
Su protagonista, postrado en una cama de hospital en estado vegetativo tras recibir el impacto de un obús en las trincheras durante la primera guerra mundial, es un caso médico insólito que sólo dispone de su mente para distinguirse de un cadáver. Con este, también, insólito protagonista, Trumbo construye un relato en tercera persona que se introduce en los pensamientos de la víctima, Joe Bonham, dueño de una vida tranquila hasta el fatídico acontecimiento: un trabajo estable, novia y una familia feliz. Aunque quizá el factor sorpresa se haya perdido al ser la historia de sobra conocida, el mecanismo narrativo elegido por Trumbo no deja de sorprendernos y parecernos dignos de admiración, al trazar dos sendas narrativas que confluyen en el mismo punto de partida, la mente del soldado: por un lado, su tenaz voluntad de identificarse a sí mismo y su capacidad para comunicarse con el exterior, y por otro, los recuerdos biográficos que se van alternando con la narración principal, ya sea en forma de sueños o incisos de su atormentado cerebro.
Sorprende también la elección estilística de Trumbo, que le acerca aún más a ciertos moldes narrativos contemporáneos, al optar por el fluir atropellado de pensamientos que prescinden de comas y puntos para ajustarse al funcionamiento de la angustiada mente del protagonista, logrando pasajes de extremo lirismo que nunca caen en la ternura o la autocompasión fáciles. Valga una muestra: "Empezó a alargar su mano derecha en busca de la cosa pesada que le habían prendido en el camisón y pareció que ya la tocaba con los dedos antes de darse cuenta de que no tenía brazo que estirar ni dedos con que tocar".
Conmovedora hasta límites casi inabarcables, la novela de Trumbo debería ser un clásico de obligada lectura en todos los centros de enseñanza.
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