viernes, 1 de marzo de 2013

Funambulista de la palabra

No hace mucho hablé aquí de la honda impresión que me había causado el libro de Benjamín Prado Pura lógica. Ahora tengo la ocasión de hacer lo propio con otro de los grandes aforistas de nuestro país. Carlos Marzal publica La arquitectura del aire (Tusquets, 2013), un abultado libro de más de mil aforismos repartidos en diez capítulos, muchos de los cuales proceden de su muy recomendable blog País portátil, especializado en esa suerte de género tan exigente. Con una portada que muestra un collage preparado ex profeso por otro gran prestidigitador de palabras, Felipe Benítez Reyes, el libro de Marzal, que contentará a sus seguidores mientras tratan de adivinar su próxima jugada -poemario, novela, relatos...-, es un peligroso bebedizo que causa adicción y puede llevarnos facilmente al empacho, al abotargamiento de nuestros sentidos. Es recomendable leerlo por capítulos, tal como el autor nos lo presenta, división sustentada en sutiles líneas temáticas que se van, podríamos decir, retroalimentando, jugando con las posibilidades que ofrece el hallazgo, como si se tratara, y esto ya es rizar el rizo, de una conjugación del aforismo. Valga una muestra encadenada: "El placer de renunciar al placer", "El placer absurdo de renunciar al placer", "El placer absurdo de renunciar al placer del absurdo", "No existen los placeres absurdos".
Detrás de la mayoría de los aforismos de Marzal -siempre hay alguno más juguetón o con una resolución más obvia- se esconde una gran carga de profundidad, que bascula entre variadas expresiones, lo solemne -"La conciencia desarrolla su óxido y su verdin"-, lo trágico -"Temo que no encontraré el momento para despedirme del mundo"-, lo divertido -"Los tondos que nos aprecian nos lo ponen un poco más difícil"- o el sentimiento de nostalgia -"Perdemos cosas para regalárselas a nadie"-. Pero, como en todo gran aforista, siempre brilla ese mágico equilibrio de la lógica aplastante y la exhibición estética. Marzal afina el oído y la pluma para encontrar esa resolución que alarga la vida del aforismo y lo aleja del mero formalismo verbal, del juego festivo pero vacuo. Sería imposible enumerar aquí las muestras más brillantes de un repertorio tan exquisito y variopinto, pero me resisto a dejar de transcribir algunos que me han provocado ese temblor que sólo sabría describir el propio Marzal: "Vivir en ensayar resurrecciones", "Estamos escritos con tinta: y luego llueve", "Vivir es disponerse a que todo se nos quiebre", "El que no espera sorpresas no sabe lo que le espera".

2 comentarios:

  1. Me gusta la poesía de Carlos Marzal. No sabía que tenía blog, me lo apunto. Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Tienes toda la razón cuando dices que es un género muy exigente. La palabra aforismo viene del griego y significa definición. Delimitar una idea con pocas palabras y una estructura formal bella es muy complicado. En un principio la figura literaria utilizada en el aforismo (metáforas, antítesis....) tenía como objetivo ser recordado con facilidad. Hoy los aforismos son un género más amplio. Desde el momento en el que se hacen libros de aforismos ya comienzan a ser algo diferente. Forman parte de un todo, tanto en el contenido como en la forma. Hay series de aforismos donde la presentación y el contenido constituyen una unidad. A medio camino entre el verso, el aforismo clásico y la poesía (caligramas también), es un género que estimula el pensamiento y la creatividad. Lo leeré.

    ResponderEliminar