"Queríamos, asimismo, recordar su interesante máscara escénica, la maravilla de sus inmensos ojos oblicuos, su esbelta y elegante figura, cenceña y mórbida a la par (...) brillos de llamarada o resplandor de luna clara en sus inmensos ojos, algo egipcios -cleopatrescos-, según el rencor y la desesperación o la fascinación amorosa se asomaban a ellos". Así describía a Porfiria Sanchiz el periodista José D. De Quijano en las páginas del ABC. Sin duda, los ojos de la actriz eran uno de sus rasgos más característicos y, con el paso de los años, a la par que se fueron endureciendo como su rostro, la acabaron relegando casi sin solución en papeles malvados, turbios, cuando no siniestros y cercanos a lo grotesco. Y así lo hace la revista Primer Plano con uno de los personajes más famosos que incorporó Porfiria en la pantalla y que, a la larga, acabarían condicionando su carrera, el de Gregoria en El Escándalo (José Luis Saénz de Heredia, 1943): "Y la maldad que cabrillea en los ojos de Gregoria y en su voz apagada (...) Y hasta Gregoria, ese ángel de alas negras, encuentra en nosotros más piedad que odio. Le abrimos el agujero de nuestra compasión ante el espanto de su alma torturada, convulsa (...) o en Porfiria Sanchiz, que mide con el gesto una vida interior insuperable" (Primer Plano, nº 158, 24-10-1943).
Esa mirada tan especial de Porfiria, su extraña belleza, fueron desde sus inicios teatrales muy bien recibidos por los caricaturistas de la prensa, un gremio indispensable en las reseñas de los estrenos de los principales teatros, y cuya importantísima labor recogió Jesús Rubio Jiménez en Retratos en blanco y negro: la caricatura de teatro en la prensa (1939-1965) (Madrid, Centro de Documentación Teatral, 2008). A lo largo de su extensa carrera Porfiria será dibujada con trazo grueso en composiciones que destacan los rasgos más sobresalientes de su fisonomía. Como veremos en diferentes entregas, sucederá en ocasiones que su personaje tome forma en tres o cuatro pinceladas muy definidas y llamativas.
1) Maravillosa ilustración de Fresno para la obra Érase una vez en Bagdad (Crónica, 21-2-1932). Porfiria se sitúa en la parte inferior de la escena; 2) Porfiria dibujada de forma muy esquemática por Del Arco, acentuando la grandeza de sus ojos y la finura de su talle para el estreno de Lo que Dios no perdona en el Eslava (El Heraldo de Madrid, 23-3-1935); 3) Porfiria, en el centro de la imagen con la cabeza más grande, caricaturizada por Ugalde en Siete mujeres (ABC, 11-4-1940).
Esa mirada tan especial de Porfiria, su extraña belleza, fueron desde sus inicios teatrales muy bien recibidos por los caricaturistas de la prensa, un gremio indispensable en las reseñas de los estrenos de los principales teatros, y cuya importantísima labor recogió Jesús Rubio Jiménez en Retratos en blanco y negro: la caricatura de teatro en la prensa (1939-1965) (Madrid, Centro de Documentación Teatral, 2008). A lo largo de su extensa carrera Porfiria será dibujada con trazo grueso en composiciones que destacan los rasgos más sobresalientes de su fisonomía. Como veremos en diferentes entregas, sucederá en ocasiones que su personaje tome forma en tres o cuatro pinceladas muy definidas y llamativas.
1) Maravillosa ilustración de Fresno para la obra Érase una vez en Bagdad (Crónica, 21-2-1932). Porfiria se sitúa en la parte inferior de la escena; 2) Porfiria dibujada de forma muy esquemática por Del Arco, acentuando la grandeza de sus ojos y la finura de su talle para el estreno de Lo que Dios no perdona en el Eslava (El Heraldo de Madrid, 23-3-1935); 3) Porfiria, en el centro de la imagen con la cabeza más grande, caricaturizada por Ugalde en Siete mujeres (ABC, 11-4-1940).
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