lunes, 18 de mayo de 2009

El aguafiestas Benedetti


Primero fue Castilla del Pino, ahora Mario Benedetti. Parece que alguien se ha puesto de acuerdo para acabar con los grandes dinosaurios de las letras castellanas. A los 88 años Mario ya lo era todo, una leyenda viviente que murió escribiendo, apurando esas líneas que ya escapaban de su memoria. Aunque son varias las biografías que se han publicado sobre el escritor uruguayo, me quedo personalmente con la de Mario Paoletti por su complicidad. Mario está vivo en las páginas de El aguafiestas (Alfaguara, 1996), casi lo podemos tocar y conocemos sus gustos, a veces rayanos en la herejía hacia alguna que otra vaca sagrada: "Celebra los textos de Doris Lessing y la define como una "Katherine Mansfield a la que hubieran dado cuerda", y al tiempo que reflexiona sobre la dupla lucidez / inmortalidad literaria concluye que "a pesar de su viciosa lucidez, Gide debe ser el muerto menos resucitable de toda la literatura francesa". MB se deleita con la habilidad narrativa de Henry James y William Faulkner (estudiará el inglés para leerlos) y de Graham Greene aprende que "en lo melodramático, en lo convencional, en lo increíble, existe una frontera indecisa que separa lo falso de lo legítimo. No siempre puede explicarse por qué los mosqueteros de Dumas sólo nos divierten mientras el hidalgo de Cervantes nos llega a lo profundo".

Sería absurdo tratar de resumir toda la obra de Benedetti en unas pocas líneas, así que me quedo con este poema, quizá no de los mejores que escribió, pero sí significativo de una actitud vital siempre modesta, casi silenciosa:


"No hay ser humano que no quiera ser otro

y meterse en ese otro como en una escafrandra

como en un aura tal vez o en una bruma

en un seductor o en un asceta

en un aventurero o un boyante


sólo yo no quisiera ser otro

mejor dicho yo

quisiera ser yo

pero un poco mejor"



Ser otro, extraído de La vida ese parétensis (Visor, 1998)

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