Reconozco que cuando me enfrento a una cartelera trufada de títulos tipo "Novio a la fuga", "Los amigos de la novia", "Esposa por sorpresa" o "Juntos para siempre", los prejuicios me asaltan sin poder evitarlo. Por lo general es necesario toparme con una buena crítica o una recomendación de algún amigo fiable para pasar al interior de la sala. Algo de eso me sucedió con la comedia romántica 500 días juntos, que tampoco es ninguna maravilla, pero cuya estructura y planteamiento le infunden cierta originalidad en un género que ya peca incluso de utilizar los mismos actores para películas que parecen intercambiables.
El contenido a priori es el de siempre: chico encuentra chica, la conquista, rompen... Pero el envoltorio es diferente, ya que, como rezan los 500 días del título, el guión salta azarosamente de uno a otro para presentar los diferentes estados que puede atravesar una relación amorosa: las bromas que en un principio hacen gracia y luego llegan a exasperar, la primera visión, el goce carnal, los misterios insondables del otro, las amistades, etc. En esta novedosa propuesta de continuos flashbacks, hay lugar para homenajear al cine musical o introducir una memorable secuencia que propone el universo paralelo que se urde en la mente del protagonista y se muestra al mismo tiempo que la cruda realidad.
El artífice de la original puesta en escena, Marc Webb, no puede soslayar los inevitables lugares comunes, pero les imprime un aire fresco y renovador que eleva su film por encima de la media. Si a ello añadimos la presencia fundamental de The Smiths en el desarrollo de la relación, uno no puede más que estar especialmente receptivo a la pantalla.
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