viernes, 13 de febrero de 2015

Arteayuda

Siguiendo con sus indagaciones expuestas en la organización fundada en 2008, The School of Life, Alain de Botton se aventura ahora por los territorios del arte, convencido de que este -como ya hiciera con el trabajo, la arquitectura, la filosofía, el amor o el sexo- puede ayudarnos a mejorar nuestra vida. El arte como terapia (Phaidon, 2014) -escrito esta vez a cuatro manos con el filósofo John Armstrong- no es un manual de autoayuda al uso. Su elegante presentación y diseño, elegidos a propósito para reflejar del modo idóneo las piezas artísticas que van ilustrando la disertación del autor, es un punto a favor más de un ensayo inclasificable -otro más- que desbroza los intrincados senderos del universo artístico -desde el coleccionismo a la mutable apreciación crítica, pasando por las técnicas expositivas- que trata de razonar cómo puede el arte ayudarnos a ser mejores personas partiendo de la premisa de que este puede cumplir siete funciones distintas ligadas a cuestiones tan esenciales como el amor, la naturaleza o el dinero.
De Botton, amante de museos y viajero con pedigrí -recordemos su espléndido Arte de viajar-, selecciona cuadros, esculturas, edificios, dibujos, diseños, fotografías, etc., de todas las épocas artísticas para fijarse en aquellos detalles que nos pasan generalmente desapercibidos y que pueden aportarnos ese algo más que debemos exigirle a una obra artística, estuviera o no esa intención en la mente del creador en cuestión.
Con la habitual amenidad de su razonamiento lógico y aparentemente incuestionable, De Botton funde de manera magistral vida y arte para decirnos que, como todo amor correspondido, uno no debería vivir sin la otra, exigiendo que ambos se miren directamente a los ojos para conocerse mejor. Será beneficioso para ambos. 

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