su nuevo soporte y lo enriquece, dándonos la razón al afirmar que la obra de Bonilla es una novela en marcha, al modo de decir de Trapiello. Otra constante en la obra del autor de Tanta gente sola, sobre todo de su narrativa breve, es su hábil conjugación de elementos autobiográficos y ficticios. Pero es en Una manada de ñus donde esta querencia se hace más visible. Hay varios relatos que evocan su infancia y adolescencia -y me atrevería a decir que Bonilla camufla poco su pasado, incluso en los nombres propios y las fechas-, como los dedicados a la idolatrada Brooke Shields o al ajedrez, y otros que se acercan a su presente más físico, como el impagable cuento sobre su vivencia del ascenso del Xerez a Primera en un hotel de Berlín, o el que relata los últimos días de un familiar muy cercano en el hospital. En todos ellos, y en otros de gran factura como "El llanto", se aprecia ese paralelismo tan caro al autor entre los ocurrentes -y muy retorcidos a veces- pensamientos de sus personajes y los del propio autor, al que imaginamos calibrando el impacto de sus imágenes, como que un jurado literario se trague página a página aquel libro que nunca premió. Buena prueba de ello es la imagen elegida para su nueva colección, una brillante metáfora para explicar el paso de la adolescencia a la madurez, donde algo de nosotros, al igual que los miembros de la manada menos afortunados, siempre se queda en el camino.