Uno, que tiene una tendencia desmedida a la nostalgia, encuentra a medida que pasan los años ya no sólo caras comprensivas sino espíritus afines en el transcurso de las meriendas con los amigos, en la ocurrente imaginación de los guionistas de algunos anuncios publicitarios o en el abigarrado universo de objetos de nuestra infancia que podemos encontrar en el e-bay. Sí, debo confesar que yo también caí en la tentación comprándome el álbum de cromos de Jackie y Nuca de Danone, ésas cosas que uno perdió alguna vez (sin completar, por supuesto) y le parece casi un milagro recuperar. Como aquel personaje de Amelie al que la protagonista le devuelve como por arte de magia los tesoros de una época pretérita, todos tenemos nuestro rinconcito de recuerdos, que adoptan la forma de juguetes, series de televisión, cómics, muñecos, coleccionables o cromos de pastelitos. Es más, tengo algún amigo que se resiste a dejar atrás esa etapa y sigue comprando las últimas novedades de Playmobil como un fetichista compulsivo. Un vicio sano, al fin y al cabo.
¿Pero qué ocurriría si todos nuestros recuerdos de aquella época, incluso aquellos que se habían quedado incrustados en alguna recámara de la inconsciencia, salieran de nuevo a la luz al encontrártelos de frente? Pues ahora podemos vivir esa sensación gracias al curioso, entrañable, mágico, evocador, vivificante y "provocallantos" de emoción librito que ha pergeñado el bilbaíno Oscar Lombana.
La génesis de Papel y plástico (Astiberri) obedeció al impulso del autor de escribir en un cuaderno todo lo que recordaba de su más tierna infancia y primera adolescencia, y claro, escarbando, escarbando, salieron desde Comando G a los Kalkitos, de la Nancy a los Airgam Boys, de Madelman al Blandiblup, de los circuitos Congost al Cinexin, de la magia Borrás a las huchas que se comían las monedas -ya ni me acordaba de ellas-, de El Perro de Flandes al Exin Castillos, pasando por Mazinger Z, las Famosas Novelas, Naranjito o los libros de Elige tu Aventura, ahora reeditados por cierto en un nuevo formato.
Pero lo que se podría haber convertido en un muestrario "freakie" sólo apto para nostálgicos de pro, se convierte gracias a la buena disposición de Lombana en un emocionante viaje al pasado sazonado de detalles curiosos. Por ejemplo, el autor utiliza el recurso al listado citado intercalándolo entre las imágenes (siempre colocadas a modo de puzzle donde hay que reparar en cada detalle) imitando la escritura de nuestra infancia, con tachones y todo, y a algunos episodios y escenas memorables como la tortilla de mamá, los múltiples usos del boli Bic o las funestas consecuencias de ingerir equivocadamente los Peta-Zeta.
Como Lombana admite sugerencias, me he propuesto escribirle citándole algunas ausencias que todos los lectores podrían ir completando para una futura segunda, tercera y... millonésima edición, pues la infancia es, como alguien dijo una vez, un paraíso al que sólo uno mismo le pone el final.
Pero lo que se podría haber convertido en un muestrario "freakie" sólo apto para nostálgicos de pro, se convierte gracias a la buena disposición de Lombana en un emocionante viaje al pasado sazonado de detalles curiosos. Por ejemplo, el autor utiliza el recurso al listado citado intercalándolo entre las imágenes (siempre colocadas a modo de puzzle donde hay que reparar en cada detalle) imitando la escritura de nuestra infancia, con tachones y todo, y a algunos episodios y escenas memorables como la tortilla de mamá, los múltiples usos del boli Bic o las funestas consecuencias de ingerir equivocadamente los Peta-Zeta.
Como Lombana admite sugerencias, me he propuesto escribirle citándole algunas ausencias que todos los lectores podrían ir completando para una futura segunda, tercera y... millonésima edición, pues la infancia es, como alguien dijo una vez, un paraíso al que sólo uno mismo le pone el final.
Una última apostilla. Para el que se haya quedado con ganas de más, puede recurrir a otro fervoroso nostálgico, Pepe Colubi, que acaba de sacar Pechos fuera (Espasa), una especie de continuación del espíritu del memorable La tele que me parió (Alba). Eso sí, no se recomienda visitar ningún espacio de juegos online inmediatamente después. El impacto puede ser brutal.
¡Un soldado nordista de Famobil!! Y no soy compulsivo, porque mi economía (señora) no me lo permite.
ResponderEliminarEspero que no te lo hayas tomado a mal. De todos modos, ¿por qué te has sentido aludido? Je, Je
ResponderEliminarPor alusiones a lo de señora, he de decir que si tienes nostalgia que te vengas un día a casa que ya verás como se te pasa pronto... ah!! y además de hallar varias metrópolis de Playmobil, te enseñaremos el album de Jackie y Nuca con sus estampitas pegadas por mí misma, y el de "La vuelta al mundo en ochenta días"... dí adios a la nostalgia, esto es presente ;).
ResponderEliminarPd: para cuándo abres un face?