martes, 5 de mayo de 2009

Un rey con antifaz

Dice Javier Cercas en el prólogo (o epílogo) de su última obra de ficción (o no ficción, ¿ensayo o novela?) que, quien más, quien menos, todos recordamos dónde estábamos y qué hicimos durante las menos de 24 horas que duró el golpe de estado del 23-F. Quizá por tener sólo nueve años recién cumplidos, yo no lo recuerdo con precisión o quizá debería decir que guardo una imagen confusa de aquel día. Las imágenes de lo ocurrido en el hemiciclo del congreso me son indistinguibles de las que vi años después, de las que vi hace unos meses con motivo de un nuevo aniversario. Sólo recuerdo que la mañana del 24 fuimos al colegio como un día más y que la única tensión que revelaba el ambiente enrarecido que España estaba viviendo la podía sentir en el rostro de mi padre. Aquel día al bajarnos del Renault 14 a la puerta del colegio mi padre sólo dijo una frase: "El Rey ya está en la calle con los tanques", y una sonrisa asomó a nuestros labios porque sabíamos que con esa información podíamos estar tranquilos.

Con el paso del tiempo supe que los únicos tanques que salieron a la calle fueron los desplegados por el teniente general Milans del Bosch en Valencia, así que o bien mi padre nos había dicho una mentira piadosa para serenar nuestro ánimo, o bien entendí mal la frase con el griterío de los niños en la calle, o bien, y esta es la opción más probable, guardo un recuerdo distorsionado de aquel momento, el que mi huidiza imaginación quiso retener para sobrevolar territorios más amables. La imagen del monarca subido a un carro de combate con su uniforme militar sembrando el terror entre los insubordinados era demasiado tentadora para que mi mente, que por entonces acompañaba en sus correrías justicieras al Guerrero del Antifaz -herencia también de mi padre, que guardaba los tebeos en tomos lujosamente encuadernados-, no tejiera sus propias fantasías para que pudiera dormir mejor esa noche.


La otra imagen que atesoro del 23-F es la de mi madre poniendo en la radio del coche la cinta de El tanguillo del golpe de Pepe Da Rosa. Del mismo modo que no estoy plenamente seguro de la frase de mi padre, sí recuerdo perfectamente el sonido de la voz del famoso cómico quitándole hierro al asunto, desmitificándolo en una grabación que quizá mis progenitores todavía conserven en alguna caja de zapatos.


Esos dos momentos, esos dos instantes, nunca me los he podido quitar de la cabeza y han acabado erigiéndose en bastiones irreductibles de un tiempo pasado. En su libro Javier Cercas habla de otro instante, de una foto congelada que muestra al presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, sentado en su sillón en la soledad de unos escaños vacíos, en un gesto de múltiples matices que el escritor trata de desentrañar buceando en la historia hasta llegar a ese momento con el fin de que la historia lo pueda explicar. Cercas, que afirma haber destruido la novela que había escrito sobre el 23-F, decidió acometer Anatomía de un instante porque sentía que la novelización no sería justa para retratar ese pasaje de la historia. Arropado por la abundante bibliografía, la lectura de informes y expedientes, y la transcripción de numerosas entrevistas, Cercas ha venido a contar lo que ya todos debíamos saber -pues reconozco que yo desconocía muchos detalles- pero de una forma insólita, cogiendo a cada protagonista para situarlo en el antes y después de ese momento, emitiendo juicios de valor y especulaciones que se integran armónicamente en un relato que parece ficción pero no lo es, que parece un documental pero tampoco, que atrapa desde la primera página como una novela de suspense sin serlo, que podría ser un análisis semiótico de una imagen pero no lo es. ¿Qué ha hecho Cercas, entonces? Escribir el libro definitivo sobre el golpe del 23-F, pero sin que sea un libro sobre el golpe, sino sobre un instante que será el que siempre permanecerá en nuestra memoria, como la frase de mi padre, como la cinta que ponía mi madre.

1 comentario:

  1. Redondo el texto. Yo ya estoy poseído por el instante. Ya te contaré por lo menudo. Un saludo, por si acaso.

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