La mano invisible. Isaac Rosa. Seix Barral, 2011. Quizá no sea éste el mejor libro de Isaac Rosa. Y la culpa la tiene en cierto modo su propio molde narrativo, configurado como un bucle obsesivo sobre el mundo laboral que no permite alardes expresivos. Tampoco la tensión agobiante de El país del miedo ni la brillante aleación de realidad y ficción de El vano ayer. Rosa construye un escaparate de diversos puestos de trabajo que, vigilados por un público anónimo, muestran la diferente catadura psicológica de los empleados, su variopinta manera de afrontar una tarea que no parece tener ningún objeto productivo. Con claro regusto kafkiano, la parábola trenzada por Rosa se lee con interés de principio a fin, pero nos sabe a poco después de catar sus obras mayores.
Historias de un dios menguante. José Mateos. Pre-Textos, 2011. Aunque ya había dejado muestras de su prosa en algunos libros de difícil clasificación como Soliloquios y divinanzas o La razón y otras dudas, éste es el primer libro de relatos del poeta José Mateos. Un conjunto de historias íntimas, recitadas a media voz, engarzadas por el sutil hilo de la incompresión y la ausencia. Temas ya conocidos son tratados aquí con la delicadeza de un poeta que no espera respuestas, sino plantear interrogantes sobre unos personajes dejados de la mano de dios.
Sevilla, un retrato literario. Eva Díaz Pérez. Paréntesis, 2011. Los que hayan paseado por la Sevilla de postal turística tienen aquí la oportunidad de acceder a esa otra Sevilla, la subterránea y desconocida que no aparece en las guías ni se promociona en el exterior, la Sevilla de las tertulias noctámbulas y los escritores olvidados, la Sevilla que pasó a mejor vida y que, con avidez periodística y pasión de letraherida, Eva Díaz Pérez nos devuelve con profusión de datos y pistas para practicar diferentes rutas a cual más apetecible.
Diarios, 1984-1989. Sándor Márai. Salamandra, 2008. Mi buen amigo Tomás Rodríguez Reyes me llevó a este documento estremecedor donde Márai relata sus últimos años de vida, antes de pegarse un tiro porque no soportaba verse morir poco a poco. El autor húngaro relata con crudeza descarnada la terrible agonía vivida junto a su desahuciada esposa, su propia debacle física -lee por las noches a pesar de que su vista casi se lo impide-, al tiempo que hace comentarios sobre la situación de su país, la idiosincrasia norteamericana o sus últimas lecturas. Sólo le propondría a Salamandra que al menos uno de los cinco tomos de los diarios de Márais que faltan por traducirse sea prologado por el bueno de Tomás. Creo que la lectura magistral que del último ha realizado en su blog le dan derecho pleno.
Donde se guardan los libros. Jesús Marchamalo. Siruela, 2011. Con el añadido de algunos autores, el último título de Marchamalo recopila la serie de artículos que publicó en el ABC Cultural sobre las bibliotecas de varios escritores de renombre de nuestras letras. Ilustrado con las pertinentes fotografías, el libro es una delicia para quien quiera conocer las manías clasificatorias de bibliófilos empedernidos como Vila-Matas, Trapiello, Francisco Rico, Soledad Puértolas, Clara Janés o Juan Manuel de Prada, sus tesoros más preciados, sus cuitas para deshacerse del sobrepeso, o sus oscuros habitáculos para títulos indeseables o castigados.
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