Están quienes se desayunan con los nuevos cambios en el gobierno, quienes escudriñan las páginas deportivas con la ilusión de encontrar a su sobrino en la alineación del equipo alevín donde aspira a emular a sus ídolos, quienes hojean las últimas cotizaciones de la bolsa, quienes optan por los ecos de sociedad, y están, en fin, quienes graban a hurtadillas en su móvil los teléfonos de la sección de contactos. Sean cuales sean sus objetivos, todos coinciden en la cafetería por la mañana para ejecutar su papel de buitres carroñeros, compitiendo sin saberlo con los periodistas a los que gustan de llamar así a la menor ocasión, a la caza y captura del periódico del bar, esa especie en extinción que muchos ya han abandonado por su clon digital, pero que sigue gozando de una incurable popularidad entre los parroquianos.
En esta variada fauna, que agrupa a individuos de muy variado pelaje, podemos distinguir sin embargo algunos prototipos comunes a cualquier cafetería: el cliente seguro de sí mismo, habitual del lugar, que espera con cierta soberbia a que el camarero, que conoce de sobra sus costumbres, le acerque el rotativo a su mesa, y se irrita cuando no lo hace y tiene que buscarlo él mismo, o cuando su tiempo de descanso se agota y se tiene que marchar con los ojos vacíos de titulares y despieces; el combatiente atrevido, que no duda en levantarse de su asiento nada más advierte que la presa codiciada ha quedado en libertad de nuevo; el voceador, que declara al barman sus intenciones nada más entrar como si fuera una exigencia inexcusable ligada al café y la tostada; el tímido, arrinconado en una mesa solitaria que busca desesperadamente el periódico porque se siente observado mientras espera que le sirvan sin nada que llevarse a las manos; y, por último, está, por supuesto, el suertudo, ése que, sin ser un habitual del bar, se encuentra el periódico encima de la mesa ante la incredulidad de los que ya se levantaban para cogerlo.
Son los devoradores de noticias, los que entran en el día con el pie cambiado si no se ponen al día, los que han convertido un pasatiempo en una necesidad acuciante, los que han hecho de la lectura una competición que tiene también mucho de arte menor.
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