"La única estrategia que puede más que el tiempo / es conseguir perderlo impunemente". De versos tan lúcicos como estos está plagado el último poemario de Caballero Bonald, La noche no tiene paredes (Seix Barral). Próximo a los 83 años, Bonald se perfila como un Manoel de Oliveira de la escritura, infatigable, preclaro en todo lo que hace, ya se trate de memorias, artículos, relatos breves, evocaciones andaluzas o poemas tan turbadores como los que nos ofrece en este libro a modo de despedida, que esperemos no sea más que un hasta luego. El tono general que acuna el volumen es el del viejo lobo de mar que contempla las heridas del espejo sin acritud, envalentonado todavía ante un presente y un futuro de sobra conocidos -Frente al espejo, la afanosa máscara, para mí, uno de los mejores del libro-, pero no por ello menos atractivos: "La realidad no es la que viene del pasado / sino aquella que aún tiene que llegar". El autor de Diario de Argónida, edén legendario que sigue recordando aquí en algunas piezas, se sitúa en la atalaya desde donde el mundo se ve con la sabiduría del ya vivido, a cuyos pies la muerte danza sigilosa filtrándose en los sonidos y ecos de la noche. Para su expresión Bonald ha optado por diversas estructuras que abarcan desde una depuración máxima pero densa al poema narrativo que no esconde alusiones a la sociedad actual y sus gobernantes. Está la poesía de Bonald pensada para la relectura y la emoción dilatada del que encuentra cuando ya no lo esperaba. En este camino no podían faltar esos vocablos enrarecidos, que parecen surgidos de un tiempo mitológico: ergástulas, sustentáculo, cornamusas, fuliginoso, nemoroso, hopalanda... y que acrecientan si cabe aún más la sensación de leyenda que desprende este libro nada más abrir sus páginas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario