lunes, 2 de diciembre de 2013

The Reader´s Diary (XXVII)

El título del ensayo con el que Toni Montesinos se hizo con el XI Premio Internacional de Crítica Literaria Amado Alonso era originalmente El éxito y la rabia. Lecturas emparejadas de narrativa estadounidense. A la hora de publicarlo en la editorial Pre-Textos ha optado por una pequeña modificación: La pasión incontenible. Éxito y rabia en la narrativa norteamericana. Modificación menor, pero importante, ya que el autor ha preferido resaltar antes el sentimiento, la pasión que se palpa en la obra de los autores reseñados, que la estructura elegida, el emparejamiento por cuestiones vitales, geográficas o estilísticas de los escritores analizados, cuestión que desarrolla ampliamente en el prólogo. Es más, me atrevería a decir que el término elegido admite una doble lectura, visible nada más comenzar este atractivo viaje por la narrativa norteamericana contemporánea, que no es otra que la pasión con la que Montesinos transita de una costa a otra del continente, mostrándose leído, adulando y criticando para ser honesto consigo mismo, aunque ello le cueste desmontar algunos mitos intocables de la modernidad. El texto del autor del reciente Diario del poeta isleño, al contrario que otras obras similares que exigen complicidad, no excluye a ningún lector, pues se preocupa de aportar datos biográficos y bibliográficos sin caer en el enciclopedismo ni en un didacticismo hueco. Este método le permite a un tiempo informar y opinar, recrear y seducir, y, más importante aún, invitar a la lectura de títulos clásicos y también menos conocidos de autores como Faulkner, Melville, McCullers, Fante, Schulberg, Saroyan, Hammett o Scott Fitzgerald, por citar sólo a algunos. Montesinos deja el último capítulo abierto para buscar líneas de acercamiento o puntos de encuentro entre Paul Auster -de cuya narrativa hace un espléndido análisis en unas pocas páginas- y otros escritores contemporáneos. Pues, como no me cansaré de decir, una novela, un relato o cualquier texto de creación literaria, siempre llama a otro.
La narrativa de Juan Bonilla también se ha caracterizado siempre por llamar a otros textos, citados expresamente por el autor a modo de homenaje -famosas son las búsquedas o rememoraciones bibliográficas de sus personajes-, pero sobre todo por fagocitarse a sí mismo. El corpus literario del escritor jerezano quizá sea uno de los más personales de la narrativa española actual, pues bebe de sí mismo, ramificándose en mil direcciones y adoptando los registros más variados: novela, relato, poesía, artículos, obras de encargo, híbridos de todo ellos... Al afrontar la lectura de su último libro de cuentos, Una manada de ñus (Pre-Textos, 2013), uno tiene la impresión de haber leído algunos pasajes con anterioridad, siente que esa anécdota le suena de otro libro, y sin embargo, asume también que no le importa, que se ensambla perfectamente en su nuevo soporte y lo enriquece, dándonos la razón al afirmar que la obra de Bonilla es una novela en marcha, al modo de decir de Trapiello. Otra constante en la obra del autor de Tanta gente sola, sobre todo de su narrativa breve, es su hábil conjugación de elementos autobiográficos y ficticios. Pero es en Una manada de ñus donde esta querencia se hace más visible. Hay varios relatos que evocan su infancia y adolescencia -y me atrevería a decir que Bonilla camufla poco su pasado, incluso en los nombres propios y las fechas-, como los dedicados a la idolatrada Brooke Shields o al ajedrez, y otros que se acercan a su presente más físico, como el impagable cuento sobre su vivencia del ascenso del Xerez a Primera en un hotel de Berlín, o el que relata los últimos días de un familiar muy cercano en el hospital. En todos ellos, y en otros de gran factura como "El llanto", se aprecia ese paralelismo tan caro al autor entre los ocurrentes -y muy retorcidos a veces- pensamientos de sus personajes y los del propio autor, al que imaginamos calibrando el impacto de sus imágenes, como que un jurado literario se trague página a página aquel libro que nunca premió. Buena prueba de ello es la imagen elegida para su nueva colección, una brillante metáfora para explicar el paso de la adolescencia a la madurez, donde algo de nosotros, al igual que los miembros de la manada menos afortunados, siempre se queda en el camino.

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