viernes, 8 de enero de 2010

Pedaleando por el futuro


Lo confieso. He empezado el año relajado. Por eso no he dado noticias en un tiempo, aunque no sé si esta lasitud obedece a un exceso de trabajo o a la paz y buen espíritu que me ha traído Marc Augé en su Elogio de la bicicleta (Gedisa). Leyendo sus poco más de cien páginas me he acordado de aquellas emocionantes retransmisiones televisivas del Tour de Francia con Fignon, Hinault, Indurain o Greg Lemond, que fue para mí algo así como Fausto Coppi para Augé, un héroe de la tardoadolescencia. Pero también de mis agradecidos paseos por los carriles-bici de Sevilla, que unen de punta a punta la ciudad, desde Torreblanca a La Cartuja, de Triana a La Macarena, de la Ronda Tamarguillo a Bellavista... La placentera sensación del pedaleo sin prisas, reparando en lugares inéditos o nunca verdaderamente contemplados, la de pertenecer a una nueva especie urbana a años luz del conductor cabreado, del emparedado usuario del transporte público, del peatón disociado pegado sólo a su móvil, del furioso taxista que nunca estará contento con las disposisiones del tráfico... Augé elogia los numerosos beneficios del ciclismo, ya se trate del cicloturismo, del paseante dominical o del usuario diario que se funde con la máquina para acudir al trabajo o a sus estudios. Augé no menciona Sevilla, quizá porque a la hora de redactar su opúsculo su red de carriles-bici y usuarios no había alcanzado las dimensiones actuales. Sí se sumerge, por supuesto, en el modelo parisino, del que Sevilla tomó sin duda buena nota. También aparece Barcelona, algunas ciudades norteamericanas, y el ejemplo pionero de las ciudades del norte de Europa, como Copenhage, Amsterdam, Berlín y otras muchas. En Holanda, por ejemplo, es factible circular con la bicicleta de ciudad en ciudad por los carriles que discurren paralelos a la carretera.

Augé también tiene palabras para el declive del ciclismo profesional, manchado por la sombra del dopping, pero su tesis principal es la defensa de una utópica armonía urbana en la que las bicicletas y el transporte público desplazaran de raíz a los coches, que se quedarían aparcados en las afueras de las grandes ciudades hasta que sus conductores estuvieran de vuelta. El repunte de una tendencia más ecológica acorde con las amenazas del cambio climático van también en esa dirección, y nos hacen soñar con un futuro posible donde los talleres ciclistas reemplazarían en cada esquina a las oficinas bancarias.

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